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El partido del Real Madrid ante el Deportivo de la Coruña resultó
esclarecedor. Sobre todo su primera mitad, en la que José Mourinho
resolvió reunir a sus futbolistas más imaginativos. El manager dio
entrada a Luka Modric como mediocentro y le ofreció como socio a Ozil
además de reubicar a Sergio Ramos en el lateral derecho. El equipo ganó
en dinamismo, profundidad y amplitud.
Por primera vez en la temporada, Mourinho se tomó la licencia de dar
carrete a una fórmula de la que recela. Prescindió de uno de los dos
jugadores de vocación defensiva que normalmente alinea como medíocentros
para dar despegue a Modric, quien dio vuelo y jerarquía al juego del
Madrid. Asociado con Ozil y especialmente Di Maria, el equipo blanco
asumió las riendas del partido.
Es chocante la disposición de Mourinho a reunir a ciertos futbolistas de un corte similar, más basado en el despliegue y la fortaleza
física que en la calidad. Frente al Manchester City, en el debut en la
Champions League, el técnico optó por Essien, Khedira y Xabi Alonso en
el centro del campo. En los últimos metros, la opacidad del equipo fue
galopante debido a la incapacidad de estos futbolistas de emitir un pase
sumario capaz de eliminar líneas de presión. Pese a habitar durante la
mayor parte del encuentro en las proximidades del área, ni Essien ni
Khedira cuentan entre sus virtudes la solución final.
Completamente
diferente es lo que ofrecen jugadores como Modric o Ozil. Durante el
partido, además de conferir al equipo más control sobre el juego, ambos
mejoraron las jugadas y enseñaron una versión más trenzada del Madrid.
Los dos hombres, en al menos una ocasión, dieron pases a la espalda de
la defensa que dejaron en franquicia a un compañero, como ocurrió en el
gol de Di Maria, que resolvió tras una seductora asistencia de Di Maria,
que congeló a la defensa del Deportivo.
Más sinfónico por
dentro, el Madrid también tuvo más filo por fuera. El regreso puntual de
Sergio Ramos al costado diestro cambió la cara al equipo por el flanco.
Se incorporó con la potencia que atesora, tiró centros y se atrevió a
llegar. Un abanico ofensivo en las antípodas de lo que da en la derecha
el pacato Arbeloa, un correcto lateral defensivo pero sin armas para dar
amplitud o generar peligro. Una disfunción que el manager, desde que
refundó a Ramos como central, no ha acertado a corregir con la
contratación de un futbolista más dinámico.
Con el clásico a la
vista, el Madrid enseño sus dos caras en el partido ante el Deportivo.
Durante la primera mitad, el conjunto fue más armónico y generó un
volumen de llegadas considerable. Por el camino, no perdió la
consistencia que podría presuponerse tras prescindir de jugadores más
defensivos. Ejerció el dominio del partido en base al control de la
pelota, a la organización con el balón y la asociación de sus mejores
futbolistas. En la segunda, más desatado, sin Ozil y sin Modric fue más
largo y estirado, más frontal. Casi siempre que se ha enfrentado al
Barcelona, Mourinho ha resuelto apostar por jugadores más abnegados que
talentosos.
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