“No sería una sorpresa si en uno de estos partidos acabamos perdiendo” decía Mourinho en
la previa del choque ante la Real. Y a punto estuvo de dar en el clavo.
Y es que el Real Madrid se llevó finalmente la victoria y el
consecuente liderato, pero tuvo que lucharlo mucho más de lo que decía el tempranero gol de Higuaín. Los pupilos de Mourinho volvieron a firmar nuevamente una primera parte excelsa, aunque esta vez sin el acierto ni la claridad que en partidos anteriores. Y sin embargo en la segunda mitad, la Real sacó sus uñas hasta el punto de tener más ocasiones que los visitantes, incomodando a los madridistas como hacía tiempo que nadie lo hacía en un partido que tuvo dos caras radicalmente opuestas.
De
inicio, el Real Madrid salió al césped de Anoeta certificando una vez
más que es otro distinto. Mourinho subraya la presión más asfixiante y
la defensa más adelantada como los motivos de esta transformación. Pero
lo cierto es que es mucho más. Este Madrid ahora tiene muchas más variantes que antes, es más imprevisible, más profundo.
Los contrarios lo saben, y por eso Montanier por ejemplo dispuso una
defensa de cinco jugadores, acompañados por una línea de cuatro
mediocampistas para resguardarse las espaldas. Pero los jugadores
blancos también lo saben, están crecidos, se gustan, y aunque enfrente
tengan un muro alto, como el que intentó construir la Real con nueve
jugadores, ellos sólo ven un bordillo.
Y de ahí que, como ya sucediera en partidos anteriores, la igualdad a nada apenas durara unos minutos en el marcador. Ocho concretamente fue esta vez, hasta que Higuaín perforó
la portería local en un gol que reflejaba a la perfección el momento de
gracia que atraviesa este equipo. En un ataque en estático, el cuero
llegó a la banda izquierda, donde estaba Coentrao, el luso mantuvo la
pelota el tiempo justo para que al Pipita le diera tiempo a llegar desde
la corona del área del lado contrario. De nada sirvió que hubiera cinco
defensas, el balón atravesó la línea defensiva como cuchillo
caliente en mantequilla hasta llegar a los pies de Higuaín, para que
éste marcara el primer tanto picando la pelota por encima de
Bravo en el mano a mano. Casi de la nada, los pupilos de Mourinho habían
logrado un gol que hubiera podido cambiar por completo el guión del
partido.
Sin embargo no lo hizo. Pues como ya le sucediera al
Villarreal, la Real Sociedad fue incapaz de quitarse de encima a un Real
Madrid sediento de goles y muy constante en su presión.
Así, el cuadro blanco bien pudo haber robado cien millones de balones
sólo en la primera parte, provocando que los blanquiazules apenas
pasaran de la línea divisoria en cuarenta y cinco minutos. Trama
idéntica a la de las últimas semanas. Eso sí, a diferencia de lo que
sucedió en partidos anteriores, el cuadro blanco no vio puerta con tanta facilidad. Sí
encontró la posesión, sí un dominio del balón con un fútbol rápido y
combinativo, sí también ataques rápidos desde las bandas –más por un
excelso Di María que por un atropellado Ronaldo-, pero no los huecos
necesarios para ver con claridad a Bravo. La diferencia entre una matrícula de honor y un notable. Esa pequeña diferencia quizás entre lo que aportan Lass y Coentrao en ataque, en comparación con Khedira y Marcelo.
De hecho, antes del descanso, el Real Madrid ‘sólo’ acechó al meta chileno con un cabezazo de Ramos al saque de un córner, y con sendos disparos de Ronaldo y Di María teniendo a varios defensas delante. Fue al borde del descanso cuando Higuaín tuvo
la ocasión más clara al encontrar un pase imposible de Di María en
profundidad, pero Bravo detuvo maravillosamente el mano a mano.
Y quién sabe si esa acción despertó los instintos de los txurdi urdin,
o si fueron los ánimos por verse sólo con un gol por debajo al
descanso, pero lo cierto es que lo que no logró el gol de Higuaín, sí lo
consiguió el paso por los vestuarios. Y es que tras la reanudación los
locales adelantaron sus líneas, provocando más perdidas en los blancos y
dibujando así un partido mucho más abierto, con más imprecisiones, y
por tanto, más alternativas. No en vano, tanto Vela como
Griezmann obligaron a Casillas a emplearse a fondo para despejar sendos
fortísimos disparos desde lejos rondando el minuto sesenta de partido.
Que
la Real se quitara el corsé fue indudablemente beneficioso para los
locales, que durante la segunda parte vivió casi más tiempo en el campo
contrario que en el propio, haciendo que los blancos se encontraran realmente incómodos, como hacía tiempo que no se veía.
Aunque eso sí, el Real Madrid también dio la cara cuando tuvo que dejar
el esmoquin en el armario y ponerse el mono de trabajo en un partido
tenso, loco y atropellado. Y es que lejos de tener que intervenir en
apenas dos o tres ocasiones, en Anoeta tanto los centrales como los
laterales merengues tuvieron que sudar sangre… y lo hicieron. Sobre todo
un potente Ramos, ahora jefe de la defensa desde el
centro, y que incluso pudo haber marcado en un contraataque a pase de Di
María en uno de los muchos y hoy infructuosos contraataques blancos.
Al final, merced a esa eficaz que no ortodoxa defensa, la
Real no llegó a tener más ocasiones realmente claras ante Casillas pese
a que sí tuviera alternativas en la posesión, con lo que el marcador se
mantuvo con ese 0-1 que campeaba desde el minuto ocho dejando al Madrid
como líder momentáneo. Un liderato logrado con más sufrimiento del que hubiera parecido ochenta y dos minutos antes.
No vi el partido pero por el resultado el Madrid a sufrido para ganar.
la previa del choque ante la Real. Y a punto estuvo de dar en el clavo.
Y es que el Real Madrid se llevó finalmente la victoria y el
consecuente liderato, pero tuvo que lucharlo mucho más de lo que decía el tempranero gol de Higuaín. Los pupilos de Mourinho volvieron a firmar nuevamente una primera parte excelsa, aunque esta vez sin el acierto ni la claridad que en partidos anteriores. Y sin embargo en la segunda mitad, la Real sacó sus uñas hasta el punto de tener más ocasiones que los visitantes, incomodando a los madridistas como hacía tiempo que nadie lo hacía en un partido que tuvo dos caras radicalmente opuestas.
De
inicio, el Real Madrid salió al césped de Anoeta certificando una vez
más que es otro distinto. Mourinho subraya la presión más asfixiante y
la defensa más adelantada como los motivos de esta transformación. Pero
lo cierto es que es mucho más. Este Madrid ahora tiene muchas más variantes que antes, es más imprevisible, más profundo.
Los contrarios lo saben, y por eso Montanier por ejemplo dispuso una
defensa de cinco jugadores, acompañados por una línea de cuatro
mediocampistas para resguardarse las espaldas. Pero los jugadores
blancos también lo saben, están crecidos, se gustan, y aunque enfrente
tengan un muro alto, como el que intentó construir la Real con nueve
jugadores, ellos sólo ven un bordillo.
Y de ahí que, como ya sucediera en partidos anteriores, la igualdad a nada apenas durara unos minutos en el marcador. Ocho concretamente fue esta vez, hasta que Higuaín perforó
la portería local en un gol que reflejaba a la perfección el momento de
gracia que atraviesa este equipo. En un ataque en estático, el cuero
llegó a la banda izquierda, donde estaba Coentrao, el luso mantuvo la
pelota el tiempo justo para que al Pipita le diera tiempo a llegar desde
la corona del área del lado contrario. De nada sirvió que hubiera cinco
defensas, el balón atravesó la línea defensiva como cuchillo
caliente en mantequilla hasta llegar a los pies de Higuaín, para que
éste marcara el primer tanto picando la pelota por encima de
Bravo en el mano a mano. Casi de la nada, los pupilos de Mourinho habían
logrado un gol que hubiera podido cambiar por completo el guión del
partido.
Sin embargo no lo hizo. Pues como ya le sucediera al
Villarreal, la Real Sociedad fue incapaz de quitarse de encima a un Real
Madrid sediento de goles y muy constante en su presión.
Así, el cuadro blanco bien pudo haber robado cien millones de balones
sólo en la primera parte, provocando que los blanquiazules apenas
pasaran de la línea divisoria en cuarenta y cinco minutos. Trama
idéntica a la de las últimas semanas. Eso sí, a diferencia de lo que
sucedió en partidos anteriores, el cuadro blanco no vio puerta con tanta facilidad. Sí
encontró la posesión, sí un dominio del balón con un fútbol rápido y
combinativo, sí también ataques rápidos desde las bandas –más por un
excelso Di María que por un atropellado Ronaldo-, pero no los huecos
necesarios para ver con claridad a Bravo. La diferencia entre una matrícula de honor y un notable. Esa pequeña diferencia quizás entre lo que aportan Lass y Coentrao en ataque, en comparación con Khedira y Marcelo.
De hecho, antes del descanso, el Real Madrid ‘sólo’ acechó al meta chileno con un cabezazo de Ramos al saque de un córner, y con sendos disparos de Ronaldo y Di María teniendo a varios defensas delante. Fue al borde del descanso cuando Higuaín tuvo
la ocasión más clara al encontrar un pase imposible de Di María en
profundidad, pero Bravo detuvo maravillosamente el mano a mano.
Y quién sabe si esa acción despertó los instintos de los txurdi urdin,
o si fueron los ánimos por verse sólo con un gol por debajo al
descanso, pero lo cierto es que lo que no logró el gol de Higuaín, sí lo
consiguió el paso por los vestuarios. Y es que tras la reanudación los
locales adelantaron sus líneas, provocando más perdidas en los blancos y
dibujando así un partido mucho más abierto, con más imprecisiones, y
por tanto, más alternativas. No en vano, tanto Vela como
Griezmann obligaron a Casillas a emplearse a fondo para despejar sendos
fortísimos disparos desde lejos rondando el minuto sesenta de partido.
Que
la Real se quitara el corsé fue indudablemente beneficioso para los
locales, que durante la segunda parte vivió casi más tiempo en el campo
contrario que en el propio, haciendo que los blancos se encontraran realmente incómodos, como hacía tiempo que no se veía.
Aunque eso sí, el Real Madrid también dio la cara cuando tuvo que dejar
el esmoquin en el armario y ponerse el mono de trabajo en un partido
tenso, loco y atropellado. Y es que lejos de tener que intervenir en
apenas dos o tres ocasiones, en Anoeta tanto los centrales como los
laterales merengues tuvieron que sudar sangre… y lo hicieron. Sobre todo
un potente Ramos, ahora jefe de la defensa desde el
centro, y que incluso pudo haber marcado en un contraataque a pase de Di
María en uno de los muchos y hoy infructuosos contraataques blancos.
Al final, merced a esa eficaz que no ortodoxa defensa, la
Real no llegó a tener más ocasiones realmente claras ante Casillas pese
a que sí tuviera alternativas en la posesión, con lo que el marcador se
mantuvo con ese 0-1 que campeaba desde el minuto ocho dejando al Madrid
como líder momentáneo. Un liderato logrado con más sufrimiento del que hubiera parecido ochenta y dos minutos antes.
No vi el partido pero por el resultado el Madrid a sufrido para ganar.