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Italia venció a Inglaterra por 2-4 en la tanda de penaltis, tras
haber empatado 0-0 en el tiempo regular del partido que ambas
selecciones disputaron en el Estadio Olímpico de Kiev, válido por los
cuartos de final de la Euro 2012. Con este resultado, los de Cesare
Prandelli se ganaron el derecho de enfrentar a Alemania en la próxima
fase.
El primer tiempo mostró quizá el mejor fútbol de todos los partidos
que se han disputado en el torneo hasta el momento. Comenzó a fondo
Italia, controlando la pelota frente a unos ingleses que parecían
confundidos frente a un equipo que no suele mostrar tanto ritmo. Ese
capítulo inicial terminó con un disparo glorioso de De Rossi, que se
estrelló en el poste derecha del indefenso Hart cuya estirada había
resultado simplemente ornamental.
La jugada pareció despertar a
Inglaterra, que cambió de marcha, pisó el acelerador y comenzó a
presionar a sus rivales desde su propio campo. No era el equipo
pusilánime y miedoso de la primera fase de grupos, sino el viejo León de
otros tiempos. Encabezados por su capitán Steven Gerrard, los de
Hodgson apretaron, mordieron y generaron una clarísima, que sacó Buffon
con reflejos increíbles tras un rebote aprovechado por Johnson.
Lo
increíble de todo esto es que sucedió ¡antes del minuto cinco! Y puso
el escenario para una primera parte sin respiro, en la que se sucedieron
las ocasiones, y donde si el balón no acabó en la red fue por las
increíbles fallas de los delanteros… Sobre todo de uno. Mario Balotelli
es un jugador de extremos: o es genial o es terrible. Esta vez apareció
MiniMario y no SuperMario. El 9 italiano falló tres ocasiones clarísimas
y dejó vivir a los ingleses, que también tuvieron sus oportunidades,
desperdiciadas por Welbeck y Rooney.
Con todo fue Italia quien lo
mereció más, quien lo buscó más. Tras los primeros veinte minutos,
Inglaterra volvió a bajar el ritmo y fueron los azzurri quienes llevaron
el peso del partido. Y quizá les podría haber ido mejor de no ser por
la extraña consigna de disparar a puerta bajo cualquier circunstancia
cada vez que la pelota se acercaba remotamente al área. Y entre el
excelente Hart y la evidente falta de puntería de los tiradores, las
oportunidades se perdían.
Así acabó la primera mitad, y así
comenzó la segunda. Con los de Prandelli encima y los de Hodgson
aguantando. Con menor ritmo pero aún mucha intensidad, con Italia
merodeando el área y mandando disparos de larga distancia a la tribuna y
con Inglaterra cada vez más inspirado en la épica del Chelsea de
aguantar el cero y esperar a la buena fortuna y a la buena puntería.
Carroll reemplazó a Welbeck, Diamanti a Cassano; Nocerino pudo definirlo
para Italia, Rooney para Inglaterra pero, para variar, fallaron en el
último toque. Cero a cero y a la prórroga.
Y, como suele suceder
en esos treinta minutos suplementarios, sobre todo en partidos en que
los dos equipos se han desgastado tanto, el común denominador fue la
cautela. Italia mantenía el control de la pelota, pero arriesgar de más
en sus intentos por conseguir el triunfo y los blancos, agotados,
buscaban alguna contra pero sin que esto descuidara el orden defensivo
de ninguna manera. Y entonces, como si de un milagro se tratara, el
balón sacudió las redes, centro de Diamanti, remate de Nocerno y… nada,
era un espejismo. El delantero italiano estaba adelantado y los penaltis
esperaban.
Marcaron Balotelli y Gerrard. Falló Montolivo, y
parecía que al fin los ingleses se sacudirían su maldición. Rooney hizo
el segundo, y Pirlo acercó a los suyos con un Panenka. Inglaterra
necesitaba seguir siendo perfecta, pero hay veces que el karma no
desaparece y no hubo trébol de cuatro hojas al estilo Chelsea esta vez.
Young puso su disparo en el travesaño, Buffon atajó el de Cole, y
Diamanti puso a celebrar a toda la bota, que sueña ya con una semifinal
de fábula ante Alemania.
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