Real Zaragoza players celebrate a goal
Por Eduardo Álvarez (@EdAlvarezSpain)
Contrariando
el poco confiable dicho ‘A entrenador nuevo, victoria segura’, el
sevillano Manolo Jiménez debutó en el banquillo del Zaragoza con una
derrota por la mínima en Santander, en la primera jornada de liga de
este 2012. En una noche fría de enero, el técnico hispalense no tardó
mucho en darse cuenta de lo cuesta arriba que estaba la temporada para
los blanquillos, a pesar de tener todavía 21 jornadas por delante para
remontar su pésimo comienzo de curso.
Después de 18 partidos, el equipo había conseguido apenas 10 puntos,
y disfrutaba del dudoso honor de ser el plantel más goleado y el mínimo
goleador de la Primera División. El ‘Arsene Wenger del Arahal’ (el
pueblo natal de Jiménez), como le calificó José María del Nido en un
momento de euforia cuando Manolo dirigía al Sevilla, se enfrentaba a un
desafío brutal: no sólo su plantilla no atacaba ni defendía, sino que la
propia afición le había dado la espalda al equipo.
Desencantados
por el juego del Zaragoza, los pocos aficionados que acudían a la
vetusta Romareda se tomaban el trabajo de ir al estadio por un único
motivo: la ‘agapitada’ del minuto 32. En ese momento del partido,
elegido en recuerdo del año de fundación del club, y sin importar que el
presidente Agapito Iglesias estuviese o no en el campo, los aficionados
zaragocistas practicaban el poco convencional hábito de quejarse de la
controvertida gestión del mandamás soriano con un recital de música de
viento.
Cuatro meses después, esa tradición antipresidencial es
lo único que queda del Zaragoza que Manolo Jiménez heredó. El
entrenador, ajustando apenas algunas piezas, ha conseguido resultados
suficientes para que tanto el equipo como la afición crean en la
salvación. Con 21 de los últimos 30 puntos, el Zaragoza depende de sí
mismo para salvarse en Getafe en la última jornada, una situación
impensable hasta por los zaragocistas más forofos hace tan sólo un mes.
Para
tener la salvación a tiro, Jiménez no se ha complicado la vida. A pesar
de que algunas contrataciones, como el veterano Apoño o el croata
Dujmovic han funcionado bien, la base de su equipo no ha cambiado mucho:
diez jugadores de los que perdieron contra el Racing en aquel primer
partido del sevillano en el banquillo blanquillo también participaron en
la victoria sobre los ya descendidos santanderinos el sábado pasado.
Durante
estas 19 jornadas de trabajo, los ajustes técnicos de Jiménez se han
concentrado especialmente en los volantes defensivos, y en la forma de
defender y de juntar las líneas. Aún así, el Zaragoza sigue siendo el
equipo que más tantos recibe a balón parado, un aspecto que deberá
cuidar en su finalísima de este domingo contra el Getafe. Los goles del
plantel, escasos pero suficientes para llegar a los 40 puntos, han
llegado desde el medio campo y la zaga, compensando el parco bagaje de
Helder Postiga (8 goles) y sus inestables compañeros de ataque.
Hasta
cierto punto, ya da igual lo que pase el domingo. Con su trabajo de los
últimos meses, Manolo Jiménez se ha ganado status de semidios en
Zaragoza, al devolverle la ilusión a una ciudad que ya se había hecho a
la idea de volver a la Segunda División.
Pero si los maños han
aprendido rápidamente a respetar a este sevillano sorprendentemente
serio y extremadamente sincero en sus entrevistas, la buena racha del
equipo no les ha hecho ni mucho menos olvidarse de don Agapito. No
importa lo que ocurra en el campo en el minuto 32, la Agapitada se
repite religiosamente partido tras partido, dentro y fuera de casa.
Y
es que el público aragonés no perdona los métodos poco ortodoxos de
este nuevo rico, que sustituyó a la familia Solans al mando del club y
que parece un presidente de club de la viejísima escuela. Agapito cumple
todos los requisitos del antiguo estereotipo de presidente de club:
dinero rápido ganado en el sector de la construcción, ganas de
proyectarse socialmente a través del fútbol, decisiones cuestionables
sobre contrataciones y despidos, pagos tardíos o incumplidos a la
plantilla, anuncios de venta del club que después se quedan en nada… Por
si eso fuese poco, las decisiones del señor Iglesias han llevado al
club a una situación financiera insostenible durante las últimas
temporadas, que se convertiría en totalmente inviable si descendiese.
Sabiendo
de estas circunstancias, durante el verano pasado el presidente creó un
fondo de inversión para fichar jugadores con el que contrató al
excelente portero Roberto, burlando de esta forma el convenio de
acreedores en el que está inmerso el club, que le prohibía gastar dinero
en fichajes sin pagar antes las deudas laborales. En sus seis años al
frente del club, la deuda del Zaragoza ha pasado de 40 a 134 millones de
euros, de los cuales al menos 15 son salarios de la plantilla, mientras
que se han traspasado jugadores por al menos otros 84 millones.
En
este contexto, impresiona todavía más que Jiménez haya conseguido
levantar la moral de un equipo que parecía condenado al descenso. A
diferencia de otras situaciones en las que un par de resultados
positivos hacen que el aficionado olvide los errores
cometidos,
en este caso el sufrido aficionado blanquillo sabe bien a quién debe
este rayo de esperanza en el último partido de la temporada, y no dejará
de pitar en el minuto 32 de cada partido hasta que Agapito Iglesias
deje el Zaragoza… en Primera o en Segunda.
El Zaragoza se aferra a un rayo de esperanza a partir del excelente trabajo del técnico sevillano… y a las Agapitadas.