Quedan nueve jornadas para que termine la Liga. Tiempo suficiente para sacar la cabeza o terminar de hundirla. En el Celta, cualquier partido es sinónimo de final y el Rayo, en cambio, no quiere oír hablar de Europa después de la relajación vivida la pasada campaña y que condujo a un desenlace que podría haber sido escrito por Alfred Hitchcock, con el gol de Falcao en Villarreal y el posterior 'Tamudazo' en Vallecas, que permitió a los madrileños, sobre la bocina, seguir disputando esta temporada en la máxima categoría. Por eso, este choque se puede considerar que mide la necesidad contra cautela, la pesadilla del descenso frente al sueño europeo.
A pesar de que Celta y Rayo están distanciados por 17 puntos en la tabla, con aspiraciones distintas, las rachas de ambos conjuntos discurren en paralelo, no invitando al optimismo, asustando por la tendencia bajista que lo corrobora el hecho de que sendos equipos han firmado sólo una victoria en sus últimas seis citas en el torneo, poco botín para la larga travesía que queda hasta junio.
Una de los principales obsesiones para los locales es conseguir la solidez en casa. Los olívicos no pueden ampararse al factor cancha dado que Balaídos parece más el lugar propicio para que los rivales se luzcan -arrastran diez jornadas consecutivas encajando algún gol en casa- y los franjirrojos, además, son especialistas en sacar algún rédito de sus visitas a Vigo -el Rayo no pierde en el feudo celeste desde 1997, siete encuentros- por lo que la entidad gallega ha hecho un guiño al aficionado céltico, abaratando el precio de la entrada, con el fin de lograr apoyo desde la grada.
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