Siempre me gustó ver el fútbol en directo. Desde que pude pagarme el
vicio empecé a ir al estadio casi todos los domingos, cultivando el
maravilloso hábito del fútbol de club. En cada visita al campo descubría
un nuevo aficionado vecino con manías extrañas, profundizaba en mis
relaciones de amor y odio con jugadores, entrenadores y presidentes,
propios y extraños, en casa y fuera.
Sin embargo, la selección no fue un amor a primera vista. Por su
calendario irregular y, ¿por qué no decirlo?, su acumulación de
fracasos, resultaba difícil e incluso daba pereza tomarse el trabajo de
ir a ver un partido en directo. Por aquel entonces, desarrollar una
adicción al equipo nacional como la que los clubes suelen provocar era
impensable. Pero como con todas las cosas importantes, la primera
experiencia no se olvida, y como otros estrenos en mi vida, esa primera
experiencia con la selección fue muy tardía.
Diecinueve años
después de mi primer encuentro en un estadio profesional finalmente vi a
España en directo. El 7 de octubre de 2000 la selección recibió a
Israel en el Santiago Bernabéu, en un partido de preparación para el
Mundial de Corea y Japón. La victoria insulsa por 2 a 0 se recuerda más
por el debut de Iker Casillas que por los goles de Gerard y Fernando
Hierro, pero lo que quedó marcado para mí fue la interpretación del
himno español.
No hace falta que explique que la Marcha Real no
tiene letra, sobre todo después de la inmensa polémica que despertó el
intento fallido del COE de ponerle palabras al himno a comienzos de
2008. Lo que tiene, evidentemente, es música, una melodía con dos versos
que, detalle importante, se repiten dos veces cada uno. Para quien se
acuerda de las clases de literatura, un clásico AABB.
Durante
una larga época ya pasada el público español, mucho más formal que hoy,
acompañaba en las gradas el siempre embarazoso silencio de los
jugadores en el campo mudo y con rictus serio. Poco a poco las
costumbres se fueron relajando, y el jovial ‘LoLoLoLo’, que ya es
habitual en los partidos de la selección, se convirtió en parte de la
motivación pre-partido de los hinchas.
En el año 2000, el
‘LoLoLoLo’ ya era práctica muy extendida, de ahí mi sorpresa cuando el
público en el Bernabéu, en lugar de lololear el primer verso dos veces
como mandan los cánones, pasó al segundo sin la debida repetición,
mientras que la banda en el campo tocaba el himno correctamente. La
falta de sintonía generó una confusión completa en las gradas,
totalmente perdidas a mitad de cántico. Los
aficionados solo se
recuperaron en la repetición del segundo verso (el segundo B, para quien
consiguió no perderse hasta ahora). Finalmente y después del desajuste,
el himno terminó en completa comunión del público con la banda.
Comentando
el asunto con mi vecino de asiento, Rodolfo, su explicación fue
contundente: ‘¿Cuándo oyes tú el himno? En acontecimientos deportivos,
mientras te tomas una cerveza. Imposible acordarse. ¿Y te crees que es
fácil aprenderse algo que no tiene letra?’ Yo soy un poco más exigente o
tal vez optimista con las habilidades nemotécnicas de mis compatriotas,
y creo que recordar que el primer verso se repite dos veces no es tan
difícil.
Sin embargo, rápidamente me dí cuenta de que el partido
contra Israel no había sido un hecho aislado. A partir de 2006 comencé a
seguir a la selección, primero por casualidad y después con disciplina y
fe similares a las que tenía en mi propio club, sustentadas por los
éxitos del equipo nacional. En cualquier campo, el momento del himno se
convertía siempre en motivo de vergüenza, repitiéndose una y otra vez la
confusión entre aficionados precipitándose y la banda o megafonía
tocando en el orden correcto. Desgraciadamente, hasta ahora no me ha
sido dado presenciar una de las raras ocasiones en las que la
organización tiene un momento vintage y decide poner el himno de
republicano de Riego, aunque todavía conservo la esperanza.
En
el Mundial de Alemania, durante los prolegómenos del partido en que
Francia nos eliminó, presencié una de las mayores perpetraciones (como
Manolito hacía con sus deberes en Mafalda) que recuerdo: ni siquiera la
última estrofa se lololeó en el ritmo adecuado, ya que la hinchada se
sintió tan perdida después
de su tradicional error en el segundo
verso que no consiguió recomponerse, y prácticamente dejó de cantar la
segunda mitad del himno.
En estos últimos seis años, mi único
motivo de felicidad relacionado con la Marcha Real data de 2008. La
mejor hinchada española que yo haya visto en un partido oficial de la
selección, la que acompañó el España – Italia de la pasada Eurocopa en
Viena sin parar de animar ni un segundo, hizo una interpretación
razonable del himno, debido a que casi la mitad sabía que había que
cantar el primer verso dos veces, y el resto supo corregir el fallo e
incorporarse a la tercera estrofa rápidamente. Después de este partido,
la nada absoluta: ni en la Copa de las Confederaciones ni en la Copa del
Mundo de Sudáfrica conseguí oír un himno presentable. Y sinceramente,
no es tan complicado: AABB.
Por eso, si es usted uno de los
afortunados que irán a Polonia y / o Ucrania este verano a animar a la
selección, recuerde: vista su camiseta de la suerte o compre la que
tiene la estrellita, elija su atuendo tradicional favorito (sombrero
cordobés, montera, txapela o barretina no suelen fallar) y repase el
himno antes de salir de casa. Nos ahorrará un mal trago y ganará el
respeto de los que le rodean por su vasta cultura y profundo
conocimiento del país.
Si algunos saben silbarla,yo la verdad escuchar el himmo en el campo y que la gente lo intente cantar es emocionante, ahora que la sepan cantar no pueden no tiene letra.