vs.
Houston Rockets - Portland Trail Blazers
Si algo ha acompañado a Dwight Howard en los últimos tres años ha sido un ruido constante. Generado en gran parte por su mala gestión de sus decisiones (e indecisiones) y porque a sus cambios de idea y de camiseta ha acompañado una salud que le dio poca tregua en su última etapa en Orlando y su fallido paso por los Lakers. Ruido, mucho ruido: siempre bajo la lupa y con un ejército de críticos cada vez mayor y armado hasta los dientes. Y de repente, en plenos playoffs de 2014, Dwight Howard está jugando a un nivel extraordinario sin hacer apenas ruido. En una eliminatoria de una igualdad desquiciante en la que se ha hablado de las heroicidades de Aldridge y Lillard primero y del sufrimiento (o la falta de capacidad de sufrimiento) de James Harden después, Howard ha emergido como la gran esperanza tejana. Salvado el primer match ball, la cosa queda 2-3 con el sexto mañana viernes en Oregón. Olor a séptimo, en definitiva: los Rockets volverán a estar fuera si pierden y los Blazers quedarían muy tocados si lo hacen… y con el séptimo partido de vuelta en Houston.
Howard: 26 puntos, 14’2 rebotes y 3 tapones en más de 38 minutos por noche en cinco partidos en los que está además en sus mejores números en tiros libres: 64’2%, su tope desde su año rookie (67’1) y las eliminatorias de 2011 (68’2% todavía en el Este). Sin aspavientos, sin desconexiones y sin lagunas físicas ni mentales, D12 está recuperando el formato que le convirtió en The Beast In The East durante los años en los que sembró el terror en la liga con Orlando como base de operaciones. En ataque está enseñando repertorio mejorado al poste (trabajo con Olajuwon + espalda plenamente recuperada) y en defensa se ha convertido en el ancla que tiene a los Rockets en la eliminatoria: 41% de los Blazers cerca del aro con él en pista. Esta vez además secó a Aldridge cuando Asik se fue con seis faltas y más de cinco minutos por jugar y cargó en ataque con los amagos de cortocircuito de su equipo: 16 puntos y 11 rebotes en el segundo tiempo, 22+14 totales después de vivir minimizado por las faltas personales toda la primera parte.
Como en los dos partidos anteriores, o en el primero, los Rockets fueron mejores en tramos más largos de juego pero esta vez además, y por fin, también jugaron con más sentido y más determinación a la hora de la verdad, en ese clutch time que hasta ahora había bendecido a Damian Lillard y a los Blazers. Esta vez los de Stotts no afinaron ni por ejecución ni por heroica y vieron como el 95-94 del ecuador del último cuarto se convirtió en el 108-98 final. Sólo cuatro puntos de Lillard (26 con 8 rebotes y 7 asistencias) en casi seis minutos y la primera vez que un equipo se queda por debajo de los 100 puntos en toda la serie. La clave, como en los triunfos, fue LaMarcus Aldridge: 8 puntos y 8 rebotes, sólo 2+4 en un segundo tiempo en el que firmó un 1/6 en tiros y en el que terminó forzando demasiado para tratar de meterse en partido. No lo logró: McHale sigue sacando chispas a la fórmula de perseguirle con Asik y doblar las ayudas con Howard. El aro queda desprotegido y Robin Lopez se alimenta (17 puntos y 8 rebotes) pero Aldridge queda fuera de circulación. Asunto absolutamente decisivo: el power forward promedia 39’3 puntos en las tres victorias de los Blazers y 15’5 en las dos derrotas. Stotts tiene dos días para encontrar soluciones.
Pese a mandar siempre en el marcador, la amenaza del colapso, el síndrome del cazador cazado, persiguió otra vez a los Rockets que por fin se quitaron de encima a un rival al que llevan adherido como una segunda piel. Da igual que lanzaran el gran órdago de lo que va de serie en la primera parte (51-34 en el ecuador del segundo tiempo) o que amenazaran con escaparse definitivamente en la segunda (71-62 en el minuto 31, 91-82 en el 38); Los Blazers volvieron a responder golpe por golpe para llevar el partido, otra vez, al filo del precipicio: 100-98 con poco más de tres minutos por jugar. Los Rockets se sacaron de encima la angustia con un corte limpio y bien gestionado por Harden, que anotó 8 puntos en esos últimos 200 segundos después de pasarse todo el segundo tiempo en paradero desconocido. Con el lobo Matthews encima, se quedó en 9 puntos al descanso y ni uno en más de 18 minutos de segunda parte. Pero encontró finalmente la forma de sumar, con una canasta a aro pasado y un triple que amarraron la victoria (103-98). Y pese a su 1/7 en triples, forzó menos (5/15) y leyó mejor: 7 asistencias, sólo 2 pérdidas.
Houston supo por fin tener paciencia y roer el partido. Abrasó a Portland en puntos en la zona y en aportación del banquillo: 34-5 gracias a los 21 de un Jeremy Lin que sostuvo al equipo en el tramo central. Un náufrago cuando pierde la confianza, es un jugador de fases eléctricas cuando esta le sobrevuela. Fue el caso y su equipo supo aprovecharlo porque supo apoyarse en tramos de aportación individual (de Lin a Howard) cuando la estructura colectiva tiritaba y los Blazers se ponían las botas de combate. Lillard evitó la fractura temprana con un primer tiempo de 18 puntos, 6 rebotes y 4 asistencias. Y entre Batum y Matthews (18 de sus 27 puntos en un tercer cuarto en el que anotó 4 cuatro triples) apretaron el partido tras el paso por vestuarios y lo llevaron a terreno Aldridge. Pero esta vez Aldridge no acudió a la cita.
En una serie tan igualada y tan deslumbrante entre guerras de trincheras a ras de suelo y fuegos artificiales en el cielo, era improbable una resolución por 1-4 y esta no se produjo. La mano sigue siendo de los Blazers, que se aferrarán al Moda Center como los Rockets se han aferrado al Toyota Center, donde se volvería para un séptimo partido que arrancaría en clara clave rocket. Así que lo de mañana viernes promete ser el terremoto definitivo, con Stotts buscando espacios para Aldridge y formas de coronar la cordillera montañosa en la que se está convirtiendo Dwhigt Howard. Los Rockets han sabido jugar para no irse de vacaciones pero sólo han hecho una pequeña parte del trabajo, necesaria pero minúscula. Las piezas definitivas se mueven mañana en Portland. Y el dueño del tablero son los Blazers. ¿Jaque mate? Fuente as.com
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