* Enorme segundo tiempo del portugués ante un Valencia con 10 futbolistas
* Polémica actuación de Pérez Lasa, con errores repartidos por igual
* El Madrid no funcionó el día en que Mourinho cambió de plan con un trivote
Cinco días después del histórico revolcón del Camp Nou, las mejores y peores noticias del Madrid procedieron de Cristiano Ronaldo, autor de un segundo tiempo de rompe y rasga, con dos goles para derribar a un Valencia trabajador y sin mordiente. El espectacular rendimiento del portugués contrastó con el declinante nivel de su equipo, privado de Higuaín por lesión y de Benzema por los sorprendentes designios de Mourinho, que antes de la hora de juego debió rectificar el esquema. La expulsión de Albelda y las cabalgadas de Cristiano hicieron el resto.
Corría el minuto 70 cuando el madridismo temblaba por algo más que por el frío. Poco quedaba del Madrid reciente, que atravesaba rivales como un tifón por la Conchinchina. Tras desperdiciar un par de ocasiones claras, se temía severamente por el resultado. Así que tuvo que ser Cristiano quien asumiera el mando de las operaciones. Una militarización en el Bernabéu, que por algo todo el país se mantiene en estado de alarma. Todo el poder para Cristiano, capaz de cualquier cosa ante cualquier equipo distinto del Barcelona.
Había pasado todo el primer tiempo incómodo en su nuevo molde, como principal referente arriba. Se marchó al vestuario con un sublime taconazo al palo, aunque parecía fuera de su ambiente ideal, donde ha rozado la perfección en los primeros meses de campeonato. Así que cuando compareció Benzema para esperar la jugada de espaldas o para buscar el pase de primeras, Cristiano se quitó las ataduras y se puso a correr. Y claro, en ese ecosistema es una bestia parda.
Sin velocidad, sin mordiente
Con la zurda y la diestra, una vez por cada banda, con asistencia de Özil y con la obligada inacción de Lassana, Cristiano fue demasiado para un Valencia correcto, pero no convincente. Su portero se empeñó en trasladar demasiadas dudas, aunque resolvió otras acciones con singular fortuna. Su trivote (Albelda, Tino Costa y Maduro) mantuvo a raya el caudal blanco durante muchos minutos, aunque quizá con Banega su botín habría sido mayor.
Entre esas dos aguas navegó toda la noche Emery, lejos de las cimas alcanzadas durante el primer tiempo en el Camp Nou. Su Valencia llegó en el primer minuto con un disparo cruzado de Soldado y otro madrugador zurdazo de Mata, desviado por Casillas a córner. Desde entonces, poco más, salvo algún acercamiento a balón parado. Se aplicaba el equipo en achicar los espacios a Alonso y evitar los contragolpes locales. Maduro la movía bien y el Madrid apenas sorprendía a la espalda.
Sólo Di María se empeñaba con su goteo por la derecha, mientras Özil se mantenía al margen. Así que tuvo que ser Khedira quien se presentara por primera vez mano a mano con Guaita. Corría el minuto 34. Falló el alemán igual que pifió el control Marcelo en la siguiente para desperdiciar la mejor transición del Madrid. El ya citado taconazo de Cristiano mandó a todos al descanso. Y todo cambió después.
Dos claras tras el descanso
Volvió medio dormido el Valencia para regalar dos clarísimas a Cristiano y Di María, que cada cual erró a su manera. Uno por egoísta y el otro por atrevido. Más reprochable la del chico de Rosario, con una inexplicable vaselina cuando se necesitaba una solución tan sencilla como eficaz. Esas dos acciones eran sólo un aperitivo de los males que acechaban al grupo de Emery. Sobre todo tras la expulsión de Albelda y la rectificación de Mourinho.
Pérez Lasa hizo caso a su juez de línea y le mandó a la caseta tras un corte que pareció con el hombro. La inferioridad pesó demasiado en el grupo 'che', cada vez más empotrado en su área, donde ya por entonces pululaba Benzema. Emery vio fatigado a Jordi Alba y puso una tirita con Miguel. Incluso se atrevió con Banega en lugar de Mata. El caso es que ya no había nada que hacer.
Queda dicho que resolvió Cristiano con una autoridad incuestionable, que por algo ha anotado siete de los últimos 10 goles de su equipo. Mourinho, feliz con el 1-0, metió a Mahamadou Diarra y prescindió de Di María, derribado en penalti por Miguel en el minuto 77. Un gesto tan habitual en él como extraño para el Bernabéu. Guardó el resultado y se encontró con la sentencia, también de CR-7. Incluso pudo marcar Benzema en otra llegada mortal, aunque los dioses abandonaron hace tiempo al francés. El Madrid tampoco tenía de su parte a las musas. Para esos días, con Pellegrini, Mourinho o Maguregui, siempre le quedará Cristiano Ronaldo.