El Real Madrid perdió en Pamplona y se despidió de la Liga en el Reyno de Navarra, un campo de minas en el que tropezó el equipo de Mourinho. Los blancos acabaron en el suelo noqueados a siete puntos del Barcelona, una barbaridad en esta Liga de medio pelo que ha dejado el dichoso campeonato escocés en un torneo con interés. El Madrid pinchó tres de sus cuatro ruedas en Pamplona y ve lejos, muy lejos, el retrovisor azulgrana, a siete puntos más el 'goal average' después del manotazo en la cara del Camp Nou. Tres partidos, un mundo, el vacío para un Real Madrid derrotado.
Osasuna jugó con el corazón y con lo que tiene entre las piernas. Llevó el partido a su terreno y ganó al Madrid con un gol de Camuñas traspasada la hora de partido. Dudaron los dos centrales madridistas, Albiol y Carvalho, y el que no lo hizo fue Camuñas, que batió a Casillas con un latigazo que dolió. Todavía quedaba media hora por delante, pero el tiempo fue muy caro para el Madrid, que jugó con prisa y miedo al dolor. El triple cambio fue insustancial. Entraron Kaká y Adebayor, que necesitan un mes para volver a sentirse futbolistas, y también lo hizo Xabi Alonso, que defendió la camiseta del Madrid enfermo, con décimas de fiebre. El dolor de cabeza del vasco también lo tuvo su equipo todo el partido. Sin Xabi, existe la nada.
Echando de menos al de Tolosa
El Reyno de Navarra fue un campo de minas para el Real Madrid, que sabía lo que le esperaba. Fue un partido para hombres, de cuerpo a cuerpo, de los de meter la pierna y no morir en el intento. No se le puede reprochar carácter al equipo de Mourinho, que apretó los dientes, pero lo de encontrar el fútbol fue otra historia. Özil entendió lo que necesitaba el Madrid y retrasó posiciones cerca de Lass y Khedira. Al francés se le vio más de lo necesario. Malo para el Madrid. El alemán podía haberse sentado un rato en el banquillo y nadie se hubiese dado cuenta.
Osasuna jugó a lo que sabe y lo hizo francamente bien. Fue sólido como una roca atrás y arriba no se lo pensó. Buscó los costados y a Aranda, que jugó a mil revoluciones y fue una pesadilla para los defensas blancos. Cuando había dudas, allí siempre estaba Ricardo, que sacó una mano prodigiosa en un zurdazo de Benzema y ganó un mano a mano con Cristiano. Lo mejor del Madrid salió de sus botas y de las de Özil. El problema fue que el alemán, por obligaciones del guión, arrancó con demasiados metros por delante. Osasuna tuvo tiempo para poner la barrera a tiempo.
Mou se tiró un triple
Camacho movió ficha tras el descanso. Soriano, con amarilla y al que Muñiz Fernández le tenía tomada la matrícula, se quedó en la caseta y entró Vadocz, que es húngaro pero parecía rojillo de toda la vida. El Madrid se decidió a empujar, pero se olvidó de asociarse. Cada futbolista blanco hizo la guerra por su cuenta y, cuando nadie lo esperaba, llegó el gol de Camuñas. Tampoco lo esperaban Albiol y Carvalho. El que estaba muy despierto fue Camuñas, el ejecutor.
Recompuso el equipo Mourinho para nada. Osasuna se ordenó y jugó por el bien común. No pasó lo mismo en un Real Madrid que jugó con mala cara y que buscó por las alturas lo que no había encontrado por el suelo. Fue pan comido para los centrales rojillos, expertos en la materia. Arbeloa salvó el 2-0 y el Madrid fue mirando el reloj con resignación. Perdieron los blancos, a siete puntos del Barcelona. Mañana se hablará de conjuras por algo que, sinceramente, parece imposible. La Liga se fue por la cadena.
Me parece lamentable la imagen que ha dado hoy el Madrid.
Osasuna jugó con el corazón y con lo que tiene entre las piernas. Llevó el partido a su terreno y ganó al Madrid con un gol de Camuñas traspasada la hora de partido. Dudaron los dos centrales madridistas, Albiol y Carvalho, y el que no lo hizo fue Camuñas, que batió a Casillas con un latigazo que dolió. Todavía quedaba media hora por delante, pero el tiempo fue muy caro para el Madrid, que jugó con prisa y miedo al dolor. El triple cambio fue insustancial. Entraron Kaká y Adebayor, que necesitan un mes para volver a sentirse futbolistas, y también lo hizo Xabi Alonso, que defendió la camiseta del Madrid enfermo, con décimas de fiebre. El dolor de cabeza del vasco también lo tuvo su equipo todo el partido. Sin Xabi, existe la nada.
Echando de menos al de Tolosa
El Reyno de Navarra fue un campo de minas para el Real Madrid, que sabía lo que le esperaba. Fue un partido para hombres, de cuerpo a cuerpo, de los de meter la pierna y no morir en el intento. No se le puede reprochar carácter al equipo de Mourinho, que apretó los dientes, pero lo de encontrar el fútbol fue otra historia. Özil entendió lo que necesitaba el Madrid y retrasó posiciones cerca de Lass y Khedira. Al francés se le vio más de lo necesario. Malo para el Madrid. El alemán podía haberse sentado un rato en el banquillo y nadie se hubiese dado cuenta.
Osasuna jugó a lo que sabe y lo hizo francamente bien. Fue sólido como una roca atrás y arriba no se lo pensó. Buscó los costados y a Aranda, que jugó a mil revoluciones y fue una pesadilla para los defensas blancos. Cuando había dudas, allí siempre estaba Ricardo, que sacó una mano prodigiosa en un zurdazo de Benzema y ganó un mano a mano con Cristiano. Lo mejor del Madrid salió de sus botas y de las de Özil. El problema fue que el alemán, por obligaciones del guión, arrancó con demasiados metros por delante. Osasuna tuvo tiempo para poner la barrera a tiempo.
Mou se tiró un triple
Camacho movió ficha tras el descanso. Soriano, con amarilla y al que Muñiz Fernández le tenía tomada la matrícula, se quedó en la caseta y entró Vadocz, que es húngaro pero parecía rojillo de toda la vida. El Madrid se decidió a empujar, pero se olvidó de asociarse. Cada futbolista blanco hizo la guerra por su cuenta y, cuando nadie lo esperaba, llegó el gol de Camuñas. Tampoco lo esperaban Albiol y Carvalho. El que estaba muy despierto fue Camuñas, el ejecutor.
Recompuso el equipo Mourinho para nada. Osasuna se ordenó y jugó por el bien común. No pasó lo mismo en un Real Madrid que jugó con mala cara y que buscó por las alturas lo que no había encontrado por el suelo. Fue pan comido para los centrales rojillos, expertos en la materia. Arbeloa salvó el 2-0 y el Madrid fue mirando el reloj con resignación. Perdieron los blancos, a siete puntos del Barcelona. Mañana se hablará de conjuras por algo que, sinceramente, parece imposible. La Liga se fue por la cadena.
Me parece lamentable la imagen que ha dado hoy el Madrid.