De todas las virtudes que hacen de Vicente del Bosque un entrenador
fenomenal, la gestión de recursos humanos, aunque no debe ocultar sus
capacidades tácticas, tiene que estar considerada entre las mejores.
Quedó patente su excelente habilidad para conducir vestuarios en su
etapa al frente del Real Madrid, donde fue el único que hizo viable la
convivencia del grandilocuente proyecto galáctico conformado por el
primer Florentino Pérez. En su faceta de seleccionador, la organización
del personal del salmantino es perfecta.
Hay dos pilares que sustentan el castillo de Del Bosque al frente de
España. Por un lado, el técnico profesa un respeto reverencial por el
núcleo duro de la Roja, en torno a una decena de jugadores que se han
ganado unos privilegios por encima del resto. A su vez, el seleccionador
mantiene a una serie de futbolistas oscilantes, a los que recompensa
periódicamente y hace partícipes de la vorágine de la selección. Son
hombres para los que el mero hecho de estar en la órbita del combinado
nacional supone un reconocimiento mayúsculo.
En base a las necesidades de los pesos pesados, y a su ascendencia en el grupo, Del Bosque plantea una gestión eficiente.
La yerma pero paciente espera a David Villa desde su lesión hasta el
momento de dar la lista para Polonia y Ucrania, y su convocatoria ahora
que sólo ha disputado trece minutos oficiales después de completar la
recuperación, sólo se entienden si se habla del máximo goleador de la
historia de la selección. “Si podemos jugará” resolvió Del Bosque el
jueves.
Xavi Hernández o Fernando Torres también se han
beneficiado de este régimen especial. El primero quedó exento del viaje
estival a Puerto Rico. Lastrado por las lesiones físicas, Del Bosque se
afana en racionar un hombre sin el que no se entiende el éxito de
España. En el caso del delantero madrileño, que esta noche disputará su
partido 100 con la selección, el técnico salmantino optó, en primer
lugar por llevarlo a la Euro 2012 por delante de futbolistas emergentes
como Adrián, y de promocionarlo más tarde en el torneo ante Fernando
Llorente o Negredo, que venían de mejores rachas.
Mención
especial merece el caso de Pepe Reina, en regresión en el Liverpool y
sobrepasado en méritos con claridad por porteros como Roberto Jiménez o
Andrés Fernández pero que mantiene su puesto debido al peso que tiene
dentro del grupo.
Encajadas todas las piezas básicas, Del Bosque
es capaz también de contentar a los meritorios. Incluso futbolistas que
no entraron en la lista para la Euro, como Monreal o Soldado, han
regresado al combinado nacional, sabedores que están a un pasito de una
gran cita. La entrada del delantero valenciano se produce en detrimento
de Llorente, a quien el seleccionador sí llevó a Puerto Rico para
separarle de los complejos momentos que atravesaba en el Athletic.
Todas
las decisiones parten de un sistema de contrapesos ideado por Vicente
del Bosque para gestionar el grupo. El patente feudalismo de la
selección no está reñido con el trasiego de futbolistas que entran y
salen, a los que el técnico concede sus momentos de exposición. Una
fórmula exitosa, asumida por todos, que mantiene un bloque con los roles
definidos y la voracidad latente.
La vuelta de Villa, la bula a Xavi para evitar el viaje a Puerto Rico o la oscilación de los delanteros le sirven para recompensar a pesos pesados y hacer partícipes a meritorios