El Real Madrid se dejó remontar un partido que había roto en el primer cuarto y terminó consumido por la energía de un orgulloso Estudiantes en un Palacio hirviente. Granger, héroe.
Colores al margen, qué bueno es ver partidos así en una ACB a la que le duelen sus clásicos. Posicionados en la nobleza Baskonia y Unicaja y aspirando a alternativas Valencia o Bilbao, pasan de puntillas en el mejor de los casos históricos como Estudiantes y Joventut. Por eso los derbis catalán y madrileño parecen últimamente un poco menos, pendientes del milagro que llega pocas veces. Pero a veces, va en los huesos del deporte, llega. Y un Palacio maravillosamente encendido vivió un milagro que transformó un trámite en un derbi de los antes y al Estu alicaído que viajaba al matadero de su quinta derrota seguida en el viejo y orgulloso Estu. Que ganó por fe, por energía, por una convicción conmovedora y casi irracional. Y en el último cuarto también, puedo jurarlo, por baloncesto.
Baloncesto. Ba-lon-ces-to, modesto homenaje a un Pepu que está pasando las de Caín esta temporada. No busquen otra palabra para explicar un partido que fue un trasvase: 12-29 en el minuto 9, 79-71 en el 37. Matemáticas: en 28 minutos, 67-42 para un Estudiantes que pasó de cordero a carnicero ante un Real Madrid al que se la atragantó el exceso de euforia. Lo bordó en el primer cuarto y lo vio tan, tan, tan ganado que perdió. Moraleja para el equipo de Laso, los costalazos exportan lecciones y final feliz para Estudiantes.
Explicar lo inexplicable
El Real Madrid -sin Rudy, sin Ibaka, sin Pocius y con Singler como (todavía) turista accidental- entró en pista con la excitación eufórica de su racha de victorias y al galope tendido. No jugó el primer cuarto del derbi, jugó el quinto del partido ante Maccabi. Tomic (13 puntos, 5 rebotes y 21 de valoración al descanso, 18+6 y 23 al final) y Mirotic (11 puntos y 14 rebotes, casi todos en el primer tiempo) gobernaban el partido al ritmo energético de Llull y con la ayuda melosa de Carroll: German Gabriel (10 puntos en el primer cuarto) salía a flote en medio de un naufragio tremendo. En ese primer cuarto la valoración fue 10-4. Todo Estudiantes valoró menos que Tomic, que Mirotic, que Carroll y sólo un poquito más que Llull. El Real Madrid sesteó en el segundo cuarto con una segunda unidad más relajada que inspirada. No estaba Pocius, Carroll ya no sale del banquillo y Felipe se encasquilló en los tiros a media distancia. Ni él ni Sergio ni un desaparecido Suárez (-2 de valoración y un horrible triple final) brillaron contra su ex equipo. Pero el Real Madrid mandaba al descanso (38-45) porque gobernaba con una autoridad exagerada el rebote: 11-28, 3-10 en rechaces ofensivos. Suficiente en espera de otro estirón.
Y ese estirón no llegó y el Real Madrid, sin terminar de creérselo, se vio enredado en un final de nervios y tensión en el que no estuvo cómodo. Jugó un mal último cuarto y Laso tampoco acertó, ni poniendo zonas en defensa ni rotando en ataque. Perdió porque se obligó a un esfuerzo que le parecía innecesario después de haber sido tan superior. Perdió porque Estudiantes salió del vestuario con pinturas de guerra, con la sangre en ebullición, con la camiseta y el escudo como razón de se casi religiosa. Banzai.
De repente, el Estudiantes entregado en las zonas fue un comando que atacó el rebote de ataque de forma salvaje (10 decisivos en el segundo tiempo: muchos tiros extra, muchos puntos fundamentales). Porque defendió mejor que en toda la temporada y atacó con criterio. Alcanzó los 90 a pesar de que Wright, tan intachable en la entrega como desacertado, volvió a no tener su día. Sudaron De la Fuente y Jiménez, Flores puso su particular temperatura caribeña (11 puntos, 4 rebotes, 4 asistencias) y Jayson Granger cargó en sus hombros con el gran Estudiantes, el club que fue: metió 21 puntos (15 en la segunda parte, 10 en el último cuarto), cogió 6 rebotes, repartió 6 asistencias, robó 3 balones, hizo 31 de valoración y descosió la defensa del Real Madrid, deficiente en el cierre de unas penetraciones con las que ya le reventó Farmar en Tel Aviv. Estudiantes hizo la goma (57-63, minuto 29) y mandó todo el último cuarto. Ganó el partido (79-71), pudo perderlo (83-82) y lo volvió a ganar. El Real Madrid no tuvo finura al final ni referentes fiables en esos últimos ataques más allá de los estertores épicos de Llull. Pero la épica, a esas alturas, ya se la había robado el Estu. El Estu de siempre en un derbi de los de siempre que dejó moraleja para el derrotado y un happy end, un final enormemente feliz, para el que obró el milagro.
Que pena que al final no pudo ganar el madrid