Andy Murray volverá a tener la oportunidad de conquistar su primer Grand Slam en Australia sólo un año después de perder la final en Melbourne Park ante Roger Federer. Tras superar a David Ferrer en cuatro mangas, el británico se medirá este domingo (9.30, hora española) a Novak Djokovic.
El escocés Andy Murray se clasificó para su segunda final consecutiva del Open de Australia después de doblegar a David Ferrer por un marcador global de 4-6, 7-6(2), 6-1 y 7-6(2) tras tres horas y cuarenta y seis minutos de juego en un choque disputado en una abarrotada Rod Laver Arena que disfrutó de lo lindo de un duelo tan físico como psicológico.
David Ferrer soñó con jugar su primera final de Grand Slam hasta el último punto. El partido, que no desmereció al espectáculo, tuvo alternativas en el marcador, juego ofensivo, puntos que guardar en la hemeroteca y una intención por parte de los dos tenistas de rayar a su mejor nivel que se tradujo en una gran semifinal. El primer set cayó en la nómina del español, que un partido más se disfrazó de 'Gladiator' para luchar contra las circunstancias. El bregador tenista de Jávea fue quien tuvo la batuta en los primeros compases de partido, muy firme con el servicio y haciendo de su derecha un arma de ataque con el que derribar al contrario. Sin embargo, encajó un break en el séptimo juego que no entraba en sus esquemas, lo que le hizo despertar y finiquitar la primera manga haciéndose con tres juegos consecutivos. Murray, irregular a pesar de su favoritismo, remaba a caballo entre los errores con su derecha y los golpes ganadores con su potente revés a dos manos.
El segundo acto comenzó con una presumible reacción de Murray, que a pesar de perder una ventaja de 2-0 a favor, ofreció el nivel que se espera del número 5 del mundo. El escocés, apoyando desde la grada por su madre Judy, su preparador físico Dani Vallverdu y Caroline Wozniacki, haciendo piña en el grupo de trabajo de Adidas, remontó el vuelo una vez que su primer servicio entró en acción. A pesar de ello, David demostró saber cómo jugar al británico, buscándole los pies en el fondo de pista y variando la dirección de sus golpes para desconcertarle. El alicantino llegó a gozar de bola de set con 5-4 y 30-40 al resto, pero de nuevo el saque de Murray volvió a meterle en el partido. Andy llegó a sacar con 6-5 para cerrar el set a su favor, pero los nervios le jugaron una mala pasada. Llegada la muerte súbita, el pupilo de Alex Corretja, que siguió el partido desde España, dio la estocada igualando virtualmente el marcador.
El varapalo de haber perdido, y de qué forma, el segundo set, desconcentró a un Ferrer que estaba firmando hasta el momento un partido casi perfecto. Pero se fue por momentos del partido. No encontró consuelo ni en su técnico de toda la vida, Javi Piles, que sufría en silencio tanto como su pupilo y amigo sobre la arena. Como aquel esclavo que se batía en duelo frente a los leones con la simple defensa de una malla y una daga, David se vio en pañales ante un resurgido Murray, a quien comenzó a funcionarle todo: su derecha en aceleración, sus dejadas y globos defensivos, su revés cruzado, pero sobre todo su servicio, que marcaban el ritmo a seguir. A pesar de un último juego vibrante, el marcador lucía un contundente 6-1 que parecía terminar de hundir al español.
Si algo se criticó de aquella semifinal del US Open 2007 en la que Ferrer cayó ante Djokovic, fue que no luchara hasta el final. Así, a pesar de verse con 2-0 abajo en el marcador en el inicio de la cuarta manga, David sacó fuerzas de flaqueza, se tapó la herida y siguió peleando. Luchó lo indecible, se apoyó en los errores de su rival, atenazado por los nervios por momentos, y consiguió voltear el marcador. Tuvo, incluso, un par de ocasiones en las que poder dar la puntilla y rematar la faena, pero, más por aciertos del rival que por deméritos propios, no lo consiguió. Se fue al tie.break con el runrún en la cabeza de haber gozado de nuevo de una bola de set al resto, como ocurrió en el segundo set, y así la resolución fue la misma. Ganó Murray, que apenas tuvo oposición para sellar su pase a la final.
Ferrer se despide de Australia con el sabor agridulce de haber firmado una buena actuación, pero verse apeado de la gran final; de ascender al sexto puesto de la clasificación mundial, pero saberse merecedor de cotas más altas; de perder sabiendo que ha hecho todo para merecer ganar. Murray, por su parte, jugará su segunda final consecutiva en Melbourne y la tercera de Grand Slam, buscando su primer gran título. Su rival será Novak Djokovic, que con un día más de descanso dijo ver este partido desde la habitación de su hotel comiendo palomitas. Murray y Djokovic se han visto las caras en siete ocasiones hasta la fecha, con un bagaje de 4-3 favorable al de Belgrado. El domingo, uno de los dos, tomará el relevo de Roger Federer como campeón del Open de Australia.
(MARCA.COM)
El escocés Andy Murray se clasificó para su segunda final consecutiva del Open de Australia después de doblegar a David Ferrer por un marcador global de 4-6, 7-6(2), 6-1 y 7-6(2) tras tres horas y cuarenta y seis minutos de juego en un choque disputado en una abarrotada Rod Laver Arena que disfrutó de lo lindo de un duelo tan físico como psicológico.
David Ferrer soñó con jugar su primera final de Grand Slam hasta el último punto. El partido, que no desmereció al espectáculo, tuvo alternativas en el marcador, juego ofensivo, puntos que guardar en la hemeroteca y una intención por parte de los dos tenistas de rayar a su mejor nivel que se tradujo en una gran semifinal. El primer set cayó en la nómina del español, que un partido más se disfrazó de 'Gladiator' para luchar contra las circunstancias. El bregador tenista de Jávea fue quien tuvo la batuta en los primeros compases de partido, muy firme con el servicio y haciendo de su derecha un arma de ataque con el que derribar al contrario. Sin embargo, encajó un break en el séptimo juego que no entraba en sus esquemas, lo que le hizo despertar y finiquitar la primera manga haciéndose con tres juegos consecutivos. Murray, irregular a pesar de su favoritismo, remaba a caballo entre los errores con su derecha y los golpes ganadores con su potente revés a dos manos.
El segundo acto comenzó con una presumible reacción de Murray, que a pesar de perder una ventaja de 2-0 a favor, ofreció el nivel que se espera del número 5 del mundo. El escocés, apoyando desde la grada por su madre Judy, su preparador físico Dani Vallverdu y Caroline Wozniacki, haciendo piña en el grupo de trabajo de Adidas, remontó el vuelo una vez que su primer servicio entró en acción. A pesar de ello, David demostró saber cómo jugar al británico, buscándole los pies en el fondo de pista y variando la dirección de sus golpes para desconcertarle. El alicantino llegó a gozar de bola de set con 5-4 y 30-40 al resto, pero de nuevo el saque de Murray volvió a meterle en el partido. Andy llegó a sacar con 6-5 para cerrar el set a su favor, pero los nervios le jugaron una mala pasada. Llegada la muerte súbita, el pupilo de Alex Corretja, que siguió el partido desde España, dio la estocada igualando virtualmente el marcador.
El varapalo de haber perdido, y de qué forma, el segundo set, desconcentró a un Ferrer que estaba firmando hasta el momento un partido casi perfecto. Pero se fue por momentos del partido. No encontró consuelo ni en su técnico de toda la vida, Javi Piles, que sufría en silencio tanto como su pupilo y amigo sobre la arena. Como aquel esclavo que se batía en duelo frente a los leones con la simple defensa de una malla y una daga, David se vio en pañales ante un resurgido Murray, a quien comenzó a funcionarle todo: su derecha en aceleración, sus dejadas y globos defensivos, su revés cruzado, pero sobre todo su servicio, que marcaban el ritmo a seguir. A pesar de un último juego vibrante, el marcador lucía un contundente 6-1 que parecía terminar de hundir al español.
Si algo se criticó de aquella semifinal del US Open 2007 en la que Ferrer cayó ante Djokovic, fue que no luchara hasta el final. Así, a pesar de verse con 2-0 abajo en el marcador en el inicio de la cuarta manga, David sacó fuerzas de flaqueza, se tapó la herida y siguió peleando. Luchó lo indecible, se apoyó en los errores de su rival, atenazado por los nervios por momentos, y consiguió voltear el marcador. Tuvo, incluso, un par de ocasiones en las que poder dar la puntilla y rematar la faena, pero, más por aciertos del rival que por deméritos propios, no lo consiguió. Se fue al tie.break con el runrún en la cabeza de haber gozado de nuevo de una bola de set al resto, como ocurrió en el segundo set, y así la resolución fue la misma. Ganó Murray, que apenas tuvo oposición para sellar su pase a la final.
Ferrer se despide de Australia con el sabor agridulce de haber firmado una buena actuación, pero verse apeado de la gran final; de ascender al sexto puesto de la clasificación mundial, pero saberse merecedor de cotas más altas; de perder sabiendo que ha hecho todo para merecer ganar. Murray, por su parte, jugará su segunda final consecutiva en Melbourne y la tercera de Grand Slam, buscando su primer gran título. Su rival será Novak Djokovic, que con un día más de descanso dijo ver este partido desde la habitación de su hotel comiendo palomitas. Murray y Djokovic se han visto las caras en siete ocasiones hasta la fecha, con un bagaje de 4-3 favorable al de Belgrado. El domingo, uno de los dos, tomará el relevo de Roger Federer como campeón del Open de Australia.
(MARCA.COM)