El portugués metió tres goles y dio el cuarto a Kaká. El Madrid sobrevivió a dos ventajas de un gran Villarreal. Garrido fue expulsado por protestar un fuera de juego en el 3-2.
Antes del minuto 7, el Villarreal había marcado un gol y Benzema había caído dos veces en fuera de juego. Ambos datos apuntaban a una tarde castigo para el Bernabéu.
El Villarreal llegó un puntito desnatado, desprovisto del buen sentido de Marcos Senna y las diabluras de Nilmar. Pero es un equipo hecho sobre plano. Primero apareció la idea y luego se buscaron los jugadores. Los titulares y los suplentes. Todos participan de una fórmula atrevida, de buen gusto y que funciona, casi independientemente de los que vienen y de los que se van, de los que lo entrenaron y de quien lo entrena ahora. La cosa da para jugarle cara a cara a Madrid y Barça, dos equipos al alcance de casi nadie en el mundo.
Así, la alerta amarilla se disparó a los 30 segundos, con un remate de Cazorla que desvió providencialmente Carvalho. Poco después el portugués no pudo adivinar el recorrido perfecto del ataque castellonense. Cazorla puso la primera piedra y un pase de izquierda de Rossi y un remate picado de Cani completaron la obra.
La persecución
El Madrid galopa con el estrés del perseguidor, con la angustiosa sensación de que un solo paso en falso le hará perder de vista a la presa, quizá definitivamente. Y se sobrepuso pronto a ese mazazo, con un gol del mismo tamaño que el del Villarreal. Benzema enhebró el pase a la derecha y Özil dejó a Cristiano a puerta vacía. Ahí no hay perdón posible en un jugador que es artillería, caballería e infantería: 32 goles en 30 partidos desde que comenzó la temporada.
Pero el partido siguió siendo de Borja Valero, al que no supieron ver en el Madrid y al que hoy se ve desde Australia. Llegó con 11 años procedente del Villa Rosa a la antigua usanza, por 20 balones y 20 pares de botas, y no le hicieron hueco. Hoy lo tendría. Le acompaña bien Bruno, que tiene corte e imaginación. La que demostró para meterle un pase que atravesó dos líneas a Marco Ruben. El argentino despachó la jugada con una vaselina cruzada hermosísima a la red. Antes bien pudo pitarse un penalti de Xabi Alonso a Rossi.
El Madrid volvía a estar fuera de pista, pese al espectacular partido de Özil, brillante, esforzado, con ángel. Pero un choque con el listón técnico muy alto confundió a Lass, atropellado e imprudente. Tampoco Di María y Cristiano se esmeraron en las bandas y a Marcelo, que sí fue profundo, le faltó el encanto del último pase durante la primera parte. Y así, sobre el alambre, se acercó el angustiado Madrid al descanso. Con la pelota pero sin remate, le salvó sobre la campana la estrategia. La campana y Cristiano, ejercito de tierra, mar y aire. Esta vez tocó aire. Su cabezazo valiente, a centro de Xabi Alonso, llevó al Madrid al descanso con la partida en tablas.
Mourinho acierta
Mourinho tiró entonces de pizarra. Se fue Lass, entró Khedira y cambiaron papeles Albiol y Sergio Ramos. Uno de los dos no estaba haciendo lo que se le pedía. Y además aparecieron Marcelo y el espíritu del Madrid para volver blanco el partido. El lateral, con sus acometidas, cambió el duelo y acobardó al Villarreal y a su técnico. Cada decisión de Garrido, a partir de entonces, fue un paso atrás. Se fueron Ruben y Cani y se evaporó el peligro amarillo. Quedó demasiada tarea para Rossi
El Madrid apretó de verdad a Diego López. Benzema, dos veces, Di María y Cristiano estuvieron al borde del gol. Y al final lo encontró el portugués (muy protestado por el Villarreal por fuera de juego de su autor en una jugada plena de rebotes) y le dio otro a Kaká. El epílogo, en cualquier caso, se vio afeado por la polémica de ese gol ilegal, que le costó la expulsión a Garrido, un 'paseo' inoportuno e innecesario de Mourinho por delante del banquillo del Villarreal y alguna entrada fuera de tono. Este gran regalo mereció un mejor empaquetado.