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El Real Madrid es un polvorín. Estas dos últimas temporadas siempre
había tenido problemas internos y polémicas con otros agentes externos,
pero los sobrellevaba a base de resultados. Algo que este curso ni
siquiera está teniendo. Las sensaciones son malas y el partido ante el
Betis en el Benito Villamarín fue el reflejo perfecto de que las cosas
no están funcionando. Beñat marcó al cuarto de hora, y el Real Madrid
fue incapaz de encontrar las herramientas para voltear el resultado en
la hora y cuarto siguiente con su once de gala. Desapareció hasta el
descanso ante un Betis muy entero, y en la segunda parte, realizados
tres cambios, encontró la posesión pero se perdió en pelotazos insulsos.
Demasiado poco para un equipo que hace tres meses luchaba por la Liga.
Algo que a partir de este domingo, y si el Barcelona gana y se pone a
once puntos, quizás ya ni lo haga.
Empezó el partido con un ritmo vertiginoso. Propio de dos equipos
que necesitaban la victoria imperiosamente. Lo que se esperaba, por otra
parte. Y como dicta la lógica, con un Real Madrid que, simplemente por
la inercia que le da su talento innato, llegaba con más peligro al área
contraria. De ahí que sólo en el primer cuarto de hora tanto Cristiano
Ronaldo como Khedira mandaran sendos avisos a Adrián. Sin embargo, no
sería el Real Madrid el que pegara primero, sino el Betis. No sería el
equipo grande el que aprovechara su pegada, sino el pequeño.
Y
fue Beñat el que marcó la diferencia al cuarto de hora, con la
inestimable ayuda de Arbeloa, Di María y Khedira. El primero concedió un
saque de banda. El segundo despejó el balón hacia el centro, el mismo
que recepcionó el mediocentro bético. Y el tercero encaró a Beñat como
un toro, haciendo aún más fácil que el internacional español le
recortara y encontrara el hueco para fusilar a Casillas desde fuera del
área con un tiro cruzado.
Una jugada que, lejos de ser
anecdótica, se convirtió en el fiel reflejo del guión en el que derivó
el partido, con el Betis actuando con oficio, carácter y personalidad
ante un Real Madrid que se encogió, condicionado por sus propias
imprecisiones, atenazado quizás por los nervios y la presión de dejarse
puntos en una plaza donde no podía. Y la mejor muestra, que desde el gol
de Beñat hasta el descanso, el Real Madrid sólo dispuso de una ocasión
clara de gol ante un Betis imperial en defensa: un tanto de Benzema
anulado por fuera de juego, y que además llegó al lanzamiento de una
falta lateral. Por no hablar de un despeje de Casillas al borde del
descanso que ni siquiera salió del área, una imagen que otro día hubiera
sido anecdótica, pero que era el reflejo perfecto de la caricaturizada
imagen que estaba exhibiendo el equipo madridista.
Así las cosas,
Mourinho cambió en el descanso a Kaká y Modric por Khedira y Ozil,
totalmente superados por la dupla Cañas-Beñat en el centro del campo.
Aunque seguramente, igual que dijo en el Sánchez Pizjuán, el técnico de
Setúbal hubiera deseado cambiar a siete jugadores. Mismamente a los
propios Di María, la sombra este curso de lo que fue en temporadas
anteriores y que al final dejaría su lugar a la hora de partido, o a
Arbeloa, que en ocasiones tuvo que sufrir a Juan Carlos, otrora
canterano del Real Madrid.
Y el caso es que los cambios y la más
que segura ‘mourinhina’ surtieron algo de efecto en el equipo blanco,
que al menos recuperó el control del balón, aunque nunca dio sensación
de tener el dominio del partido. En estático no terminaba de encontrar
los huecos, y en movimiento le faltó precisión. Benzema pudo haber
marcado en un mano a mano que anuló Gil Manzano erróneamente por fuera
de juego inexistente. Y también Cristiano Ronaldo con un tiro cruzado
que entre Adrián y Dorado despejaron en dos tiempos. Poco aun así para
lo que se presuponía a un equipo supuestamente en liza por el
campeonato.
De hecho, conforme se acercaba el final del partido y
éste se abría, merced a los nervios y el vértigo que empezaban a
dominar al Real Madrid, fue el Betis el que tuvo en su poder finiquitar
el encuentro. Pero primero Salva Sevilla y luego Rubén Castro no
acertaron ninguno con la portería de Casillas. Y bien pudo lamentarlo
poco después si no llega a ser porque Adrián tuvo dos intervenciones con
tintes milagrosos. Primero despejó una falta directa de Ronaldo, y en
ese mismo córner, sacó un cabezazo a bocajarro de Benzema desde dentro
del área pequeña. Las últimas ocasiones de un Real Madrid que intentó
salvar el bochorno a la desesperada en los minutos finales. Sin éxito
eso sí, quedando a merced ahora de un Barcelona y un Atlético que se
pueden poner este domingo a once y ocho puntos respectivamente. La Liga
parece ya sólo en sus manos.
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