SIR JONNY WILKINSON PONE FIN A SU CARRERA EN EL 'XV DE LA ROSA'
Adiós al caballero blanco de Inglaterra
Esta historia comienza con un sueño, como tantas otras. "Quiero jugar con Inglaterra, eso es todo lo que quiero". Eran las palabras de un niño de 12 años llamado Jonny. Seguramente, ese era el sueño del resto de sus compañeros de Frensham, del resto de niños de Inglaterra que se acostaban echando un último vistazo al póster de Jason Leonard. La diferencia, es que el resto de niños se olvidarían de su sueño a la mañana siguiente, víctimas de una dulce época de felicidad, de distracciones y recompensas inmediatas.
No, no fue un sueño pasajero. No fue inocencia de niño. A los 14 años, el sueño permanece, se hace más grande incluso: ‘"Quiero ser el mejor jugador del mundo’" le confiesa a su madre Philippa. Y su hermano Mark será testigo de primera mano del carácter que iba a acercar al joven Jonny a su último objetivo. "Jugando a la consola" relata Mark "sí le ganaba, se iba a un rincón y permanecía durante horas, increíblemente decepcionado consigo mismo por haber perdido. Llegó un punto que no podíamos jugar más a la consola el uno contra el otro". Y con 17 años, el niño ya es jugador profesional, y su vida se muda al norte de Inglaterra.
Parece increíble que el destino uniera a Jonny con Newcastle. Ahora, echando la vista atrás, todo encaja. Lluvia, frio. Pocas distracciones. Trabajo. Esa era la vida que le esperaba a un adolescente. Muchos, terminarían ahí la historia, no dispuestos a sacrificar un periodo de placeres por un sueño que no estaba ni mucho menos garantizado. Para nuestro protagonista sólo era un aliciente más, un puente que se extendía temerario entre él y su objetivo, y si había que cruzar el acantilado por aquel puente de madera, él lo haría, sin mirar abajo y con una sonrisa en el rostro, mientras otros simplemente se quedarían en el borde pensando “no merece la pena”.
"¿Golf? Ni pensarlo" explica Mark. "Jonny jamás lograría nada en golf. Sería incapaz de aceptar un mal golpe, de hacer un hoyo en varios intentos. Se pasaría horas y horas con la misma pelota, calculando como hacer hoyo en uno, midiendo todas las condiciones y todas las posibilidades" comenta divertido. Y en esa anécdota está la herramienta de trabajo que construiría la escalera hacia el sueño.
Las claves de su éxito
Constancia, trabajo, sacrificio. Palabras repetidas hasta la saciedad en muchos entornos, hasta convertirlas en un puro cliché, una coletilla, vacía de significado. Usadas en historias construidas con medias verdades, para engrandecer mitos... pero que asociadas con Wilkinson cobran un sentido real, único, como real era la lluvia bajo la que se pasaba Jonny horas y horas en el campo de entrenamiento de Newcastle, haciendo el mismo golpe, una y otra vez, hasta que su bota conectaba el tiro perfecto.
"En la mente de Jonny, todo se organiza sobre su entrenamiento" explica Rob Andrew, su mecenas: "Mucha gente diría, hoy voy al cine a las 7 después del entrenamiento, pero Jonny jamás lo hará, porque sabe que si no tiene un buen día con su pateo no irá al cine ni a ningún lado, porque no acabará su entrenamiento hasta que esté satisfecho consigo mismo". Y esa imagen de una sombra pateando bajo los focos, en la negritud de un campo ya desierto, es tan característica como lo son sus mecanismos de pateo. "Si tengo que hacer más sacrificios, y patear hasta media noche, lo haré" dice a las cámaras y una vez más sus ojos nos hacen entender que no hay cliché alguno en sus palabras.
Es difícil no jugar a adivinar, en qué pensaba Jonny Wilkinson cuando el autobús de Inglaterra entraba en el Telstra Stadium, un 22 de noviembre de 2003. Si sabemos que escuchaba, en sus auriculares sonaba 'Lose Yourself' de Eminem, parte de una recopilación que el capitán había hecho para el equipo, sincronizando incluso la llegada del autobús al estadio con el inicio de la canción. Y como antes, ahora, echando la vista atrás, todo encaja. ‘"Si tuvieras una oportunidad, de alcanzar todo lo que has deseado, lo harías, ¿o lo dejarías escapar?" dice la canción. Ahí estaba, tras tantos años, tantos sacrificios, tantas horas doblando sesiones de gimnasio con Blackie, ahí estaba, su sueño, al alcance de su pie. ¿Lo dejaría escapar?
"Tu hijo nos ha ganado la Copa del Mundo"
Tras cien minutos, la pierna izquierda de Jonny por fin conectó con el sueño, y las imágenes han grabado para siempre a un gigante del rugby, con el diez en la espalda, saltando y sonriendo como un niño. Con la misma ilusión con la que pateaba con 8 años en su equipo de Farnham, ajeno a la magnitud de lo que acababa de conseguir. "Tu hijo nos ha ganado la Copa del Mundo" fueron las palabras que escuchó Philippa en un supermercado, donde intentaba refugiarse de unos nervios que la impedían ver el partido.
Hoy, algo más de ocho años después, Jonny cuelga la 'Rosa'. Muchos piensan que Jonny abandona el barco, ahora que las cosas no van bien. Que su decisión es cobarde. No entienden que lejos de ser cobarde, su decisión es valiente, muy valiente. Tan realista fue persiguiendo un sueño como es ahora dejando paso. Jonny se va porque ha entendido que es el héroe que Inglaterra se merece, pero no el que necesita ahora mismo. Entiende que si tiene que ser el caballero oscuro, ahora, para que Inglaterra vuelva a florecer, que así sea. Ha tomado la decisión que otros, como Rob Andrew, su descubridor y ahora director de operaciones de la RFU, tenían que haber tomado en su lugar y no lo han hecho. Porque ahí se quedan los cobardes, aplaudiendo y sonriendo mientras él se va, contentos de que la atención se desvíe unos cuantos días. De su boca sí que salen clichés y discursos sobre honestidad, trabajo y transparencia. Palabras vacías que están marchitando la rosa.
El rugby sigue para todos, pero nos habría gustado una última despedida en Twickenham, un último 'Swing low, Sweet Chariot' con Jonny sobre el campo. Un último placaje, de esos a los que nos tenía acostumbrados, un último silencio, una última figura blanca plantada delante del óvalo, manos en jarra, ojos en los palos, rodillas flexionadas. Pero así termina esta historia. No hay cámaras, ni parafernalia. Así termina esta historia, un sueño a golpe de drop. Hasta siempre Jonny, la rosa te extraña.
Adiós a una leyenda viva del rugby mundial. El mejor jugador de Inglaterra desde hace decadas se va en mayor parte por las lesiones, aunque siempre quedará en la memoria aquel mundial conseguido en Australia gracias a sus tiros a palos.
Adiós al caballero blanco de Inglaterra
Esta historia comienza con un sueño, como tantas otras. "Quiero jugar con Inglaterra, eso es todo lo que quiero". Eran las palabras de un niño de 12 años llamado Jonny. Seguramente, ese era el sueño del resto de sus compañeros de Frensham, del resto de niños de Inglaterra que se acostaban echando un último vistazo al póster de Jason Leonard. La diferencia, es que el resto de niños se olvidarían de su sueño a la mañana siguiente, víctimas de una dulce época de felicidad, de distracciones y recompensas inmediatas.
No, no fue un sueño pasajero. No fue inocencia de niño. A los 14 años, el sueño permanece, se hace más grande incluso: ‘"Quiero ser el mejor jugador del mundo’" le confiesa a su madre Philippa. Y su hermano Mark será testigo de primera mano del carácter que iba a acercar al joven Jonny a su último objetivo. "Jugando a la consola" relata Mark "sí le ganaba, se iba a un rincón y permanecía durante horas, increíblemente decepcionado consigo mismo por haber perdido. Llegó un punto que no podíamos jugar más a la consola el uno contra el otro". Y con 17 años, el niño ya es jugador profesional, y su vida se muda al norte de Inglaterra.
Parece increíble que el destino uniera a Jonny con Newcastle. Ahora, echando la vista atrás, todo encaja. Lluvia, frio. Pocas distracciones. Trabajo. Esa era la vida que le esperaba a un adolescente. Muchos, terminarían ahí la historia, no dispuestos a sacrificar un periodo de placeres por un sueño que no estaba ni mucho menos garantizado. Para nuestro protagonista sólo era un aliciente más, un puente que se extendía temerario entre él y su objetivo, y si había que cruzar el acantilado por aquel puente de madera, él lo haría, sin mirar abajo y con una sonrisa en el rostro, mientras otros simplemente se quedarían en el borde pensando “no merece la pena”.
"¿Golf? Ni pensarlo" explica Mark. "Jonny jamás lograría nada en golf. Sería incapaz de aceptar un mal golpe, de hacer un hoyo en varios intentos. Se pasaría horas y horas con la misma pelota, calculando como hacer hoyo en uno, midiendo todas las condiciones y todas las posibilidades" comenta divertido. Y en esa anécdota está la herramienta de trabajo que construiría la escalera hacia el sueño.
Las claves de su éxito
Constancia, trabajo, sacrificio. Palabras repetidas hasta la saciedad en muchos entornos, hasta convertirlas en un puro cliché, una coletilla, vacía de significado. Usadas en historias construidas con medias verdades, para engrandecer mitos... pero que asociadas con Wilkinson cobran un sentido real, único, como real era la lluvia bajo la que se pasaba Jonny horas y horas en el campo de entrenamiento de Newcastle, haciendo el mismo golpe, una y otra vez, hasta que su bota conectaba el tiro perfecto.
"En la mente de Jonny, todo se organiza sobre su entrenamiento" explica Rob Andrew, su mecenas: "Mucha gente diría, hoy voy al cine a las 7 después del entrenamiento, pero Jonny jamás lo hará, porque sabe que si no tiene un buen día con su pateo no irá al cine ni a ningún lado, porque no acabará su entrenamiento hasta que esté satisfecho consigo mismo". Y esa imagen de una sombra pateando bajo los focos, en la negritud de un campo ya desierto, es tan característica como lo son sus mecanismos de pateo. "Si tengo que hacer más sacrificios, y patear hasta media noche, lo haré" dice a las cámaras y una vez más sus ojos nos hacen entender que no hay cliché alguno en sus palabras.
Es difícil no jugar a adivinar, en qué pensaba Jonny Wilkinson cuando el autobús de Inglaterra entraba en el Telstra Stadium, un 22 de noviembre de 2003. Si sabemos que escuchaba, en sus auriculares sonaba 'Lose Yourself' de Eminem, parte de una recopilación que el capitán había hecho para el equipo, sincronizando incluso la llegada del autobús al estadio con el inicio de la canción. Y como antes, ahora, echando la vista atrás, todo encaja. ‘"Si tuvieras una oportunidad, de alcanzar todo lo que has deseado, lo harías, ¿o lo dejarías escapar?" dice la canción. Ahí estaba, tras tantos años, tantos sacrificios, tantas horas doblando sesiones de gimnasio con Blackie, ahí estaba, su sueño, al alcance de su pie. ¿Lo dejaría escapar?
"Tu hijo nos ha ganado la Copa del Mundo"
Tras cien minutos, la pierna izquierda de Jonny por fin conectó con el sueño, y las imágenes han grabado para siempre a un gigante del rugby, con el diez en la espalda, saltando y sonriendo como un niño. Con la misma ilusión con la que pateaba con 8 años en su equipo de Farnham, ajeno a la magnitud de lo que acababa de conseguir. "Tu hijo nos ha ganado la Copa del Mundo" fueron las palabras que escuchó Philippa en un supermercado, donde intentaba refugiarse de unos nervios que la impedían ver el partido.
Hoy, algo más de ocho años después, Jonny cuelga la 'Rosa'. Muchos piensan que Jonny abandona el barco, ahora que las cosas no van bien. Que su decisión es cobarde. No entienden que lejos de ser cobarde, su decisión es valiente, muy valiente. Tan realista fue persiguiendo un sueño como es ahora dejando paso. Jonny se va porque ha entendido que es el héroe que Inglaterra se merece, pero no el que necesita ahora mismo. Entiende que si tiene que ser el caballero oscuro, ahora, para que Inglaterra vuelva a florecer, que así sea. Ha tomado la decisión que otros, como Rob Andrew, su descubridor y ahora director de operaciones de la RFU, tenían que haber tomado en su lugar y no lo han hecho. Porque ahí se quedan los cobardes, aplaudiendo y sonriendo mientras él se va, contentos de que la atención se desvíe unos cuantos días. De su boca sí que salen clichés y discursos sobre honestidad, trabajo y transparencia. Palabras vacías que están marchitando la rosa.
El rugby sigue para todos, pero nos habría gustado una última despedida en Twickenham, un último 'Swing low, Sweet Chariot' con Jonny sobre el campo. Un último placaje, de esos a los que nos tenía acostumbrados, un último silencio, una última figura blanca plantada delante del óvalo, manos en jarra, ojos en los palos, rodillas flexionadas. Pero así termina esta historia. No hay cámaras, ni parafernalia. Así termina esta historia, un sueño a golpe de drop. Hasta siempre Jonny, la rosa te extraña.
Adiós a una leyenda viva del rugby mundial. El mejor jugador de Inglaterra desde hace decadas se va en mayor parte por las lesiones, aunque siempre quedará en la memoria aquel mundial conseguido en Australia gracias a sus tiros a palos.