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Vicente del Bosque tenía una misión antes del partido ante Italia, y
era acertar en la línea de ataque. Las posibilidades eran innumerables.
Si se trataba de jugar con un 9 fijo, podía elegir a Torres, a Llorente
y hasta a Negredo. Si buscaba jugar con un falso ariete, entonces
podría ser Cesc, o incluso Silva, si quería un clon físico de Messi.
Al final, empate, pero la historia podía haber sido
distinta si Del Bosque hubiera acertado en sus decisiones. Asignatura
pendiente para los próximos partidos porque hoy quedó claro que, ni el 9
falso, ni Fernando Torres, son la respuesta que España necesita en la
Euro.
Al final se decidió por salir sin punta natural y el elegido fue
Fàbregas. La consecuencia fue que, durante el primer tiempo, España
prácticamente no generó nada en ataque. Se podría afirmar que el
pressing italiano tuvo parte de la responsabilidad, pero lo cierto es
que la Roja presentaba seis jugadores en la medular, fácilmente
maniatados por los cuatro italianos.
Sin referente claro en
ataque, Xavi e Iniesta hacían el juego demasiado horizontal, como en las
tardes aciagas del Barcelona, y Cesc prácticamente no intervenía. Para
ser sinceros, Italia fue mejor en la primera mitad, y sólo un
extraordinario Casillas impidió que los de Prandelli se llevaran una
sorprendente, pero merecida ventaja al descanso.
En la segunda
mitad España se vio mejor, en buena medida por el cansancio de Andrea
Pirlo, que manejó los hilos del partido en los primeros cuarenta y cinco
minutos, pero a quien las piernas y sus 34 años terminaron por
traicionarlo. Xavi e Iniesta comenzaron a aparecer y el único que
quedaba a deber era Cesc, candidato natural a ser reemplazado.
Llegó
la falla de Balotelli, el gol de Di Natale, y apenas unos minutos más
tarde, el 10 español consiguió el empate. Algunos podrán decir que eso
justificó su participación en el partido, pero sería mentir. Estuvo en
el lugar correcto, en el momento correcto, y definió bien, pero su
actuación dejó mucho a deber y el hecho de que Del Bosque lo remplazara
casi de inmediato parecía evidenciar que había sido mala idea incluirlo
desde el principio.
El problema es que su sustituto fue Fernando
Torres. Con su movilidad, el Niño parecía el jugador perfecto para una
defensa italiana que no paraba de dejar huecos, pero está claro que ya
no es el jugador de antaño. Falló hasta cuatro ocasiones claras de gol,
entre ellas, dos mano a mano, algo imperdonable para un delantero de
máximo nivel.
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