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Al tercer día… CR7 apareció. Quien estuvo en la cancha del estadio
Metallist de Kharkiv fue el jugador del Real Madrid, el goleador
implacable, el delantero más potente del mundo y no la pálida imitación
que fallaba mano a manos y equivocaba pases que se había visto hasta
ahora en Ucrania. Y, por supuesto, eso fue suficiente para que Portugal
ganara a Holanda y amarrara su calificación a la segunda ronda.
Sin embargo, por veinte minutos parecía que no sería así. Primero
fue el merecido gol de Rafa van der Vaart, al 11’, con un espectacular
disparo desde fuera del área que dejó sin oportunidad alguna a Rui
Patricio, y luego las tradicionales rabietas de Cristiano, que se dedicó
a quejarse con cada señalamiento del árbitro, claramente desesperado
por lo que pasaba en la cancha.
Pero quedaba mucho tiempo, y
después de ese inicio tan ansioso, CR7 pareció entenderlo. Enfrentado al
lentísimo Van der Wiel, comenzó a hacer y deshacer por la banda
izquierda, y de la mano de su capitán, Portugal revivió y comenzó a
mandar en la cancha, frente a un equipo holandés que pareció haber
gastado todas sus energías en ese frenético arranque del partido.
Dos
veces Ronaldo se acercó al gol hasta que, en la tercera, al minuto 28,
por fin sacudió las redes. Fue tras un pase hermoso de Joao Pereira, que
lo dejó frente a frente con Stekelenburg. Con la calma que lo suele
caracterizar en el Santiago Bernabeu, definió a la perfección y a partir
de entonces fue un demonio total, que aterrorizó a los pobres
holandeses por el resto de la primera mitad.
Tras el descanso, y
con el empate, el partido entró en una etapa de tensión absoluta.
Portugal siempre daba mayor sensación de peligro, pero la realidad es
que el triunfo podía ser para cualquiera… hasta que volvió a aparecer
Cristiano. Después de 25 minutos en los que más bien se dedicó a trotar y
guardar fuerzas, dio la primera advertencia al 72’, cuando en una
escapada diabólica dejó solo a Nani frente al Stekelenburg, a unos
metros de la línea de meta. Sin embargo, de algún modo incomprensible,
el jugador del Manchester United estrelló la pelota en el portero
holandés y la igualdad se mantuvo.
Pero la suerte estaba echada.
Ansioso por lavar su error, el extremo derecho portugués devolvió el
favor a Ronaldo dos minutos más tarde con una galopada por la banda
derecha y un pase preciso. Cristiano, con toda la sangre fría del mundo,
se quitó a Mathijsen con un recorte perfecto y definió de un derechazo
brutal. 2-1 y a celebrar con toda la banca.
Holanda, o más bien
ese equipo que robó las camisetas naranja y negro al subcampeón del
mundo en este torneo, intentó reaccionar entonces, y varias veces estuvo
cerca de empatar el partido. Notablemente con un poema de tiro de van
der Vaart, que se estrelló en la horquilla portuguesa. Pero no habría
sido justo. La noche era de Cristiano, y estuvo a punto de serlo más,
pero su hat-trick se vio frustrado por el poste derecho de Stekelenburg.
Poco importó, Cristiano está de regreso, y el Balón de Oro sigue siendo
posible.
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