Redacción, 23 Sep. 2012.- El Real Madrid ha vuelto a inscribir su
nombre en el palmarés de la Supercopa Endesa, 27 años después de su
triunfo en Alcora, en la edición de 1985. Y lo logró con un Rudy Fernández
que volvió a saludar a la competición ACB a lo grande, con el traje de
estrella, de MVP Orange, de referente y líder de un Real Madrid al que
dará y ya está dando alegrías.
La puesta en escena del Real Madrid fue primorosa, con el trío Rudy Fernández-Sergio Llull-Nikola Mirotic dominando y un baloncesto ofensivo y prodigioso. Solo la solidez interior de Tomic y los puntos de Rabaseda dejaron con vida al que defendía el título, que se vio muy pronto a remolque (23-30, m.10). La aportación de Carroll y la conexión de Rodríguez con Fernández
puso la máxima en el marcador (29-40, m.15), aunque en ese momento el
Barça Regal tiró de orgullo para remontar gracias a la velocidad de Ingles y a la energía interior de Jawai.
Juntos, cambiaron completamente el escenario del partido al descanso e
incluso el Barça Regal llegó a empatar a 46 nada más comenzar el tercer
periodo. En ese momento, un 0-10 del Real Madrid volvió a darle la
iniciativa del partido a los de Laso. Ya jamás la perderían (56-65, m.30). En el último cuarto, los puntos de Mirotic, Carroll y los de un Rudy Fernández que acabó sonriendo con su propia exhibición, dictaron sentencia, dándole al Real Madrid su anhelada Supercopa Endesa.
Rudy, MVP Orange
Algo más que un triánguloTanto tiempo hablando de cambio de ciclo sin darnos cuenta de que ya ha
cambiado. Y no, un ciclo positivo no significa uno malo del rival
necesariamente, sino simplemente acceder a un nuevo nivel, ese en el que
las ilusiones, la confianza y el propio baloncesto se multiplican hasta
el infinito. Parece imposible ver el primer cuarto del Real Madrid y no
pensar que es otro equipo, que es mejor, que ha vuelto vestirse de sí
mismo.
Con un inicio frenético, generoso por parte de ambos contendientes,
brillante en el fondo y en la forma, el Real Madrid marcó pronto el
ritmo pese a la canasta inicial de Lorbek. Un par de triples de Rudy Fernández, con el modo letal activado, y otros 5 puntos de su escudero Llull, impulsaron al conjunto blanco en solo tres minutos: 6-11.
Pero en el Barça Regal estaba Tomic. El croata, otrora ídolo y
referente madridista, se sentía inmenso frente a su ex. Nadie podría
toserle en la zona. Mandó al banquillo a Slaughter por las faltas
personales, capturó 2 rebotes en ataque que transformó en canastas y
mantuvo a su Barça Regal en el partido con su sola presencia. La
superioridad en el rebote le daba alas al conjunto catalán, que se ponía
a un solo punto tras triple de Rabaseda: 14-15, m.8.
Un tercero en discordia entró en escena sin llamar a la puerta. El tercer vértice del triángulo mágico blanco, Nikola Mirotic prolongó su dulce momento de juego, sumando 7 puntos consecutivos como aperitivo a la apoteósica traca final del cuarto. Llull estiró esa dinámica (16-22, m.9), con todos los puntos hasta ese momento conseguidos por “los tres fantásticos”.
Tuvo que ser Carroll el que acabase con ese dominio de los tres
que duró casi nueve minutos. Y de qué forma. Un triple y una penetración
alejaban al Real Madrid en el marcador, aunque entre Rabaseda y Wallace salvaban la situación. Lo que nadie ya imaginó es que Reyes
acabaría uniéndose a la fiesta de forma muy cinematográfica, con triple
lateral sobre la bocina para redondear el colosal cuarto madridista:
23-30.
El orgullo de Ingles, el orgullo del Barça Regal
Los intentos de remontada barcelonistas parecían demasiado tímidos. Un triple de Rabaseda, haciendo por momentos de Navarro, un 2+1 de Jawai… y nada más. En el bando contrario, Sergio Rodríguez se sentía feliz en cada carrera, Rudy Fernández martilleaba el aro rival progresivamente y, entre ambos, inventaron una jugada de fantasía, con Rodríguez asistiendo sin mirar, Rudy tocando para Begic y Mirza colgándose, en una triangulación de ensueño que le daba la máxima a su equipo en el ecuador del periodo: 29-40.
El Barça Regal no está acostumbrado a ir a remolque. Lleva años
dominando cada partido desde el inicio, salvo en muy contadas ocasiones,
y no es tan sencillo saber devolver tan bien los golpes de un rival que
lo está bordando. Empero, un campeón siempre responde. Siempre. Nadie
llega a once finales ACB consecutivas por casualidad. Nadie gana títulos
como el que hace churros si no hay fuerza mental detrás de la técnica.
El australiano fue el auténtico factor diferencial barcelonista. A cada
rebote, un esprint. A cada oportunidad, un tiro. A cada problema, una
solución. Un contraataque y un triple del australiano cambiaron el
escenario del encuentro (39-44, m.18), y, pese a la solidez de Reyes
en la zona, el Barça Regal empezó a elevar su nivel defensivo –lo que
desquició a su rival, empecinado en la carrera- y a creer en sí mismo. Y
eso suele ser el fin del sueño para cualquier rival. Para casi
cualquiera.
Nathan Jawai impresiona por su físico, pero aún más por su
baloncesto, muy diferente al que sus kilos pueden hacer imaginar. Con
confianza y minutos, el pívot es siempre una constante. Suyo fue el mate
que más hizo vibrar a la afición barcelonista, volando muy por encima
de los 3,05 y quitándose la espina tras haber fallado un mate similar
minutos antes.
desventaja blaugrana en su mínima expresión (43-44), con el Real Madrid
pidiendo la hora y practicamente consolándose con el bocinazo final. Y
es que Lorbek y Huertas incluso estuvieron a punto de
borrar todos los méritos madridistas durante 20 minutos y dejar a su
Barça Regal por delante. Sus tiros jamás encontraron destino.
Otro 0-10 decisivo
Estaba en estado de gracia. Poseído por la inspiración, valiente,
descarado, heroico. La estrella de una película que que parecía
admitirle exclusivamente como secundario. ¿Secundario yo? Ahí va ese
triple. Y lo anotó, claro. Joe Ingles había conseguido su objetivo, empatando a 46 puntos. Habían pasado 22 minutos pero el partido comenzaba en ese momento.
Quién iba a imaginar entonces que el Real Madrid, lejos de venirse abajo
por haber perdido su renta, volvería a demarrar, como si de un ciclista
se tratase, y hubiera esperado a su rival en la cuesta para volver a
soltarle con más fuerza que nunca. Y en ese despegue, además de la
pareja Rudy-Llull, mucho tuvo que ver Slaughter, cuya importancia va mucho más allá de los mates. Contuvo al huracán Jawai, se sacó dos encestes valiosísimos de la nada y le dio la brújula a un equipo que parecía perdido. Suárez, con dos tiros libres, volvía a abrir brecha: 46-56 (m.26). Como contra el CAI Zaragoza, un 0-10 volvía a resultar fundamental.
A partir de ahí, la locura. El partido, como en su arranque, se volvió
incontenible, indefinible, maravilloso. Electricidad de un parte a otra
de la pista, canastas de todos los colores. Jawai volando, Rudy dejando bombas, Lorbek y Rabaseda acertados desde el triple y Carroll saludando cada poco tiempo a la red.
La dinámica, parecía obvio, favorecía al que mandaba, que firmaría con
sangre si hiciera falta ese intercambio de méritos hasta el final, con
tal de proclamarse campeón. El robo y mate final de Rudy Fernández sería el último golpe en la mesa en el cuarto de un Real Madrid al que haría falta mucho más que el trío Jawai-Rabaseda-Ingles para superarle.
“Quiero sumar este título en el palmarés del Real Madrid”, decía Llull antes de la Supercopa Endesa. “El Real Madrid quiere estrenarse en la Supercopa Endesa”, escribían los medios, ignorando que una vez el conjunto blanco ya fue campeón, allá cuando solo Jaycee Carroll, Dontaye Draper y Felipe Reyes habían nacido, en febrero de 1985.
El espíritu de Alcora volvió al Príncipe Felipe, allá donde el Real
Madrid se puso el traje de rey de Europa en 1995, el mismo lugar donde Sergio Rodríguez, Carlos Suárez y Sergio Llull hacían diabluras con España en el Europeo Junior de 2004. El propio Suárez
empezaba a sentirse ganador cuando, tras un 2+1 que establecía la
máxima al inicio del último cuarto (56-68, m.31) lanzaba un beso a la
grada.
Se sintió ganador Felipe Reyes, cuando penetró como un escolta para anotar. Se sintió ganador Mirotic,
cuando volvía a elevar una máxima que creció como la espuma en el
epílogo de la final, con otro triple con olor a sentencia (60-73, m.33).
Mas la verdadera sentencia la firmó a falta de cinco minutos el ganador
por antonomasia, un Rudy Fernández que anotó de tres mientras el árbitro señalando falta en otro lance de juego. Nada más sacar, sin dejar consumir la posesión, Carroll encestaba de tres para mandar al infierno cualquier tipo de emoción que pudiese quedar: 64-81.
De ahí al final, la fiesta blanca, de las que se recuerdan, de las que
se disfrutan. Como ya ocurrió en la Copa de Barcelona, todas las espinas
clavadas a la hoguera. Todos los comentarios, los maleficios, los
precedentes y las dudas, a arder con el partido, que echaba fuego
gracias a Carroll y a un Rudy Fernández que, cuando el
Barça Regal volvió a asomarse (75-85, m.37), anotó su enésimo triple
sobre la bocina, sacó la lengua, sonrió y dio por concluida la final,
que acabó coronando al cuadro blanco con un 84-95 final. Rudy Fernández ya está aquí. El Real Madrid… ya había llegado hace rato.
ACB.com
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