Guardiola conoció a Bielsa hace cinco años y sintonizó de pleno con la apasionada filosofía de juego del entrenador argentino, al que venera y al que se enfrenta mañana en San Mamés.
El 10 de octubre de 2006, Josep Guardiola viajó en coche de Buenos Aires a Rosario para reunirse con Marcelo Bielsa. El encuentro entre dos tipos con visceral curiosidad infantil generó escenas impagables, tremendas disputas de concepto y, finalmente, consecuencias futbolísticas eternas, porque además de una relación fundamentada en el respeto, se gestó otra personal, basada en una devoción sincera.
Bielsa descubrió a un tipo tan apasionado como él mismo por la razón del juego -locura le llaman algunos- y Guardiola obtuvo justificación verbal para muchas de sus convicciones, carentes de razón. Seguramente por eso, el día que Guardiola fue presentado como nuevo entrenador del Barcelona, alguien reparó en que en gran parte del discurso se refería al libro Lo suficientemente loco, publicado por Ediciones Corregidor en 2004, y firmado por Ariel Senosiain, una biografía de Bielsa. "¿Qué te crees, que nací enseñado?", respondió Guardiola al ser advertido de ello.
"Puedo perdonar jugar bien o mal, pero el talento depende de la inspiración y el esfuerzo depende de cada uno; la actitud es innegociable". "Solo sirve ganar, todos los sistemas son buenos, pero no puedo ganar sin transmitir lo que siento". "No concibo otra manera de encarar el partido que no sea ser protagonistas, ir a buscar y hacer nuestro el partido". "Soy un fan absoluto del fútbol de ataque, cuando veo la pelota en el campo contrario estoy muy tranquilo". "Planteo los partidos pensando en cómo hacer daño al rival". "Atacaremos mejor si defendemos mejor y defenderemos mejor si atacamos mejor". "Uno solo es poca cosa, juntos somos más fuertes". "Mi trabajo es sacar el máximo potencial de mis jugadores". "Tenemos derecho a jugar mal". Son frases que Guardiola, antes o después, ha usado.
Bielsa ha dicho: "El fútbol es una cuestión de actitud, aprendí del deporte el valor del esfuerzo". "Correr es un acto voluntario, no de inspiración". "Entrenar es ser capaz de poner en juego las facultades habilitadas a un jugador por la naturaleza". "El fútbol descansa sobre cuatro premisas fundamentales, cómo pasar de la defensa al ataque y del ataque a la defensa". "Mi equipo siempre ha de ser protagonista, nunca pienso en la espera". "Lo fundamental es ocupar la cancha". "Ningún equipo juega siempre bien". ¿Les suena? Su discurso es tremendamente parecido, porque lo es su manera de sentir el juego. Además, por concepto son devotos del Ajax de Van Gaal, especialmente por cómo ocupaba aquel equipo los espacios.
El primer punto que entronca la locura de Pep en la sinrazón de Bielsa remite al sentimiento. "Nada será parecido a ganar con el Barcelona", ha dicho Guardiola. Igualmente, nunca una victoria le generó tanto a Bielsa como los triunfos que obtuvo cuando era entrenador de Newell's Old Boys. Y ambos se unen en el dolor de la derrota por lo que supone de defraudar el sentimiento ajeno. A partir de ahí son dos cartesianos comunes, definidos por el método, pero eso es otra cuestión. Ambos, sin tener facultades naturales para jugar donde jugaron, cumplieron sus sueños futbolísticos por su asombrosa capacidad para entender el concepto de juego, siendo capaces de sacar ventaja de sus limitaciones. Los dos envidiaron a futbolistas que les superaron, y a los dos se les obligó a reflexionar extraordinariamente sobre la esencia del juego para salir vivos del intento. Los dos se rebelan ante futbolistas que malgastan el don que les da la naturaleza, porque ellos carecieron de él, pero ambos tratan de dar mecanismos a sus jugadores para que disfruten del concepto.
Como entrenadores, Bielsa y Guardiola buscan que sus equipos manden por norma, ser protagonistas del partido de manera decidida y persiguen el gol por encima de cualquier axioma, así que sufren cuando no tienen el balón. Ninguno se refugia en excusas cuando catan la derrota, sensación que les enferma y les aísla, porque la sufren con vergüenza del que decepciona y rehuyen escudarse en el calendario, el horario o en los árbitros, porque ambos saben que son circunstancias del juego que no pueden controlar. En eso, también Bielsa resulta más visceral que Guardiola.
A ambos les mata la deslealtad, así que su círculo se cuida de dar razones para que sospechen de una manera sectaria, sabiendo que la traición se paga con el desprecio eterno. Los dos necesitan que el grupo les arrope, ideológica y funcionalmente, aunque a ninguno sea fácil seguirles el ritmo de trabajo. Perfeccionistas brutales, su mirada puede ser neurótica, enfermiza en la defensa del jugador, sobre todo si falla.
Unidos en su locura, ambos disfrutan en su vida privada de una mujer culta e inteligente a su lado. Ellas asumen y son conscientes de que, a menudo, cuando hablan a sus maridos, estos piensan en Messi. Les tienen por locos pero hay quien adivina que son felices en esa sinrazón.
A Ver si el Maestro puéde Doblegar al Equípo de su Discípulo.
El 10 de octubre de 2006, Josep Guardiola viajó en coche de Buenos Aires a Rosario para reunirse con Marcelo Bielsa. El encuentro entre dos tipos con visceral curiosidad infantil generó escenas impagables, tremendas disputas de concepto y, finalmente, consecuencias futbolísticas eternas, porque además de una relación fundamentada en el respeto, se gestó otra personal, basada en una devoción sincera.
Bielsa descubrió a un tipo tan apasionado como él mismo por la razón del juego -locura le llaman algunos- y Guardiola obtuvo justificación verbal para muchas de sus convicciones, carentes de razón. Seguramente por eso, el día que Guardiola fue presentado como nuevo entrenador del Barcelona, alguien reparó en que en gran parte del discurso se refería al libro Lo suficientemente loco, publicado por Ediciones Corregidor en 2004, y firmado por Ariel Senosiain, una biografía de Bielsa. "¿Qué te crees, que nací enseñado?", respondió Guardiola al ser advertido de ello.
"Puedo perdonar jugar bien o mal, pero el talento depende de la inspiración y el esfuerzo depende de cada uno; la actitud es innegociable". "Solo sirve ganar, todos los sistemas son buenos, pero no puedo ganar sin transmitir lo que siento". "No concibo otra manera de encarar el partido que no sea ser protagonistas, ir a buscar y hacer nuestro el partido". "Soy un fan absoluto del fútbol de ataque, cuando veo la pelota en el campo contrario estoy muy tranquilo". "Planteo los partidos pensando en cómo hacer daño al rival". "Atacaremos mejor si defendemos mejor y defenderemos mejor si atacamos mejor". "Uno solo es poca cosa, juntos somos más fuertes". "Mi trabajo es sacar el máximo potencial de mis jugadores". "Tenemos derecho a jugar mal". Son frases que Guardiola, antes o después, ha usado.
Bielsa ha dicho: "El fútbol es una cuestión de actitud, aprendí del deporte el valor del esfuerzo". "Correr es un acto voluntario, no de inspiración". "Entrenar es ser capaz de poner en juego las facultades habilitadas a un jugador por la naturaleza". "El fútbol descansa sobre cuatro premisas fundamentales, cómo pasar de la defensa al ataque y del ataque a la defensa". "Mi equipo siempre ha de ser protagonista, nunca pienso en la espera". "Lo fundamental es ocupar la cancha". "Ningún equipo juega siempre bien". ¿Les suena? Su discurso es tremendamente parecido, porque lo es su manera de sentir el juego. Además, por concepto son devotos del Ajax de Van Gaal, especialmente por cómo ocupaba aquel equipo los espacios.
El primer punto que entronca la locura de Pep en la sinrazón de Bielsa remite al sentimiento. "Nada será parecido a ganar con el Barcelona", ha dicho Guardiola. Igualmente, nunca una victoria le generó tanto a Bielsa como los triunfos que obtuvo cuando era entrenador de Newell's Old Boys. Y ambos se unen en el dolor de la derrota por lo que supone de defraudar el sentimiento ajeno. A partir de ahí son dos cartesianos comunes, definidos por el método, pero eso es otra cuestión. Ambos, sin tener facultades naturales para jugar donde jugaron, cumplieron sus sueños futbolísticos por su asombrosa capacidad para entender el concepto de juego, siendo capaces de sacar ventaja de sus limitaciones. Los dos envidiaron a futbolistas que les superaron, y a los dos se les obligó a reflexionar extraordinariamente sobre la esencia del juego para salir vivos del intento. Los dos se rebelan ante futbolistas que malgastan el don que les da la naturaleza, porque ellos carecieron de él, pero ambos tratan de dar mecanismos a sus jugadores para que disfruten del concepto.
Como entrenadores, Bielsa y Guardiola buscan que sus equipos manden por norma, ser protagonistas del partido de manera decidida y persiguen el gol por encima de cualquier axioma, así que sufren cuando no tienen el balón. Ninguno se refugia en excusas cuando catan la derrota, sensación que les enferma y les aísla, porque la sufren con vergüenza del que decepciona y rehuyen escudarse en el calendario, el horario o en los árbitros, porque ambos saben que son circunstancias del juego que no pueden controlar. En eso, también Bielsa resulta más visceral que Guardiola.
A ambos les mata la deslealtad, así que su círculo se cuida de dar razones para que sospechen de una manera sectaria, sabiendo que la traición se paga con el desprecio eterno. Los dos necesitan que el grupo les arrope, ideológica y funcionalmente, aunque a ninguno sea fácil seguirles el ritmo de trabajo. Perfeccionistas brutales, su mirada puede ser neurótica, enfermiza en la defensa del jugador, sobre todo si falla.
Unidos en su locura, ambos disfrutan en su vida privada de una mujer culta e inteligente a su lado. Ellas asumen y son conscientes de que, a menudo, cuando hablan a sus maridos, estos piensan en Messi. Les tienen por locos pero hay quien adivina que son felices en esa sinrazón.
A Ver si el Maestro puéde Doblegar al Equípo de su Discípulo.