Sobraron dos minutos al choque de ayer. Y le faltó vista al colegiado madrileño, Carlos Velasco Carballo, que pitó como falta a favor del Athletic de Bilbao una infracción de Fernando Llorente sobre Demichelis cuando el tiempo ya estaba cumplido. Javi Martínez, el más alto, el más listo de la clase, no desaprovechó la ocasión y frustró el sueño blanquiazul de sumar dos victorias consecutivas, algo que no se produce desde la pasada campaña. El empate definitivo (1-1) se produjo cuando la afición acariciaba ya las mieles de un triunfo merecido, sobre todo en la segunda parte.
Este Málaga está en proceso de construcción, de ensamblaje de los nuevos elementos, todos ellos de calidad pero que requieren tiempo para adaptarse a la flamante situación. Y los seguidores malaguistas, que tienen una importancia clave en esta transición, deben tener paciencia.
Un desajuste defensivo impidió al bloque dirigido por Manuel Pellegrini llevarse ayer los tres puntos, que hubieran sabido a gloria en pleno proceso de recuperación, de despertar liguero. Pero también fue un error del árbitro, que se empeñó en pitar infracciones en contra del Málaga al final –hubo gritos de ´Villarato, Villarato´ de un sector del público–, una de las cuales supuso el 1-1.
El empate, por lo visto ayer, por el rival que había enfrente y lo que ha hecho hasta la fecha a domicilio en el campeonato liguero y por el cúmulo de oportunidades albicelestes, supo a ´palo´, a decepción. Pero no hay tiempo para lamentaciones.
Con la inclusión de los cuatro fichajes que podían jugar –todos menos Baptista–, el Málaga CF era otro respecto a la alineación que presentó en El Molinón, con Asenjo, Demichelis, Maresca y Camacho en lugar de Arnau, Kris, Recio y Eliseu –éste, sancionado–.
El conjunto albiceleste vivió de zarpazos en la primera mitad, ésos que suele utilizar el Athletic de Bilbao, aunque más bien a balón parado. Aunque no gozó de la posesión del balón en el primer tramo de ese primer periodo ni mantuvo la iniciativa, sí llevó peligro por momentos.
Dos derechazos de Apoño –el primero se le fue alto y el segundo obligó a Iraizoz a lucirse casi al borde del descanso– y uno de Duda, que también despejó el meta vizcaíno con apuros, merecieron la ventaja en el marcador. Porque el cuadro dirigido por Joaquín Caparrós apenas hizo nada del otro mundo. El utrerano blindó el centro de campo al situar a Iturraspe por detrás de Fernando ´Floris´ Llorente, con lo que acumulaba más hombres en la parcela ancha y, con ello, el balón parecía destinado al cuadro vasco. Ahí sí sufría el bloque blanquiazul, que parecía disfrutar cuando tenía la pelota en su poder.
Con destellos de calidad, el Málaga CF se fue haciendo, poco a poco, con el merecimiento al triunfo. Apoño demostraba que tiene ansias de volver a ser el que fue. El palmillero fue el mejor, con creces, de la primera parte, en la que alternó las posiciones en las bandas –comenzó volcado como falso extremo diestro– con Duda. El portugués también parecía entonado y más acertado en las acciones a balón parado: faltas y saques de esquina.
Respecto a los refuerzos, Demichelis, aunque Llorente le ganó la espalda con facilidad en alguna ocasión, demostró sus dotes de líder en la zaga; Camacho se cargó pronto con una tarjeta amarilla, pero se mostró seguro en la recuperación de balones, bien posicionado; Maresca arrancó algo perdido –como en la Copa–, pero luego se le vio muy vivo; y Asenjo apenas tuvo que intervenir, salvo en un zurdazo envenenado de Iturraspe.
Hacía falta un gol para demostrar que ese despertar del letargo no era un espejismo. Con los mismos mimbres tras la reanudación, el Málaga no terminaba de explotar. Y Manuel Pellegrini apostó por Recio y el balón se vistió de albiceleste, con juego, velocidad a la contra y oportunidades varias para mover el electrónico.
El Málaga se disfrazó de felino para meter zarpazos al contragolpe, primero con Quincy, que pidió penalti por agarrón, y más tarde con Sebas, que entró enchufado. Tras un testarazo de Rondón que debió entrar y dos remates consecutivos del charrúa, llegó el gol. Fue con la mejor arma del Athletic, a balón parado. Un córner botado por Duda, que ayer estuvo genial, y rematado de forma impecable en el primer palo por Demichelis, que marcó en su estreno liguero. Mejor, en teoría, imposible. Porque ese tanto debía darle el triunfo al bloque malaguista. Al fin el Málaga rompió la muralla bilbaína. Caparrós metió a un tercer hombre arriba: Ígor Martínez. Puso toda la carne en el asador. El Málaga se defendía ´como gato panza arriba´ frente a los leones.
Los jugadores del Athletic, impotentes, se limitaban a forzar todo tipo de infracciones –hasta tres– lo más cerca posible del área malaguista. El árbitro picó. Y en el último suspiro, cuando todo el mundo esperaba el final, Llorente hizo falta a Demichelis. Velasco Carballo la pitó en contra. Javi Martínez le ganó la posición al argentino y de un cabezazo –casi con la nuca– anotó un empate injusto.
Señor pellegrini,empiece usted hablar de los arbitros,porque esto no es el madrid,esta gentuza nos meten en 2ª de cabeza.
Este Málaga está en proceso de construcción, de ensamblaje de los nuevos elementos, todos ellos de calidad pero que requieren tiempo para adaptarse a la flamante situación. Y los seguidores malaguistas, que tienen una importancia clave en esta transición, deben tener paciencia.
Un desajuste defensivo impidió al bloque dirigido por Manuel Pellegrini llevarse ayer los tres puntos, que hubieran sabido a gloria en pleno proceso de recuperación, de despertar liguero. Pero también fue un error del árbitro, que se empeñó en pitar infracciones en contra del Málaga al final –hubo gritos de ´Villarato, Villarato´ de un sector del público–, una de las cuales supuso el 1-1.
El empate, por lo visto ayer, por el rival que había enfrente y lo que ha hecho hasta la fecha a domicilio en el campeonato liguero y por el cúmulo de oportunidades albicelestes, supo a ´palo´, a decepción. Pero no hay tiempo para lamentaciones.
Con la inclusión de los cuatro fichajes que podían jugar –todos menos Baptista–, el Málaga CF era otro respecto a la alineación que presentó en El Molinón, con Asenjo, Demichelis, Maresca y Camacho en lugar de Arnau, Kris, Recio y Eliseu –éste, sancionado–.
El conjunto albiceleste vivió de zarpazos en la primera mitad, ésos que suele utilizar el Athletic de Bilbao, aunque más bien a balón parado. Aunque no gozó de la posesión del balón en el primer tramo de ese primer periodo ni mantuvo la iniciativa, sí llevó peligro por momentos.
Dos derechazos de Apoño –el primero se le fue alto y el segundo obligó a Iraizoz a lucirse casi al borde del descanso– y uno de Duda, que también despejó el meta vizcaíno con apuros, merecieron la ventaja en el marcador. Porque el cuadro dirigido por Joaquín Caparrós apenas hizo nada del otro mundo. El utrerano blindó el centro de campo al situar a Iturraspe por detrás de Fernando ´Floris´ Llorente, con lo que acumulaba más hombres en la parcela ancha y, con ello, el balón parecía destinado al cuadro vasco. Ahí sí sufría el bloque blanquiazul, que parecía disfrutar cuando tenía la pelota en su poder.
Con destellos de calidad, el Málaga CF se fue haciendo, poco a poco, con el merecimiento al triunfo. Apoño demostraba que tiene ansias de volver a ser el que fue. El palmillero fue el mejor, con creces, de la primera parte, en la que alternó las posiciones en las bandas –comenzó volcado como falso extremo diestro– con Duda. El portugués también parecía entonado y más acertado en las acciones a balón parado: faltas y saques de esquina.
Respecto a los refuerzos, Demichelis, aunque Llorente le ganó la espalda con facilidad en alguna ocasión, demostró sus dotes de líder en la zaga; Camacho se cargó pronto con una tarjeta amarilla, pero se mostró seguro en la recuperación de balones, bien posicionado; Maresca arrancó algo perdido –como en la Copa–, pero luego se le vio muy vivo; y Asenjo apenas tuvo que intervenir, salvo en un zurdazo envenenado de Iturraspe.
Hacía falta un gol para demostrar que ese despertar del letargo no era un espejismo. Con los mismos mimbres tras la reanudación, el Málaga no terminaba de explotar. Y Manuel Pellegrini apostó por Recio y el balón se vistió de albiceleste, con juego, velocidad a la contra y oportunidades varias para mover el electrónico.
El Málaga se disfrazó de felino para meter zarpazos al contragolpe, primero con Quincy, que pidió penalti por agarrón, y más tarde con Sebas, que entró enchufado. Tras un testarazo de Rondón que debió entrar y dos remates consecutivos del charrúa, llegó el gol. Fue con la mejor arma del Athletic, a balón parado. Un córner botado por Duda, que ayer estuvo genial, y rematado de forma impecable en el primer palo por Demichelis, que marcó en su estreno liguero. Mejor, en teoría, imposible. Porque ese tanto debía darle el triunfo al bloque malaguista. Al fin el Málaga rompió la muralla bilbaína. Caparrós metió a un tercer hombre arriba: Ígor Martínez. Puso toda la carne en el asador. El Málaga se defendía ´como gato panza arriba´ frente a los leones.
Los jugadores del Athletic, impotentes, se limitaban a forzar todo tipo de infracciones –hasta tres– lo más cerca posible del área malaguista. El árbitro picó. Y en el último suspiro, cuando todo el mundo esperaba el final, Llorente hizo falta a Demichelis. Velasco Carballo la pitó en contra. Javi Martínez le ganó la posición al argentino y de un cabezazo –casi con la nuca– anotó un empate injusto.
Señor pellegrini,empiece usted hablar de los arbitros,porque esto no es el madrid,esta gentuza nos meten en 2ª de cabeza.