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Hablar de buen fútbol refiriéndose al actual Milan parece casi
utópico. El equipo de Massimiliano Allegri se está caracterizando por
sacar sus partidos, si es que los saca, con muy pocos méritos y gracias
casi siempre al gran estado de forma de Stephan El Shaarawy. La
creatividad del mediocampo milanista resulta casi en todo momento
desaparecida y tan sólo alguna intervención de Riccardo Montolivo daba
algo de criterio y fluidez al movimiento del balón rossonero.
Pero hoy Allegri, ahogado por la necesidad de sumar y notando la
aspereza de la soga que lleva tiempo teniendo al cuello, ha arriesgado y
cambiado su modo de ver el fútbol y de hacer jugar a su equipo. Decidió
que tras ponerse con una desventaja de dos goles en casa de un club en
descenso, había llegado el momento de poner a lo mejor que tenía en el
banquillo sobre el campo para al menos conseguir sacar un punto. Y vaya
si lo ha logrado.
Tres hombres de refresco de características técnicas y ofensivas
dieron otro aire al Milan, que desde el buen gol de Brienza al poco de
comenzar la segunda parte, acorroló a un asustado Palermo en su propia
área. Aunque no sea la mejor combinación de jugadores de la historia
milanista, un equipo que del centro del campo hacia delante tiene a
Montolivo, Nocerino, Emanuelson, Bojan, El Shaarawy y Pazzini tiene que
ser, por obligación, más peligroso de lo que resulta el esquema habitual
de Allegri.
Con un Palermo agazapado bajo la falda de una gran defensa por el
número de jugadores que la formaban, El doble pivote Montolivo-Nocerino
creó con libertad. Principalmente destacable fue la actuación del ex
viola, que se echó el equipo a la espalda y lideró la reacción
milanista, encontrando en Bojan a su mejor aliado. El español se colocó
como puro trequartista, entre Pazzini y los medios y ahí dio
toda una exhibición de su talento. Desborde, regate, asistencias y
remates que fueron mejorando poco a poco a su equipo. Su pase a
Montolivo en el 2-1 es una muestra de todas sus características técnicas
y creativas. Después, la inspiración y buen momento de El Shaarawy
dieron un punto a un Milan que hasta mereció ganar.
Si bien es cierto que el repaso que recibieron del Palermo en la
primera parte fue muy serio. Sin demasiada organización y con más
corazón que cabeza, los rosaneri dominaron con comodidad al
Milan del extraño 3-5-2 de Allegri. Brienza y Miccoli encontraban
libertad entre la línea de tres y la medular milanista y por ahí
hicieron estragos y crearon las suficientes ocasiones como para haber
sentenciado el encuentro antes del descanso. Sin embargo, fue un penalti
por manos de Abate al filo del minuto 45 lo que permitió a Miccoli
abrir el marcador.
El Milan dependía en esos momentos de la dudosa capacidad de Yepes o
Mexès en sacar el balón jugado desde atrás. Montolivo ejercía de pivote
más atrasado para comenzar el juego, pero una vez recibía el balón, no
tenía absolutamente a nadie a quién dárselo. Flamini y Nocerino estaban
ausentes y Alexandre Pato dejó claras evidencias de estar muy lejos
todavía de su mejor condición. Mientras, el despliegue ofensivo de
Constant fue prácticamente nulo.
La comparación del Milan del primer tiempo con ese Milan ofensivo y
agresivo del segundo deberá hacer recapacitar a Allegri de cara a
futuros encuentros. Si en otras ocasiones y contra equipos no
excesivamente fuertes como el Palermo, la táctica de hacer jugar a los
buenos podría volver a funcionar.
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