El estado de salud del fútbol gallego ha cambiado en un corto plazo. Si en junio del año pasado las dos entidades más representativas de la región ascendían por primera vez de la mano a la máxima categoría, ya lo habían hecho en la temporada 80-81 para llegar a Segunda, en apenas unos meses la situación de los dos clubes se ha invertido totalmente, volviéndose límite al compartir las dos últimas plazas de la tabla, una coyuntura vivida en la campaña 1943-44.
Pocos alicientes necesita el derbi para ser disputado con intensidad pero parece que este curso tiene todos los ingredientes, empujado por las urgencias y necesidades, para ser de los más claves vividos en toda la historia, junto con el de la campaña pasada. Será el encuentro número 105 de esta enemistad que ha deparado 40 victorias para los deportivistas, 39 triunfos de los célticos y 25 empates. Posiblemente el resultado del que no quiere hablar nadie porque si algo tienen claro las dos plantillas es que el reparto de puntos no beneficia a ninguno.
Los olívicos llegan a Coruña con 6 puntos de ventaja sobre los herculinos, para quienes el choque adquiere tintes más dramáticos ya que la derrota condenaría sus aspiraciones para mantenerse en la categoría, actualmente a 9 puntos de la salvación y sin salir de la zona de descenso desde la jornada 14, mientras que los celestes tienen algo más de margen porque les separa sólo una victoria del Real Zaragoza, escuadra que marca la frontera del descenso.
Ya no hay posibilidad de maniobra, la recta final de la Liga ha comenzado y el comodín del cambio de entrenador ya ha sido utilizado por los dos conjuntos, en el caso blanquiazul en más de una ocasión. Si alguien pensaba que le faltaba algo de picante al encuentro se puede encontrar en grandes dosis en el banquillo ya que el técnico deportivista, Fernando Vázquez, es un confeso celtista. Caprichosas paradojas del destino que plantea el fútbol en ocasiones.
La trayectoria de Dépor y Celta no invita al optimismo, es más: asusta. Los coruñeses se agarran al hecho de que en los tres últimos clásicos puntuaron, un placebo para compensar el virus que supone no ganar en Liga desde el 15 de enero. Un apartado donde los vigueses tampoco pueden sonreír ya que el debut de Abel Resino significó el triunfo dentro de una decena de compromisos sin cantar victoria. Además, la reciente baja de Álex López puede notarse en la medular céltica, lo que supone un considerable contratiempo para los vigueses. Parece cosa de meigas.
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Ya no hay posibilidad de maniobra, la recta final de la Liga ha comenzado y el comodín del cambio de entrenador ya ha sido utilizado por los dos conjuntos, en el caso blanquiazul en más de una ocasión. Si alguien pensaba que le faltaba algo de picante al encuentro se puede encontrar en grandes dosis en el banquillo ya que el técnico deportivista, Fernando Vázquez, es un confeso celtista. Caprichosas paradojas del destino que plantea el fútbol en ocasiones.
La trayectoria de Dépor y Celta no invita al optimismo, es más: asusta. Los coruñeses se agarran al hecho de que en los tres últimos clásicos puntuaron, un placebo para compensar el virus que supone no ganar en Liga desde el 15 de enero. Un apartado donde los vigueses tampoco pueden sonreír ya que el debut de Abel Resino significó el triunfo dentro de una decena de compromisos sin cantar victoria. Además, la reciente baja de Álex López puede notarse en la medular céltica, lo que supone un considerable contratiempo para los vigueses. Parece cosa de meigas.
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