Tras frustrarse el pase de Cesc, el técnico prefirió no tensar a piezas básicas del vestuario a la hora de reforzar el equipo
Guardiola no es de los que rehúyen las decisiones críticas. Tampoco es de los que practican concesiones a la gradería. Admite la duda, se expone al diálogo, pero toma decisiones de acuerdo a su rango. “Me puedo equivocar pero aquí mando yo”, dijo con vehemencia hace unas semanas. Este verano ha sido el mejor ejemplo, con el entorno pidiendo caras nuevas y la directiva ofreciéndole ‘cromos’ de primer nivel. Pero Pep se ha mantenido fiel al vestuario: ha preferido mejorar el escenario de jugadores como Bojan y no tensar a otros como Iniesta o Villa con futbolistas como Ozil o Robinho. Ambos habrían podido ser jugadores del Barcelona, pero para Pep ofrecían dudas futbolísticas y sobre todo de encaje en el vestuario.
En el caso del alemán, el jugador tiene un perfil parecido a futbolistas como Messi e Iniesta. Su posición natural es la de mediapunta, le gusta jugar con libertad -del modo que lo hace Leo ahora en el Barcelona- y ese espacio está destinado al argentino y en menor medida a Iniesta en posiciones más retrasadas.
En el caso de Robinho, el jugador gustaba al técnico pero además de su conocida tendencia a la dispersión, también ofrecía dudas futbolísticas. Con Messi afianzado en la posición de falso nueve y la zona derecha ocupada por Pedro o Iniesta, su espacio era el flanco izquierdo del ataque. Y ahí Guardiola le tiene reservado un sitio a Villa y en segundo lugar a Bojan. La llegada del brasileño hubiera podido ser contraproducente para la adaptación del ‘Guaje’. Los fichajes de Mascherano y Adriano reponden al interés de Pep en no romper la dinámica del vestuario. Ambos llegan sabedores de las condiciones de Pep tras hablar con el técnico: vienen para sumar y no hacer ruido.