Real Madrid y Barcelona dejan abierta la
puerta hacia la final de la Copa del Rey después de un partido
espectacular de ambos, con innumerables ocasiones por los dos bandos. El
equipo blanco miró siempre a los ojos a los blaugrana en un partido
jugado de poder a poder con alternancia en dominio y ocasiones de gol.
Cayeron dos goles, uno por bando, pero pudieron ser cuatro más por cada
lado perfectamente. Marcaría primero Cesc al inicio de la segunda mitad,
aprovechando un fallo de Callejón, pero un Varane inconmensurable
igualó con un cabezazo al borde del un final que dejó contentos a todos,
jugadores y aficionados de cualquier color.
Comenzó el Clásico con una fuerza que invitaba a olvidar las
diferencias entre ambos en Liga y las múltiples ausencias en un Real
Madrid que saltó al césped del Santiago Bernabéu para nada entregado,
más que dispuesto a dar guerra al Barcelona. Y bien que lo logró. Con
una precisa y asfixiante presión por todo el campo, que no alocada,
logró confundir a un cuadro blaugrana que pecó de imprecisiones en
muchas ocasiones en el centro del campo, y en otras de aceleración. Así,
con las fuerzas igualadas sobre el césped, ambos se repartieron las
oportunidades de gol con un Madrid al contraataque aprovechando los
muchos balones robados en la medular en un partido que, lejos del corsé
táctico de otros Clásicos, fue una auténtica oda al fútbol de ataque. Lo
que todos podían esperar de los dos mejores equipos del mundo, que si
no rompieron la igualdad en el marcador fue únicamente por pura
casualidad.
Ronaldo forzó una tarjeta amarilla de Piqué en el
primer minuto en una internada en el área. Pinto tuvo que hacer un
paradón al mismo Cristiano en el saque de esa misma falta. Jordi Alba
mandó fuera un centro-chut cuando Iniesta le había dejado solo dentro
del área blanca. Xavi chutó al larguero una falta directa desde 25
metros. Un Varane hoy inconmensurable sacó bajo palos un tiro de Xavi,
que no fue capaz de aprovechar el regalo de Carvalho. Benzema mandó al
lateral de la red un tiro cuando entraba solo en el área blaugrana. Y
Alves sacó bajo palos un pase de la muerte de Callejón cuando Benzema ya
se veía celebrando el tanto. Y todo ello sólo antes del descanso en una
primera mitad vertiginosa y eléctrica como rara vez se puede ver en
otro partido que no sea un Clásico con estas costuras.
No
necesitó tantas ocasiones la segunda parte. Pues a los cinco minutos ya
había marcado Cesc, aprovechando un muy mal despeje de un negado
Callejón, que además fue el que rompía el fuera de juego. Messi asistió y
el ‘4’ blaugrana resolvió el mano a mano con el debutante Diego López.
Un gran jarro de agua fría para el Real Madrid. Que sin embargo, no
cambió para nada su actitud, con la misma garra a la hora de presionar y
la misma chispa a la hora de atacar. Y de hecho, poco después, Ronaldo
mandó fuera un cabezazo en línea de gol, y Piqué salvó in extremis un
centro cuando el propio Cristiano remataba ya el cuero en el área
pequeña.
No marcaría el Real Madrid, y a punto estuvo de hacerlo
el Barcelona, que poco a poco fue sacando la cabeza conforme las fuerzas
merengues fueron menguando. Varane le robó un mano a mano a Cesc, que
también tuvo una volea solo desde el punto de penalti. Aunque la más
clara fue la de Pedro, que marró un mano a mano clarísimo contra Diego
López, que poco después abortaría una internada de Messi. Partido de
alternativas y contrastes, sin embargo el gol merengue llegaría
precisamente cuando peor lo estaban pasando los blancos. Y fue obra de
un Varane excepcional hoy, impoluto. El francés se coló entre Cesc y
Puyol para cabecear a gol un centro lateral de Ozil sorprendiendo a los
blaugranas. A lo ‘Varanebauer’.
Un gol que le da media vida al
Real Madrid de cara a la vuelta. Máxime tal y como llegaban ambos
equipos a esta eliminatoria. Al final, después de un espectácular
partido, ambos pueden irse satisfechos a casa. '¡Qué buenos fueron!',
parafraseando a cierto diario deportivo.
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puerta hacia la final de la Copa del Rey después de un partido
espectacular de ambos, con innumerables ocasiones por los dos bandos. El
equipo blanco miró siempre a los ojos a los blaugrana en un partido
jugado de poder a poder con alternancia en dominio y ocasiones de gol.
Cayeron dos goles, uno por bando, pero pudieron ser cuatro más por cada
lado perfectamente. Marcaría primero Cesc al inicio de la segunda mitad,
aprovechando un fallo de Callejón, pero un Varane inconmensurable
igualó con un cabezazo al borde del un final que dejó contentos a todos,
jugadores y aficionados de cualquier color.
Comenzó el Clásico con una fuerza que invitaba a olvidar las
diferencias entre ambos en Liga y las múltiples ausencias en un Real
Madrid que saltó al césped del Santiago Bernabéu para nada entregado,
más que dispuesto a dar guerra al Barcelona. Y bien que lo logró. Con
una precisa y asfixiante presión por todo el campo, que no alocada,
logró confundir a un cuadro blaugrana que pecó de imprecisiones en
muchas ocasiones en el centro del campo, y en otras de aceleración. Así,
con las fuerzas igualadas sobre el césped, ambos se repartieron las
oportunidades de gol con un Madrid al contraataque aprovechando los
muchos balones robados en la medular en un partido que, lejos del corsé
táctico de otros Clásicos, fue una auténtica oda al fútbol de ataque. Lo
que todos podían esperar de los dos mejores equipos del mundo, que si
no rompieron la igualdad en el marcador fue únicamente por pura
casualidad.
Ronaldo forzó una tarjeta amarilla de Piqué en el
primer minuto en una internada en el área. Pinto tuvo que hacer un
paradón al mismo Cristiano en el saque de esa misma falta. Jordi Alba
mandó fuera un centro-chut cuando Iniesta le había dejado solo dentro
del área blanca. Xavi chutó al larguero una falta directa desde 25
metros. Un Varane hoy inconmensurable sacó bajo palos un tiro de Xavi,
que no fue capaz de aprovechar el regalo de Carvalho. Benzema mandó al
lateral de la red un tiro cuando entraba solo en el área blaugrana. Y
Alves sacó bajo palos un pase de la muerte de Callejón cuando Benzema ya
se veía celebrando el tanto. Y todo ello sólo antes del descanso en una
primera mitad vertiginosa y eléctrica como rara vez se puede ver en
otro partido que no sea un Clásico con estas costuras.
No
necesitó tantas ocasiones la segunda parte. Pues a los cinco minutos ya
había marcado Cesc, aprovechando un muy mal despeje de un negado
Callejón, que además fue el que rompía el fuera de juego. Messi asistió y
el ‘4’ blaugrana resolvió el mano a mano con el debutante Diego López.
Un gran jarro de agua fría para el Real Madrid. Que sin embargo, no
cambió para nada su actitud, con la misma garra a la hora de presionar y
la misma chispa a la hora de atacar. Y de hecho, poco después, Ronaldo
mandó fuera un cabezazo en línea de gol, y Piqué salvó in extremis un
centro cuando el propio Cristiano remataba ya el cuero en el área
pequeña.
No marcaría el Real Madrid, y a punto estuvo de hacerlo
el Barcelona, que poco a poco fue sacando la cabeza conforme las fuerzas
merengues fueron menguando. Varane le robó un mano a mano a Cesc, que
también tuvo una volea solo desde el punto de penalti. Aunque la más
clara fue la de Pedro, que marró un mano a mano clarísimo contra Diego
López, que poco después abortaría una internada de Messi. Partido de
alternativas y contrastes, sin embargo el gol merengue llegaría
precisamente cuando peor lo estaban pasando los blancos. Y fue obra de
un Varane excepcional hoy, impoluto. El francés se coló entre Cesc y
Puyol para cabecear a gol un centro lateral de Ozil sorprendiendo a los
blaugranas. A lo ‘Varanebauer’.
Un gol que le da media vida al
Real Madrid de cara a la vuelta. Máxime tal y como llegaban ambos
equipos a esta eliminatoria. Al final, después de un espectácular
partido, ambos pueden irse satisfechos a casa. '¡Qué buenos fueron!',
parafraseando a cierto diario deportivo.
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