El Real Madrid tiene media Liga en el bolsillo. El Barcelona se la brindó en bandeja el sábado y el cuadro merengue no rehuyó la invitación. El Levante,
invitado de excepción al convite, no dio su brazo a torcer, e incluso
se adelantó en el marcador. Sin embargo, con ese manjar en juego, el Real Madrid acabó entonando el do de pecho en un partido coralmente excepcional, y con un solista Cristiano Ronaldo estratosférico, marcando tres goles. El último, merced a un tomahawk de esos inigualables.
Cierto es que el partido se desniveló al borde del descanso tras el penalti y la expulsión de Iborra, pero no es menos cierto que hasta el momento el Real Madrid había dado ya sobradas muestras de que los diez puntos de ventaja caerían sí o sí este domingo. Como así fue.
Y ello aun con un inicio dubitativo. Pues pese a que el Real Madrid
debiera tener toda la ilusión y la concentración del mundo desde que el
sábado a las 22:00 acabara el partido blaugrana en Pamplona, el inicio
del choque no fue ni mucho menos halagüeño.
Y es que el Levante se adelantó en el marcador a los cuatro minutos con un gol de Cabral, cómo no de cabeza, y cómo no, en una jugada a balón parado. El punto más negro de cuantos tiene el equipo blanco esta campaña.
Sin
embargo, el gol fue tan sólo un espejismo eso sí, pues desde el mismo
momento en que los granotas dejaron de celebrar el tanto, el Real Madrid
se volcó sobre la portería de Munúa, haciendo sentir a los jugadores
del Levante como sardinas en conserva: enlatados.Antes del descanso, Higuaín
bien pudo haber marcado al saque de un córner al minuto diez, pero su
tiro se estrelló en el palo. Y poco después su chut se marchó lamiendo
el palo. Munúa despejó de forma poco ortodoxa un tomahawk de Ronaldo al saque de una falta que iba camino de romper la red. Y el meta visitante también le sacó al Pipita de nuevo un mano a mano.
Tuvo
que ser desde los once metros como el Real Madrid igualara el partido,
gracias a un Ronaldo que engañó a un inquieto Munúa en la línea de gol.
Todo merced a un penalti cometido por Iborra al tocar
el cuero con las manos dentro del área, y que fue más que discutido por
los visitantes al entender que había empujón previo. Sin embargo, si
bien es cierto que la decisión de Undiano Mallenco puede ser debatible, pues además le costó la segunda tarjeta amarilla al mediocampista granota, no es menos cierto que anuló un gol legal a Benzema, y que bien pudo haber pitado la pena máxima antes por otras manos de Iborra. Como suele suceder en estos casos en los que los focos recaen sobre el árbitro, nunca llueve a gusto de todos.
Sea como fuere, la susodicha jugada
supuso un giro brutal en la trama. Y es que si el Real Madrid ya estaba
asediando al Levante antes de ese minuto 42, con el marcador igualado y
jugando contra uno menos ya sí que no hubo color. Y de hecho, al cuadro
blanco apenas le costó siete minutos volver a marcar. Los tres que quedaban de la primera mitad, más otros cuatro de la segunda, momento en el que los pupilos de Mourinho se sacaron de la nada el segundo gol.
Con la defensa visitante colocada, bastó un pase profundo de Benzema a Higuaín, un centro lateral del argentino y un desmarque de Ronaldo para que el portugués rompiera la igualdad en el marcador de un certero cabezazo desde el balcón del área pequeña.
Y
casi sin tiempo para degustarlo, llegó la puntilla al partido, el plato
fuerte del encuentro. Un chutazo de Ronaldo desde casi los 30 metros en
diagonal hacia la portería que se coló sin que Munúa pudiera hacer más
que acompañarlo con una ineficiente pirueta. Era el tercer gol del ‘7’
merengue en el partido, el número 27 en Liga en apenas
22 partidos, y la guinda a un partidazo del portugués. Motivos más que
suficientes para que la grada del Bernabéu coreara su nombre, dando por
olvidados así los pitos de hace tan sólo unas semanas.
Así celebró CR7 su impresionante gol, con el técnico Mourinho y uno de sus asistentes
Koné
recortaría distancias para el Levante al cabecear a gol (sí, cabecear
otra vez) sin oposición un centro lateral. El marfileño renunció a la Copa de África,
y al menos veía así de alguna manera recompensada su decisión de
perderse la final que a esa misma hora jugaba Costa de Marfil.
Sin
embargo, el tanto no fue más que otra decepción para los granotas. Un
insulso lametazo a una piruleta que cuatro minutos después le quitaría Benzema
al marcar el cuarto para los blancos. El francés está de dulce, ya sea
de delantero, de extremo izquierdo, y da la sensación que también lo
estaría de portero o de central. Venía siendo uno de los mejores del
choque y encontró su recompensa con un gol delicioso, tras recortar a su
par dentro del área y marcar con un chut al palo largo. Un tanto muy de
su compatriota Henry. Muy de guiñol, también.
De ahí hasta el final, el Real Madrid se gustó con detalles de muchos quilates. Como un tiro de Özil al palo tras un túnel escandaloso a Ballesteros, que por cierto acabó mosqueándose con tanto adorno. Khedira reapareció al grito unánime del Bernabéu de "la final de Copa no se juega aquí".
Y Özil abandonó el campo bajo una ovación multitudinaria del
respetable, que convirtió una gélida noche en toda una fiesta. La
ocasión lo merecía. Son ya diez puntos de ventaja respecto al Barcelona.
Media Liga en el bolsillo.
Resultado previsible y eso que el Levante dio la cara.
invitado de excepción al convite, no dio su brazo a torcer, e incluso
se adelantó en el marcador. Sin embargo, con ese manjar en juego, el Real Madrid acabó entonando el do de pecho en un partido coralmente excepcional, y con un solista Cristiano Ronaldo estratosférico, marcando tres goles. El último, merced a un tomahawk de esos inigualables.
Cierto es que el partido se desniveló al borde del descanso tras el penalti y la expulsión de Iborra, pero no es menos cierto que hasta el momento el Real Madrid había dado ya sobradas muestras de que los diez puntos de ventaja caerían sí o sí este domingo. Como así fue.
Y ello aun con un inicio dubitativo. Pues pese a que el Real Madrid
debiera tener toda la ilusión y la concentración del mundo desde que el
sábado a las 22:00 acabara el partido blaugrana en Pamplona, el inicio
del choque no fue ni mucho menos halagüeño.
Y es que el Levante se adelantó en el marcador a los cuatro minutos con un gol de Cabral, cómo no de cabeza, y cómo no, en una jugada a balón parado. El punto más negro de cuantos tiene el equipo blanco esta campaña.
Sin
embargo, el gol fue tan sólo un espejismo eso sí, pues desde el mismo
momento en que los granotas dejaron de celebrar el tanto, el Real Madrid
se volcó sobre la portería de Munúa, haciendo sentir a los jugadores
del Levante como sardinas en conserva: enlatados.Antes del descanso, Higuaín
bien pudo haber marcado al saque de un córner al minuto diez, pero su
tiro se estrelló en el palo. Y poco después su chut se marchó lamiendo
el palo. Munúa despejó de forma poco ortodoxa un tomahawk de Ronaldo al saque de una falta que iba camino de romper la red. Y el meta visitante también le sacó al Pipita de nuevo un mano a mano.
Tuvo
que ser desde los once metros como el Real Madrid igualara el partido,
gracias a un Ronaldo que engañó a un inquieto Munúa en la línea de gol.
Todo merced a un penalti cometido por Iborra al tocar
el cuero con las manos dentro del área, y que fue más que discutido por
los visitantes al entender que había empujón previo. Sin embargo, si
bien es cierto que la decisión de Undiano Mallenco puede ser debatible, pues además le costó la segunda tarjeta amarilla al mediocampista granota, no es menos cierto que anuló un gol legal a Benzema, y que bien pudo haber pitado la pena máxima antes por otras manos de Iborra. Como suele suceder en estos casos en los que los focos recaen sobre el árbitro, nunca llueve a gusto de todos.
Sea como fuere, la susodicha jugada
supuso un giro brutal en la trama. Y es que si el Real Madrid ya estaba
asediando al Levante antes de ese minuto 42, con el marcador igualado y
jugando contra uno menos ya sí que no hubo color. Y de hecho, al cuadro
blanco apenas le costó siete minutos volver a marcar. Los tres que quedaban de la primera mitad, más otros cuatro de la segunda, momento en el que los pupilos de Mourinho se sacaron de la nada el segundo gol.
Con la defensa visitante colocada, bastó un pase profundo de Benzema a Higuaín, un centro lateral del argentino y un desmarque de Ronaldo para que el portugués rompiera la igualdad en el marcador de un certero cabezazo desde el balcón del área pequeña.
Y
casi sin tiempo para degustarlo, llegó la puntilla al partido, el plato
fuerte del encuentro. Un chutazo de Ronaldo desde casi los 30 metros en
diagonal hacia la portería que se coló sin que Munúa pudiera hacer más
que acompañarlo con una ineficiente pirueta. Era el tercer gol del ‘7’
merengue en el partido, el número 27 en Liga en apenas
22 partidos, y la guinda a un partidazo del portugués. Motivos más que
suficientes para que la grada del Bernabéu coreara su nombre, dando por
olvidados así los pitos de hace tan sólo unas semanas.
Así celebró CR7 su impresionante gol, con el técnico Mourinho y uno de sus asistentes
Koné
recortaría distancias para el Levante al cabecear a gol (sí, cabecear
otra vez) sin oposición un centro lateral. El marfileño renunció a la Copa de África,
y al menos veía así de alguna manera recompensada su decisión de
perderse la final que a esa misma hora jugaba Costa de Marfil.
Sin
embargo, el tanto no fue más que otra decepción para los granotas. Un
insulso lametazo a una piruleta que cuatro minutos después le quitaría Benzema
al marcar el cuarto para los blancos. El francés está de dulce, ya sea
de delantero, de extremo izquierdo, y da la sensación que también lo
estaría de portero o de central. Venía siendo uno de los mejores del
choque y encontró su recompensa con un gol delicioso, tras recortar a su
par dentro del área y marcar con un chut al palo largo. Un tanto muy de
su compatriota Henry. Muy de guiñol, también.
De ahí hasta el final, el Real Madrid se gustó con detalles de muchos quilates. Como un tiro de Özil al palo tras un túnel escandaloso a Ballesteros, que por cierto acabó mosqueándose con tanto adorno. Khedira reapareció al grito unánime del Bernabéu de "la final de Copa no se juega aquí".
Y Özil abandonó el campo bajo una ovación multitudinaria del
respetable, que convirtió una gélida noche en toda una fiesta. La
ocasión lo merecía. Son ya diez puntos de ventaja respecto al Barcelona.
Media Liga en el bolsillo.
Resultado previsible y eso que el Levante dio la cara.