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Hay partidos en los que parece que no se juega nada, pero que
finalmente terminan siendo decisivos. Francia llegaba a Kiev como el
equipo que mejor se había visto en el Grupo D. Había bailado a
Inglaterra y derrotado sin cortapisas a Ucrania. Suecia había perdido
contra los dos rivales mostrando una cara poco atractiva. El duelo
parecía definido de antemano.
Así,
será Francia el rival de España. Rival duro por donde los haya, aunque,
jugando así, el favorito debe ser la Roja, sin duda alguna.
Pero los partidos hay que jugarlos y parece que eso se le olvidó a
los pupilos de Laurent Blanc, que salieron dormidos desde el silbatazo
inicial. Los suecos, más limitados, controlaron con toda facilidad a sus
ilustres rivales con la simple estrategia de nulificar a Ribéry a quien
los franceses intentaban meter en el juego cada vez que podían. Del
otro lado, Ben Arfa se cansaba de pedir el balón, y sus compañeros de
ignorarlo. Martin Olsson, su marcador, tuvo un día de campo.
El
partido entonces se desarrolló en general en la media cancha, y la
pelota parecía más pesada que una bola de boliche. Sólo algunos
destellos rompían con la monotonía, como un mano a mano en el que
Toivonen, en lugar de pasar al desmarcado Ibrahimovic, decidió regatear a
Lloris. Lo logró, pero alargó demasiado el penúltimo toque y el último,
forzado, se impactó en la base del poste. De los franceses, poco y
nada, algunos tímidos acercamientos y hasta ahí.
La segunda mitad
parecía comenzar con el mismo cariz, aunque rápidamente se matizó por
el tanto de Wayne Rooney ante Ucrania en Donetsk. Ahora Francia
enfrentaría a España, y si quería evitarlo tenía que marcar. Pero
quienes esperaban un ataque desesperado de los galos, se equivocaron por
completo. En lugar de ellos, serían las presuntas víctimas las que
sacudirían las redes.
Tenía que ser Ibra, el gran Ibra. El único
jugador diferente que presentaban los amarillos, parecidos casi hasta en
los peinados. El 9 de los vikingos, bastante decepcionante en el
torneo, decidió que no podía irse sin dejar constancia de su enorme
calidad. Tras un hermoso centro de Sebastian Larsson, el delantero del
Milan se levantó en los aires y definió el encuentro con una chilena
para el recuerdo.
Francia entonces intentó despertar. Blanc mandó
a Menez y a Giroud y el equipo generó algunas oportunidades. Una buena
atajada de Isaakson a tiro de Mellberg, un disparo lejano de Giroud. El
favorito trataba de enmendar la plana, pero con pocas ideas. Al final,
fueron los suecos los que pusieron la guinda. Sebastian Larsson recogió
un rebote en tiempo de compensación y puso el segundo. Justicia en Kiev.
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