El Real Madrid se despidió a lo grande de San Mamés, con una nueva victoria en este fructífero 2013. Triunfo que puso muy caro el Athletic con un partido superlativamente intenso. En la primera mitad, con más ocasiones que faltas. Y viceversa en la segunda. Cristiano Ronaldo puso el partido muy pronto de cara para los blancos con un golazo de falta, con Diego López evitando el resurgir de los leones en sendas ocasiones de Susaeta y Ander Herrera. Y sería en la segunda mitad, cuando el partido más aletargado parecía, cuando de nuevo el ‘7’ de cabeza asestó el golpe de gracia a los locales. Dos nuevos goles que le acercan a los 200 con el Real Madrid, más una asistencia para el hoy también goleador Higuaín. Tres nuevos puntos que reafirman que este equipo blanco ha recuperado su credibilidad en un choque que fue un fiable banco de pruebas para la próxima visita al Westfalenstadion.
Se palpaba en el ambiente que era un partido especial. La Liga no llamaba especialmente la atención a ninguno de los dos equipos, pero Athletic y Madrid son dos clubes históricos, y nunca una cita entre ambos podrá ser una más. De ahí que la primera parte fuera toda una oda a esa rivalidad centenaria, con un choque de poder a poder, entre dos equipos que nunca volvieron la cara al fútbol frente a la especulación. Y es cierto que hubo muchas imprecisiones de ambos en el centro del campo, pero fue más fruto de la intensidad que de la falta de espíritu. Como si fuera un partido de Premier League. A no ceder completamente la posesión a los blancos ayudó la red que entretejieron los rojiblancos en la medular, comandado por un imperial Ander Herrera, con marcajes individuales incluso. Claro que, de igual manera, ello le privó de alcanzar el área de Diego López con fluidez ni suficientes efectivos.
El Real Madrid no necesitó semejante encaje de bolillos. Cristiano Ronaldo ya había resuelto todos los obstáculos a los 68 segundos, con un golazo de falta directa. Por encima de la barrera, a donde no llegaba Gorka Iraizoz, pero esta vez con más dulzura y colocación que potencia. Más como Ozil que como Ronaldo, paradójicamente. Es un jugadorazo como una Catedral, valga la redundancia, y una vez más volvió a dejar muestras. Por esa 'nueva' forma de lanzar las faltas, pero también, por todo lo que seguiría tras ella.
Antes del descanso, Benzema y Di María pudieron haber marcado, pero el primero no fue capaz de embocar un fuerte centro lateral desde el balcón del área pequeña, mientras que el segundo impactó su disparo en el larguero cuando sólo Iraizoz se interponía entre él y la red rojiblanca. Claro que, en ese partido de tú a tú con alternativas, también pudo haber marcado el Athletic previo al paso por los vestuarios. Y lo hubiera hecho a buen seguro si Susaeta y Ander no se hubiesen encontrado con un gigantesco Diego López en sendos disparos francos.
La segunda mitad siguió con un guión parecido en intensidad, pero perdiendo varios enteros el fútbol, la emoción y las ocasiones, en detrimento de un juego subterráneo que ya había amagado con ser protagonista en la primera parte y que enfangó en cierta manera el partido. Hasta Ronaldo se desquició por momentos, sobre todo con un Ramalho que, por no dejarle espacio, no hubo jugada en que no le testara la dureza de las espinilleras. Mal compañero de viaje le tocó al defensa internacional español, pues aun cuando parecía más desesperado y el público más le achuchaba, Ronaldo todavía se sacó un gol de la chistera para cerrar el encuentro definitivamente. Xabi Alonso botó una falta y, entre toda la red de jugadores, emergió cual cohete el luso para cabecear al palo contrario y silenciar San Mamés. Santillana seguro hubiera rubricado esa estampa. El vetusto estadio se merecía un partido de campanillas como despedida Real, y se encontró con un incansable jugadorazo en su versión estelar. Inalcanzable para este, al menos, impetuoso Athletic.
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Se palpaba en el ambiente que era un partido especial. La Liga no llamaba especialmente la atención a ninguno de los dos equipos, pero Athletic y Madrid son dos clubes históricos, y nunca una cita entre ambos podrá ser una más. De ahí que la primera parte fuera toda una oda a esa rivalidad centenaria, con un choque de poder a poder, entre dos equipos que nunca volvieron la cara al fútbol frente a la especulación. Y es cierto que hubo muchas imprecisiones de ambos en el centro del campo, pero fue más fruto de la intensidad que de la falta de espíritu. Como si fuera un partido de Premier League. A no ceder completamente la posesión a los blancos ayudó la red que entretejieron los rojiblancos en la medular, comandado por un imperial Ander Herrera, con marcajes individuales incluso. Claro que, de igual manera, ello le privó de alcanzar el área de Diego López con fluidez ni suficientes efectivos.
El Real Madrid no necesitó semejante encaje de bolillos. Cristiano Ronaldo ya había resuelto todos los obstáculos a los 68 segundos, con un golazo de falta directa. Por encima de la barrera, a donde no llegaba Gorka Iraizoz, pero esta vez con más dulzura y colocación que potencia. Más como Ozil que como Ronaldo, paradójicamente. Es un jugadorazo como una Catedral, valga la redundancia, y una vez más volvió a dejar muestras. Por esa 'nueva' forma de lanzar las faltas, pero también, por todo lo que seguiría tras ella.
Antes del descanso, Benzema y Di María pudieron haber marcado, pero el primero no fue capaz de embocar un fuerte centro lateral desde el balcón del área pequeña, mientras que el segundo impactó su disparo en el larguero cuando sólo Iraizoz se interponía entre él y la red rojiblanca. Claro que, en ese partido de tú a tú con alternativas, también pudo haber marcado el Athletic previo al paso por los vestuarios. Y lo hubiera hecho a buen seguro si Susaeta y Ander no se hubiesen encontrado con un gigantesco Diego López en sendos disparos francos.
La segunda mitad siguió con un guión parecido en intensidad, pero perdiendo varios enteros el fútbol, la emoción y las ocasiones, en detrimento de un juego subterráneo que ya había amagado con ser protagonista en la primera parte y que enfangó en cierta manera el partido. Hasta Ronaldo se desquició por momentos, sobre todo con un Ramalho que, por no dejarle espacio, no hubo jugada en que no le testara la dureza de las espinilleras. Mal compañero de viaje le tocó al defensa internacional español, pues aun cuando parecía más desesperado y el público más le achuchaba, Ronaldo todavía se sacó un gol de la chistera para cerrar el encuentro definitivamente. Xabi Alonso botó una falta y, entre toda la red de jugadores, emergió cual cohete el luso para cabecear al palo contrario y silenciar San Mamés. Santillana seguro hubiera rubricado esa estampa. El vetusto estadio se merecía un partido de campanillas como despedida Real, y se encontró con un incansable jugadorazo en su versión estelar. Inalcanzable para este, al menos, impetuoso Athletic.
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