La Real Sociedad tenía ante sí una oportunidad inmensa de acercarse a la Champions League ante un Real Madrid con dos marchas menos de lo habitual, sin embargo fue incapaz de hacer valer sus sueños ante un equipo merengue al que le sonrió la fortuna en Anoeta. A los cinco minutos Higuaín marcó aprovechando un regalo de la zaga local, y Callejón hizo lo propio a los diez minutos de la segunda parte, cuando en realidad fue el cuadro txuri-urdin el único que realmente apretó en busca de los goles. Diego López lo evitó en varias ocasiones, firmando una actuación colosal. Xabi Prieto marcaría de penalti en la segunda parte para recortar distancias, y Griezmann llegaría a empatar el choque, pero Khedira puso la puntilla con un sorpresivo gol que difumina inevitablemente las ilusiones europeas de los blanquiazules, que todavía empatarían en la última jugada. Poco premio aun así.
Y eso que, quien acudiera a Anoeta este domingo, vería el partido que todos esperaban desde hace una semana. Con una Real Sociedad volcada sobre el área merengue, mientras que en el equipo blanco, que formó con un equipo plagado de jugadores de los menos habituales, había once futbolistas madridistas sobre el campo de cuerpo presente, pero casi todos parecían tener el espíritu y la cabeza en otro lugar. Una diferencia abismal entre ambas aspiraciones, que se vio traducida sobre el campo, con un cuadro donostiarra asfixiando por completo a los aletargados hombres de José Mourinho. Sin embargo, la primera parte no terminó con el guión previsto. Y es que si bien fue la Real la que dominó completamente en todas las suertes del partido, buscando el gol de ciento y una maneras distintas, fue el Madrid el que se marchó por delante en el marcador gracias a un gol de Higuaín a los cinco minutos.
El tanto no podía llegar de otra manera sino con un regalo del cuadro txuri-urdin. Mikel González se dejó robar un balón en la corona del área, y el Pipita no desaprovechó semejante tributo en el mano a mano ante Claudio Bravo. 0-1, que bien podía haber sido volteado por la Real antes del descanso, pero el fútbol no quiso. Sí, el fútbol. Porque es la única explicación que se encuentra a las cinco clarísimas ocasiones que desperdició el cuadro blanquiazul, más allá de la magnífica labor de Diego López: un mano a mano que desaprovechó Agirretxe intentando una vaselina, dos cabezazos a bocajarro de Agirretxe y Griezmann que despejó milagrosamente el cancerbero gallego, un nuevo cabezazo del joven francés que despejó Essien con la nuca bajo el larguero, más un centro lateral que el propio Griezmann no acertó a embocar cuando estaba solo a escasos siete metros de la portería. La hinchada local no se lo podía creer.
Y menos aún cuando, tras el descanso, el Real Madrid creció hasta hacerse con el control total del partido. Agirretxe volvió a probar a Diego López, pero sería el hasta entonces desafortunado José Callejón el que pondría más terreno de por medio en el marcador al remachar a gol un centro medido del hasta entonces desaparecido Kaká, apenas diez minutos después de la reanudación. El gol era tal castigo para el cuadro local, absoluto dominador hasta el momento, que el fútbol le devolvió la que le debía apenas seis minutos después en forma de absurdas manos de Khedira dentro de su propia área. Era el peor momento de los realistas, cuando sus sueños europeos empezaban ya a difuminarse, cuando Xabi Prieto transformó el penalti para volver a meter de lleno en el partido a los blanquiazules.
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Y eso que, quien acudiera a Anoeta este domingo, vería el partido que todos esperaban desde hace una semana. Con una Real Sociedad volcada sobre el área merengue, mientras que en el equipo blanco, que formó con un equipo plagado de jugadores de los menos habituales, había once futbolistas madridistas sobre el campo de cuerpo presente, pero casi todos parecían tener el espíritu y la cabeza en otro lugar. Una diferencia abismal entre ambas aspiraciones, que se vio traducida sobre el campo, con un cuadro donostiarra asfixiando por completo a los aletargados hombres de José Mourinho. Sin embargo, la primera parte no terminó con el guión previsto. Y es que si bien fue la Real la que dominó completamente en todas las suertes del partido, buscando el gol de ciento y una maneras distintas, fue el Madrid el que se marchó por delante en el marcador gracias a un gol de Higuaín a los cinco minutos.
El tanto no podía llegar de otra manera sino con un regalo del cuadro txuri-urdin. Mikel González se dejó robar un balón en la corona del área, y el Pipita no desaprovechó semejante tributo en el mano a mano ante Claudio Bravo. 0-1, que bien podía haber sido volteado por la Real antes del descanso, pero el fútbol no quiso. Sí, el fútbol. Porque es la única explicación que se encuentra a las cinco clarísimas ocasiones que desperdició el cuadro blanquiazul, más allá de la magnífica labor de Diego López: un mano a mano que desaprovechó Agirretxe intentando una vaselina, dos cabezazos a bocajarro de Agirretxe y Griezmann que despejó milagrosamente el cancerbero gallego, un nuevo cabezazo del joven francés que despejó Essien con la nuca bajo el larguero, más un centro lateral que el propio Griezmann no acertó a embocar cuando estaba solo a escasos siete metros de la portería. La hinchada local no se lo podía creer.
Y menos aún cuando, tras el descanso, el Real Madrid creció hasta hacerse con el control total del partido. Agirretxe volvió a probar a Diego López, pero sería el hasta entonces desafortunado José Callejón el que pondría más terreno de por medio en el marcador al remachar a gol un centro medido del hasta entonces desaparecido Kaká, apenas diez minutos después de la reanudación. El gol era tal castigo para el cuadro local, absoluto dominador hasta el momento, que el fútbol le devolvió la que le debía apenas seis minutos después en forma de absurdas manos de Khedira dentro de su propia área. Era el peor momento de los realistas, cuando sus sueños europeos empezaban ya a difuminarse, cuando Xabi Prieto transformó el penalti para volver a meter de lleno en el partido a los blanquiazules.
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