Lenta pero inexorablemente, se aproxima San Mamés a su deceso. Casi centenario, el místico estadio del Athletic de Bilbao acoge el último gran derbi vasco por antonomasia. El que protagonizan el equipo rojiblanco y la Real Sociedad. Aunque seguirán enfrentándose, el derrumbe de San Mamés ilustra el definitivo cambio de orden en el fútbol vasco, cada vez más estirpado de sus signos.
Pocos equipos han representado mejor a lo largo de la historia las particularidad de una región tan orgullosa como el País Vasco. En un territorio que hace de su singularidad bandera, la adherencia de los aficionados con sus clubes trasciende lo deportivo. También la mística de San Mamés alberga una simbología especial para el fútbol vasco, que atiende a sus últimos coletazos como tal. La significación de este estadio en ocasiones ha sobrepasado la historia del propio Athletic, que no es poca.
Asiste La Catedral ahora a un Athletic irreconocible. Lacónico, excesivamente pusilánime. Así se mostró ante el Espanyol en un encuentro en el que se desmintieron punto por punto algunos de los tótems sobre los que se levanta el universo Athletic. No ha encontrado su sitio en ningún momento del año el equipo de Bielsa, y ahora se topa con su eterno rival, que lo desnudó en la ida, en su mejor momento desde que regresó a Primera hace dos cursos.
Presenta la Real Sociedad un equipo refrescante, afilado y en crecimiento. Todo lo contrario que su rival. Asentado en un bloque con un centro del campo definido, con Illarramendi en el año de su confirmación y Rubén Pardo adquiriendo cada día más vuelo, se despliega una Real con veneno en los metros finales. Pocos equipos terrenales de la Liga presenta una nómina de atacantes tan prolija y versátil como el conjunto de Montanieer: Carlos Vela, Griezmann, Agirretxe, Xavi Prieto y Chory Castro aportan gol, velocidad, remate, asociación y empuje en los metros finales.
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Pocos equipos han representado mejor a lo largo de la historia las particularidad de una región tan orgullosa como el País Vasco. En un territorio que hace de su singularidad bandera, la adherencia de los aficionados con sus clubes trasciende lo deportivo. También la mística de San Mamés alberga una simbología especial para el fútbol vasco, que atiende a sus últimos coletazos como tal. La significación de este estadio en ocasiones ha sobrepasado la historia del propio Athletic, que no es poca.
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Presenta la Real Sociedad un equipo refrescante, afilado y en crecimiento. Todo lo contrario que su rival. Asentado en un bloque con un centro del campo definido, con Illarramendi en el año de su confirmación y Rubén Pardo adquiriendo cada día más vuelo, se despliega una Real con veneno en los metros finales. Pocos equipos terrenales de la Liga presenta una nómina de atacantes tan prolija y versátil como el conjunto de Montanieer: Carlos Vela, Griezmann, Agirretxe, Xavi Prieto y Chory Castro aportan gol, velocidad, remate, asociación y empuje en los metros finales.
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