Irreconocible, en una versión apócrifa de su historia reciente, España obtuvo ante Finlandia un botín muy por encima de lo mostrado sobre el campo en uno de los partidos más grises de la historia reciente de la campeona del Mundo y de Europa. Acaricia el equipo de Del Bosque el Mundial, ayudado por el empate en Georgia de Francia, a la que aventaja en dos puntos con sendos partidos por jugar. Un gol de Jordi Alba tras un precioso servicio de Cesc Fábregas iluminó un encuentro gris y tedioso, en el que España careció de dinamismo, profundidad y también de solidez, pues la selección nórdica se asomó a la cornisa del área de Casillas, que prevaleció ante Valdés, con una facilidad inusitada, granjeando una sensación de peligro inconcebible para una selección que en este lustro se ha caracterizado por su fútbol cartesiano y su defensa inexpugnable.
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Llegaba España a Helsinki prevenida tras el empate cosechado en la ida, otro de los borrones de los últimos tiempos, y la selección no pudo corregir los errores del partido de primavera en Gijón. De hecho, y pese a conseguir un resultado mejor, fue peor en casi todos los parámetros. Tuvo más ocasiones la débil Finlandia, que con un par de trucos desnudó a una retaguardia caótica, completamente desmadejada. Formó Del Bosque con Koke, un mediocentro, como lateral derecho, y la solución, más que ayuda, se convirtió en una extravagancia. Fuera de sitio, Finlandia buscó las cosquillas al jugador del Atlético, que es el que menos culpa tiene del desaguisado que fue España.
Ya en el primer fogonazo avisó Finlandia y antes de completarse diez minutos Casillas se había visto obligado a tapar un gol cantado con una buena intervención con la pierna. Ambas jugadas vinieron por la banda derecha de España y encontraron a Pukki, que él sólo se bastó para llevar al límite a Albiol y Sergio Ramos. Pukki, autor del gol en el partido de ida, fue un tormento para España y una suerte para Finlandia, que elaboró un programa tan rústico como práctico para poner en peligro al campeón del mundo. Fue el discurrir del partido el encargado de manifestar la grotesca cara de España y el envalentonamiento local. Empezó apostada frente a su portero la selección nórdica y durante la segunda parte, incluso discutió la posesión y monopolizó las llegadas, aprovechando todas las carencias de España. Quietud, lentitud, ausencia de sorpresa, muchas cuadras entre todas las líneas.
Solo la calidad en una jugada puntual resolvió un tormento para España. Cesc Fábregas, omnipresente y lúcido en los pocos momentos decentes de la selección, se inventó un pase interpretado por el alma de delantero de Alba, ejecutado gracias a la precisión del primero y a la velocidad sideral del segundo. Liberado en el carril del ocho, Fábregas, como un golfista, realizó un aproach al corazón del área, un balón picado que eliminó a toda la defensa finesa que pinchó Alba antes de definir sutilmente con la derecha.
En poco se alteró el discurrir del partido. España fue menguando progresivamente y Finlandia a cada momento fue más respondona. Durante casi toda la segunda mitad, cada llegada de los nórdicos sembró el tembleque en la defensa española. Desajustada y desguarnecida, la defensa quedó expuesta ante el descosimiento de un equipo que se alargó demasiado y no fue capaz de atar el balón. Apenas tuvo el control del partido España en ningún momento y durante demasiado tiempo, quedó a expensas de cualquier accidente, que en este caso, hubiera respondido más a los méritos de cada uno que a los caprichos del fútbol. No encontró la recompensa Finlandia y Álvaro Negredo, que había entrado en la segunda mitad, cerró un partido que junto a la clasificación virtual para la Copa del Mundo, dejó muchas dudas sobre el estado de esta selección.
como en la ida resultado corto pero bueno lo importante era ganar y se ha conseguido
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Llegaba España a Helsinki prevenida tras el empate cosechado en la ida, otro de los borrones de los últimos tiempos, y la selección no pudo corregir los errores del partido de primavera en Gijón. De hecho, y pese a conseguir un resultado mejor, fue peor en casi todos los parámetros. Tuvo más ocasiones la débil Finlandia, que con un par de trucos desnudó a una retaguardia caótica, completamente desmadejada. Formó Del Bosque con Koke, un mediocentro, como lateral derecho, y la solución, más que ayuda, se convirtió en una extravagancia. Fuera de sitio, Finlandia buscó las cosquillas al jugador del Atlético, que es el que menos culpa tiene del desaguisado que fue España.
Ya en el primer fogonazo avisó Finlandia y antes de completarse diez minutos Casillas se había visto obligado a tapar un gol cantado con una buena intervención con la pierna. Ambas jugadas vinieron por la banda derecha de España y encontraron a Pukki, que él sólo se bastó para llevar al límite a Albiol y Sergio Ramos. Pukki, autor del gol en el partido de ida, fue un tormento para España y una suerte para Finlandia, que elaboró un programa tan rústico como práctico para poner en peligro al campeón del mundo. Fue el discurrir del partido el encargado de manifestar la grotesca cara de España y el envalentonamiento local. Empezó apostada frente a su portero la selección nórdica y durante la segunda parte, incluso discutió la posesión y monopolizó las llegadas, aprovechando todas las carencias de España. Quietud, lentitud, ausencia de sorpresa, muchas cuadras entre todas las líneas.
Solo la calidad en una jugada puntual resolvió un tormento para España. Cesc Fábregas, omnipresente y lúcido en los pocos momentos decentes de la selección, se inventó un pase interpretado por el alma de delantero de Alba, ejecutado gracias a la precisión del primero y a la velocidad sideral del segundo. Liberado en el carril del ocho, Fábregas, como un golfista, realizó un aproach al corazón del área, un balón picado que eliminó a toda la defensa finesa que pinchó Alba antes de definir sutilmente con la derecha.
En poco se alteró el discurrir del partido. España fue menguando progresivamente y Finlandia a cada momento fue más respondona. Durante casi toda la segunda mitad, cada llegada de los nórdicos sembró el tembleque en la defensa española. Desajustada y desguarnecida, la defensa quedó expuesta ante el descosimiento de un equipo que se alargó demasiado y no fue capaz de atar el balón. Apenas tuvo el control del partido España en ningún momento y durante demasiado tiempo, quedó a expensas de cualquier accidente, que en este caso, hubiera respondido más a los méritos de cada uno que a los caprichos del fútbol. No encontró la recompensa Finlandia y Álvaro Negredo, que había entrado en la segunda mitad, cerró un partido que junto a la clasificación virtual para la Copa del Mundo, dejó muchas dudas sobre el estado de esta selección.
como en la ida resultado corto pero bueno lo importante era ganar y se ha conseguido