FRANCIA 0-BIELORRUSIA 1
La nueva apuesta de Laurent Blanc, cargada de juventud, pero también de inexperiencia, mostró muy poco en el campo y se vio sorprendida por un tanto de Kyslyak en el minuto 86 que afianzó el desastre de un equipo que parece abonado a la tragedia.
Si el tiempo que tarda en cerrarse una cicatriz depende de la profundidad de la misma, a Francia todavía le queda para pasar la página del pasado Mundial y en su primer partido oficial tras la catástrofe sudafricana dejaron patente que el naufragio fue tan profundo que costará volver a ver navegar a la nave "bleu".
Laurent Blanc dispuso un equipo totalmente renovado, una formación joven y carente de experiencia, una apuesta muy bien recibida por una grada que ovacionó de entrada al grupo, que le apoyó a lo largo de los minutos pero que se aburrió con su ineficacia absoluta.
Al "once" de Blanc nada le tenían que reprochar los 75.000 espectadores del Estadio de Francia -entre ellos el presidente Sarkozy, sabedor de la importancia del duelo-, pero tras su primer partido oficial tampoco tendrán nada que agradecerle.
Porque pese a que no había rastro de los villanos de Sudáfrica, su espíritu estaba en el estadio y el juego mostrado parecía una prolongación del que tantas veces lució la selección francesa de la mano de Raymond Domenech.
Podrá alegar Blanc en su defensa que le faltan un puñado de los llamados a ser tenores. Ribéry, sancionado por su federación, Gourcuff por una expulsión, Nasri y Benzema lesionados. Pero mucho tendrán que cambiar el aspecto del equipo estos cuatro para que el erial futbolístico que mostraron ante Bielorrusia se parezca algún día a un campo fértil en el que pueda germinar el buen juego.
Ante la 78 selección del mundo, la Francia de Blanc fue una demostración de impotencia. Ni una jugada trenzada, ni un atisbo de juego colectivo, ni un arranque de genio capaz de cambiar el destino. Apenas algún fogonazo a balón parado, pocos, que pudieron abrir la lata bielorrusa.
Y si en el aspecto de la renovación no hubo nada bueno, en el de la continuidad Francia siguió mostrando la endeblez defensiva que le mandó a casa a las primeras de cambio en el pasado Mundial. La renovación en el banquillo, en la mayor parte de los nombres, en el esquema, no trajo consigo aire nuevo. Como si el fatalismo estuviera instalado en lo más profundo de la selección, como si el mal hubiera atenazado más que a los hombres a la institución, reñida con el buen fútbol, con la victoria.
Y así siguió la serie negra. Una victoria en los diez últimos partidos. Una derrota, la segunda de la era Blanc, la primera en un encuentro oficial, que prolonga el cataclismo de Sudáfrica, que hunde más al equipo francés y lastra el trabajo de recuperación del nuevo seleccionador.
El gol de Kyslyak a falta de cinco minutos para el final sólo dio más dramatismo al fracaso, que se había consumado durante 86 minutos. El atacante del Dinamo de Minsk remachó una jugada en la que el menor de los Hleb profanó el área francesa como si nada, sin que la indolente defensa atajara el peligro.
En el poco tiempo que quedaba, el público francés y su presidente, Sarkozy, comprobaron que a la nada que había mostrado su equipo tampoco podía sumarse la capacidad de reacción. El Estadio de Francia calló como si quisiera con su silencio no despertar a un muerto que espera el milagro para volver a levantarse.