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Las similitudes entre el Celtic y el Benfica son numerosas: han sido
campeones de Europa, una gloria que llegó para ambos en la década de
los 60, de forma doble en el caso de los lusos y en una oportunidad para
los escoceses, precisamente en una final disputada en Lisboa. Los dos
cuentan con un gran respaldo de público tanto en su país como fuera de
sus fronteras. Y en el palmarés de sus ligas nacionales dominan la
competición junto a su histórico rival, el Porto para los benfiquistas y
el Rangers para los verdiblancos, aunque ahora camine por otras
divisiones.
Celtic Park es uno de los fortines del torneo, donde los escoceses muestran su potencial y agresividad. Una versión alejada de
la que esgrimen cuando salen de la isla, con planteamientos más
cobardes y miedosos. No en vano, de sus últimos 30 encuentros en casa,
en Champions, los de Glasgow han sumado 21 triunfos y sólo 4 derrotas.
La
música de la Liga de Campeones volvía a sonar tres temporadas después
en el feudo de los 'Bhoys' con el espectacular ambiente y la mística que
guarda este estadio cuando el equipo verdiblanco salta al campo. En
esta ocasión, para el primer enfrentamiento entre los dos principales
candidatos de acompañar al Barcelona a la siguiente ronda, con permiso
del Spartak moscovita.
El empuje inicial correspondió al Celtic,
imponiendo su condición de anfitrión. Las ganas, la presión y la lucha y
los balones aéreos eran las armas utilizadas por los 'católicos', el
galés Matthews era el jugador que personificaba esas caracterísiticas
con sus incursiones en banda derecha buscando al 'vinotino' Miku. Por el
lado visitante, Rodrigo estaba custodiado por tres medios netamente
ofensivos como Gaitán, Aimar y Salvio. Un tridente argentino que hacía
exhibición de sus habilidades a partir de la primera media hora,
teniendo el conjunto de las águilas las primeras ocasiones que no
evitaban que la primera mitad acabase con el 0-0 inicial.
Las
apariciones del incisivo Commons, en la reanudación, fueron contestadas
por los lisboetas con remates de Garay y Gaitán. Las alternativas de
control del juego se sucedían por ráfagas sin que ninguno de los dos
conjuntos tomara el mando real del partido ni dispusiera de claras
oportunidades para abrir el marcador.
Los últimos minutos se
vivieron a buen ritmo e idéntica incertidumbre, los saques de esquina
parecían el momento más cercano de desnivelar el electrónico para los
dos equipos porque el Benfica no llegaba a concretar las acciones que
hilvanaban su medular y las aperturas a bandas del Celtic se quedaban en
el limbo, por lo que el reparto de puntos era un justo botín para estos
dos clásicos del fútbol europeo a los que faltó pegada y sobró miedo
para vencer.
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