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Gareth Bale ha incrementado su precio en el mercado esta noche. No
ha sido su mejor partido pero sí otra demostración de su capacidad
ofensiva para desestabilizar a todo un campeón de Europa como el
Liverpool a base de regates y de un fútbol eléctrico que ha dejado un
gol de libre directo, una asistencia, una tarjeta amarilla y hasta un
tanto en propia meta como estadísticas personales.
La inconstancia e irregularidad están definiendo el camino de
Tottenham y Liverpool en la competición inglesa. Los 'reds' parecen
acostumbrados a renunciar antes de tiempo a sus posibilidades históricas
de conquistar la Premier. Un título que no asoma su corona por las
orillas del Merseyside desde 1990. Mientras que para los 'Spurs', el
pasaporte europeo se ha traducido en sinónimo de éxito en las últimas
campañas.
El ritmo del rápido Bale fue la velocidad que
adquirieron los locales para entrar en el encuentro. Un disparo del
galés, a pase de Defoe servía de premonición para el gol que llegaba a
los 6' cuando Lennon culminaba en el segundo palo una internada del
propio Bale. El festival del de Cardiff tenía su continuación cuando al
cuarto de hora transformaba un libre directo que endiabladamente se
alojaba con una sorprendente curva en la meta de un estático Pepe Reina.
15 minutos y el Liverpool iba dos abajo en White Hart Lane con sendas
genialidades de Gareth Bale.
Las acciones se sucedían en ambas
áreas contagiados por un juego abierto en el que los 'Spurs' se habían
aclimatado mejor. Luis Suárez ponía empeño en acortar la ventaja del
marcador con oportunidades que se topaban con la figura de Hugo Lloris,
el meta francés que llegó desde Lyon con la intención de hacerse con la
titularidad de la portería del Tottenham.
El Liverpool
reaccionaba con la salida de los laterales, Johnson y José Enrique, que
profundizaban sin suerte por los costados de la defensa de los
londinenses. El duelo cerraba el primer acto con unos 45 minutos muy
vivos, sin apenas interrupciones, donde Bale y Lennon se habían sentido
muy cómodos.
El Liverpool salió mandón y autoritario desde el
túnel de vestuarios. Los locales se dejaban dominar y habían cedido el
espacio que habían controlado al inicio del encuentro. Pero los 'reds',
enfundados en su equipación de color negro, seguían sin encontrar la
ruta adecuada hacia el gol mientras la gasolina se iba agotando con el
paso de los minutos.
Pero si algo puede alimentar la fe en un
equipo es el gol, aunque llegara de carambola. El remate de Steven
Gerrard era despejado en línea de gol por Lennon con la mala fortuna de
golpear a su compañero Bale en la cara y alojarse el cuero en las mallas
del arco de Lloris, curiosamente los dos autores de los tantos del
Tottenham habían participado en una desgraciada jugada que animaba a los
de Anfield a encarar con otro espíritu el tramo final.
André
Villas-Boas y Brendan Rodgers colocaban nuevas fichas en un tablero en
el que Luis Suárez seguía amenazando con sus movimientos siempre
intencionados e inteligentes pero que no eran secundados por ningún
compañero, a excepción de Sterling y los laterales que acumulaban
acciones de peligro. El español José Enrique mandaba el esférico cerca
del palo, en un disparo de larga distancia, y Luis Suárez no acertaba en
un mano a mano. En estas acciones murió un partido que devuelve al
Liverpool a los sinsabores de la mitad de la clasificación y al
Tottenham a coquetear con los puestos europeos.
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