Marc Ibañez
Decir que cualquier partido es clave en una Liga es una obviedad.
Pero cuando se enfrentan un equipo que no ha arrancado bien la campaña,
instalado en la zona baja desde el comienzo, y que se ha deshecho del
entrenador, por si era el lastre que impedía alzar el vuelo, contra un
recién ascendido que aunque el juego le ha acompañado sigue siendo
incapaz de despegarse de la zona de peligro, el duelo se antoja como
vital para hundir a tu rival en la clasificación y respirar oxígeno. La
victoria perica permite salir a los catalanes, momentáneamente, del
fondo de la tabla.
Los gallegos aterrizaban en la Ciudad Condal con una defensa de
circunstancias, las bajas de Túñez y Hugo Mallo, ambos por lesión,
colocaban dos nuevas piezas para la línea de cuatro defensas que el
técnico Paco Herrera apenas había cambiado en toda la temporada. Un
contratiempo que llega en el momento clave de la Liga.
Demasiado
impreciso comenzó el encuentro, demostrando que pericos y célticos no
andan sobrados de confianza. El esférico cambiaba de mando con suma
facilidad y apenas existía algo de continuidad. Sólo Iago Aspas parecía
encontrar puerta entre tanto disparo al aire.
El paso de los
minutos invitó a los blanquiazules a subir la línea de presión, una
decisión que permitió robar en varias ocasiones la cartera a la zaga
céltica. En especial, a un Demidov que parecía notar su falta de rodaje
en el once vigués. Javi López sumaba la enésima recuperación para que
Stuani desde la banda localizara a Sergio García en el segundo palo para
remachar el primer tanto de la tarde. Un gol lleno de raza y empuje. El
sello del entrenador Javier Aguirre se notaba en la firma del gol.
El
problema del Celta era triple: las pérdidas de balones, el hecho de que
ser el peor visitante condicionaba sus acciones y que con el marcador
en contra tuvo que asumir el control del partido, una situación en la
que los gallegos no se sienten tan cómodos como cuando tienen metros por
delante para correr. Tres factores muy negativos que se habían hecho
patente en 45 minutos de juego.
Poco a poco, los célticos fueron
enjaulando a los periquitos. El dominio en el segundo tiempo era vigués
aunque continuaban faltando las ocasiones para confirmar la mejoría. Los
espanyolistas se agarraban a la actitud de Stuani y al sentido del
desmarque de Sergio García, que se había convertido en la única
preocupación para la zaga celeste.
Desde el minuto 70, el
encuentro se rompió dando un escenario donde parecía el cuadro catalán
algo más cómodo. Aspas y el lateral derecho Johny eran las referencias
del Celta y los argumentos para lograr el empate. El sustituto de Hugo
Mallo, Johny, estaba cuajando un partido soberbio ajeno a su insultante
juventud. Pero los gallegos parecían tener cerrados los ojos cuando
miraban la portería de Kiko Casilla. Y así era difícil nivelar el duelo.
El
efecto insuflado por el entrenador mexicano comienza a dar sus frutos.
El sacrificio y la entrega son parte del vocabulario que maneja el
vestuario blanquiazul para comenzar el 2013 y terminar la temporada con
menos apuros que anteriores campañas.
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