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España está ya entre los cuatro mejores equipos de Europa después de
una victoria madurada ante una timorata Francia, que en estos noventa
minutos no demostró nada de lo que Blanc había ganado para con su
selección en los últimos dos años. No lo permitió la selección española.
La sed de sangre que demostró en el vertiginoso primer cuarto de hora
le valió para adelantarse con un gol de Xabi Alonso bellísimo que, a la
postre, sería suficiente. En una segunda parte bastante menos intensa,
España bajó una vez más el ritmo, algo que sólo aprovechó Francia
tímidamente. Hasta el punto de que ni siquiera intimidó a Casillas en
los últimos minutos, siendo Xabi Alonso de nuevo el que marcaría el
segundo gol desde el punto de penalti en las postrimerías. La favorita
al título cumplió sobradamente, con el partido controlado de principio a
fin, casi sin riesgos. El debate sobre el estilo y el estado de forma
podrá seguir latente en España, pero si lo hace es porque esta selección
no deja indiferente a nadie, y sobre todo, porque no deja de ganar y de
dar pasos adelante hacia el título.
El partido empezó como hubiera deseado España. Laurent Blanc planteó
un once bastante defensivo para la calidad que atesora, sin Nasri en el
once por ejemplo y con dos laterales como Cabaye y Reveillere en la
derecha para cubrir las subidas de Andrés Iniesta y Jordi Alba. Y España
supo meterle mano a esa zozobra gala en los primeros minutos del
partido. Vicente Del Bosque apostó por un once sin delantero puro, con
Cesc de nuevo de inicio, y en los primeros minutos La Roja pareció
querer demostrar al mundo que con ese dibujo podía dominar todas las
suertes del fútbol se debata lo que se debata fuera de sus muros. Con
los laterales apareciendo desde atrás, combinaciones rápidas, paredes,
cambios de banda permanentes. Y de ahí un primer cuarto de hora excelso.
No
en vano, a los cinco minutos ya pudo haberse adelantado en el marcador
si Rizzoli no hubiera escatimado un claro penalti de Clichy sobre Cesc,
trabándole por detrás cuando ambos miraban al horizonte para encontrar
un balón centrado desde la otra banda. Penalti absurdo, sí, pero penalti
al fin y al cabo. Aunque eso sí, Xabi Alonso sacaría esa espina diez
minutos después, con el 1-0. Un gol bellísimo, académicamente perfecto.
En la medular, España aguantó el balón buscando los huecos, de una banda
a otra, hasta que Iniesta encontró en profundidad a Jordi Alba, que le
doblaba por su siniestra. El lateral del Valencia superó a Debouchy, y
su centro en el segundo palo lo remató a gol con un testarazo cruzado y
picado Xabi Alonso, que se había incorporado al ataque aprovechando el
hueco en la defensa francesa. Un 1-0 de 10.
Ya
con la tranquilidad del gol a favor, España siguió siendo la dominadora
del partido en la primera mitad, con una abrumadora posesión a su
favor. Hasta el punto de que una Francia que era una de las grandes
favoritas al título, fue sólo una caricatura de lo que había venido
exhibiendo, y sólo pudo desperezarse durante algunos de los minutos
finales de la primera parte, y a base siempre de acciones individuales
aisladas. Cabaye, de falta directa, fue el único que se acercó al gol,
pero Casillas despejó el lanzamiento cuando encaraba la escuadra de su
portería. El único acercamiento del cuadro galo ante una España que, eso
sí, pareció bajar medio punto su velocidad en ataque, como si ya no
buscara la sangre rival. De hecho, pese a la posesión, antes del
descanso sólo Iniesta tendría dos oportunidades más, dentro del área
tras dos paredes, y que desbarataron los defensas galos.
Y esta
sensación de condescencia ‘roja’ se afianzó en los primeros minutos tras
el descanso, con una Francia más incisiva en la presión y una España
poco profunda, e incluso, menos precisa en los pases. Así, los hombres
de Blanc pisaron más el campo español, con Cabaye llegando a soliviantar
a la afición hispana al cabecear un centro de Ribéry que se marchó por
encima del larguero por poco. Una sensación que provocó cambios desde
los banquillos. Francia se lanzó a por el partido con Menez y Nasri por
Debouchy y Malouda. No en vano, el 1-0 no le valía para nada. Y mientras
tanto, Del Bosque buscó otra fórmula con Pedro y Torres por los
exprimidos Silva y Cesc. Cambios que, como si se tratara de la NBA,
aportaron más verticalidad y vértigo al último cuarto del partido. No
era difícil.
Y un cambio de estrategias que acabó por no
favorecer a nadie claramente. O mejor dicho, acabó favoreciendo la que
iba ganando hasta ese momento, España, que supo interpretar mejor el
final del partido ante una Francia que ni siquiera embotelló a La Roja.
Porque ni con la entrada de Giroud por M’Vila Francia consiguió cercar
la portería de Casillas. Ni por el corazón ni por la cabeza. De hecho,
Xabi Alonso firmaría el 2-0 desde el punto de penalti en los minutos
finales de un partido que España dio la sensación de tener controlado en
todo momento. Francia tiene mucho talento, pero España es mucho más
equipo, como supo hacer valer en estos cuartos de final que han
certificado al cuadro español como uno de los cuatro mejores equipos de
Europa. Hasta el momento. Ahora, que pase la Portugal de Cristiano
Ronaldo.
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