Puede que el Racing no se jugara nada en el partido de Zaragoza, pero
la escena que se vivió en el vestuario nada más terminar el encuentro
parece desmentirlo. El entrenador y, fundamentalmente, dos de sus
jugadores protagonizaron una bronca monumental que degeneró de tal
manera que de los dichos estuvo a punto de pasarse a los hechos. Todo
empezó cuando Álvaro Cervera, indignado con el comportamiento de su
equipo en la última media hora de partido, empezó a recriminar a
Christian su actuación en la jugada del segundo gol (y en varias
ocasiones anteriores en las que le habían cogido muy fácilmente la
espalda), el santanderino, capitán del equipo el sábado y autor del gol,
no aceptó de buen grado la personalización de las críticas ("¡no me
señales!") y Toño, suplente en La Romareda, salió en defensa de su
compañero. Ahí se lió todo. Del tono elevado se pasó abiertamente a los
gritos ("¡yo nunca juego a perder!", voceaba el entrenador), al
escándalo mayúsculo. Ni el uno ni los otros dieron un paso para atrás y
solo la interposición de gente como Alba o Castaños impidió que la
sangre llegara al río.
Luego, minutos más tarde, una vez recuperada aparentemente la calma,
Álvaro compareció en la sala de prensa y se dedicó a eso tan
futbolístico de tirar balones fuera ("ellos se jugaban más y se
notó..."), pero, fue superior a sus fuerzas, mandó un mensaje encriptado
a su vestuario al decir que "yo solo puedo hablar por mí mismo y voy a
dormir con la conciencia muy limpia como he hecho durante mis 30 años de
profesional del fútbol".
Bronca en el vestuario del Racing. El técnico recriminó a Christian
su actuación en el segundo gol maño. Solo la interposición de Alba y
Castaños impidió que la sangre llegara al río.
la escena que se vivió en el vestuario nada más terminar el encuentro
parece desmentirlo. El entrenador y, fundamentalmente, dos de sus
jugadores protagonizaron una bronca monumental que degeneró de tal
manera que de los dichos estuvo a punto de pasarse a los hechos. Todo
empezó cuando Álvaro Cervera, indignado con el comportamiento de su
equipo en la última media hora de partido, empezó a recriminar a
Christian su actuación en la jugada del segundo gol (y en varias
ocasiones anteriores en las que le habían cogido muy fácilmente la
espalda), el santanderino, capitán del equipo el sábado y autor del gol,
no aceptó de buen grado la personalización de las críticas ("¡no me
señales!") y Toño, suplente en La Romareda, salió en defensa de su
compañero. Ahí se lió todo. Del tono elevado se pasó abiertamente a los
gritos ("¡yo nunca juego a perder!", voceaba el entrenador), al
escándalo mayúsculo. Ni el uno ni los otros dieron un paso para atrás y
solo la interposición de gente como Alba o Castaños impidió que la
sangre llegara al río.
Luego, minutos más tarde, una vez recuperada aparentemente la calma,
Álvaro compareció en la sala de prensa y se dedicó a eso tan
futbolístico de tirar balones fuera ("ellos se jugaban más y se
notó..."), pero, fue superior a sus fuerzas, mandó un mensaje encriptado
a su vestuario al decir que "yo solo puedo hablar por mí mismo y voy a
dormir con la conciencia muy limpia como he hecho durante mis 30 años de
profesional del fútbol".
Bronca en el vestuario del Racing. El técnico recriminó a Christian
su actuación en el segundo gol maño. Solo la interposición de Alba y
Castaños impidió que la sangre llegara al río.