Abel Resino no quiso cambiar ni el esquema ni los integrantes del dibujo del Celta para su estreno en Balaídos. Los jugadores respondieron con gran motivación, con la sensación de agradar y con un fuerte ritmo. A los 5' los celestes avisaban con una doble ocasión para Augusto que era desbaratada por Toño, quien se iba erigiendo en el protagonista del partido con varias acciones meritorias. Los olívicos llegaban con frescura a campo contrario, al igual que los nazaríes que habían encontrado por la izquierda, como era de suponer, una vía para llegar a la meta de Navas.
Como una botella agitada, el Celta había perdido fuerza con el cuarto de hora cumplido. Los rojiblancos hacían daño con pocos argumentos. En el ecuador del primer tiempo, una jugada de Álex López terminó de forma caprichosa en la zurda de Aspas, el jugador más indicado para los intereses vigueses de recibir un balón muerto en el área. El de Moaña definía con categoría para subir los ánimos del estadio. Poco duraba la alegría, un centro de Nyom era correspondido con una gran volea de Ighalo que violentamente agitaba las mallas. Cuatro minutos de efímera alegría de la parroquia viguesa.
El nuevo partido que se vivió a partir del empate mostraba las virtudes y defectos de ambos equipos durante la temporada. Un equipo local con mimbres pero inseguro y superado en bandas por los cuchillos de los que dispone Alcaraz por los flancos, tanto la dulpla Torje y Nyom, por la derecha, y la proporcionada por el flanco izquierdo con Siqueira, Nolito y las apariciones de Aranda.
Nada cambió en los siguientes 45 minutos. Los andaluces avanzaban por las bandas y los locales disponían de más metros por la defensa adelantada presentada por los nazaríes. Partido de ida y vuelta, algo descontrolado con los celestes sin ideas en la medular para construir. Todo lo contrario que el Granada, quien seguía picando y agujereando los flancos vigueses. Ighalo avisaba con un remate al larguero de que los 3 puntos podían viajar hacia Andalucía.
Cuando menos parecía que los vigueses podían hacer algo, un balón de Augusto y prolongado por Aspas terminaba en las botas de Bermejo que de una manera antiestética y con grandes dosis de fortuna enviaba el cuero al palo largo. Ver para creer. Los olívicos se adelantaban en un duelo que parecía muy perdido para los locales. Las prisas se iban a volver rojiblancas, Aranda elevaba en exceso, acto seguido, y Augusto despertaba de su letargo ofensivo para golpear mal al balón y hacerlo pasear por las inmediaciones de Toño.
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Como una botella agitada, el Celta había perdido fuerza con el cuarto de hora cumplido. Los rojiblancos hacían daño con pocos argumentos. En el ecuador del primer tiempo, una jugada de Álex López terminó de forma caprichosa en la zurda de Aspas, el jugador más indicado para los intereses vigueses de recibir un balón muerto en el área. El de Moaña definía con categoría para subir los ánimos del estadio. Poco duraba la alegría, un centro de Nyom era correspondido con una gran volea de Ighalo que violentamente agitaba las mallas. Cuatro minutos de efímera alegría de la parroquia viguesa.
El nuevo partido que se vivió a partir del empate mostraba las virtudes y defectos de ambos equipos durante la temporada. Un equipo local con mimbres pero inseguro y superado en bandas por los cuchillos de los que dispone Alcaraz por los flancos, tanto la dulpla Torje y Nyom, por la derecha, y la proporcionada por el flanco izquierdo con Siqueira, Nolito y las apariciones de Aranda.
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Cuando menos parecía que los vigueses podían hacer algo, un balón de Augusto y prolongado por Aspas terminaba en las botas de Bermejo que de una manera antiestética y con grandes dosis de fortuna enviaba el cuero al palo largo. Ver para creer. Los olívicos se adelantaban en un duelo que parecía muy perdido para los locales. Las prisas se iban a volver rojiblancas, Aranda elevaba en exceso, acto seguido, y Augusto despertaba de su letargo ofensivo para golpear mal al balón y hacerlo pasear por las inmediaciones de Toño.
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