Un eléctrico primer tiempo y un enchufado Óscar Cardozo devuelven a la gloria al Benfica, 23 años después. El Fenerbahçe nunca pareció creer en sus posibilidades, aunque se reenganchó al partido con un penalti que significaba el empate y que sumado al 1-0 que traían de Estambul puso tierra de por medio momentáneamente en la eliminatoria. Las dos dianas posteriores del guaraní dejan al conjunto lisboeta en la final de la Europa League, donde se enfrentará en Ámsterdam al Chelsea y a la maldición de Bela Guttmann.
Un gol era la distancia que tenía el Benfica para regresar a otra final continental que no se vivía desde 1990 en Viena. Las ganas por repetir la experiencia hizo que el acoso sobre la meta de Volkan comenzara desde el pitido incial. Encontrando el premio en apenas ocho minutos cuando una internada por la derecha era culminada por el argentino Gaitán con categoría, colocando el balón en el palo largo.
Con la eliminatoria igualada, los encarnados no bajaron el ritmo de juego con el objetivo de sellar su billete a Ámsterdam. El plan del Fenerbahçe se había desmoronado como un castillo de naipes, frágil ante un Benfica que no se cansaba de noquear y castigar a su rival. A los 21', en una acción aislada en el área lusa, Garay golpeaba inocentemente con su mano. El penalti lo lanzaba el holandés Kuyt para nivelar el marcador e iniciar un nuevo partido con ventaja turca.
Las prisas y ansias que no habían asomado en los portugueses al arrancar el choque hicieron acto de presencia. Los canarios amarillos aprovechaban la primera sensación de debilidad de su rival para aparecer en campo contrario con la naturalidad que no habían mostrado hasta entonces. El empate había cambiado el guión con nuevos protagonistas como Moussa Sow, algo más cómodo en el ataque otomano y eternos actores como Cardozo, un peligro constante para el Benfica que confirmaba su clase al rematar raso con la zurda al fondo de las mallas con tres defensores custodiándole. Los lisboetas estaban de nuevo a un gol del objetivo con casi una hora por delante.
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Un gol era la distancia que tenía el Benfica para regresar a otra final continental que no se vivía desde 1990 en Viena. Las ganas por repetir la experiencia hizo que el acoso sobre la meta de Volkan comenzara desde el pitido incial. Encontrando el premio en apenas ocho minutos cuando una internada por la derecha era culminada por el argentino Gaitán con categoría, colocando el balón en el palo largo.
Con la eliminatoria igualada, los encarnados no bajaron el ritmo de juego con el objetivo de sellar su billete a Ámsterdam. El plan del Fenerbahçe se había desmoronado como un castillo de naipes, frágil ante un Benfica que no se cansaba de noquear y castigar a su rival. A los 21', en una acción aislada en el área lusa, Garay golpeaba inocentemente con su mano. El penalti lo lanzaba el holandés Kuyt para nivelar el marcador e iniciar un nuevo partido con ventaja turca.
Las prisas y ansias que no habían asomado en los portugueses al arrancar el choque hicieron acto de presencia. Los canarios amarillos aprovechaban la primera sensación de debilidad de su rival para aparecer en campo contrario con la naturalidad que no habían mostrado hasta entonces. El empate había cambiado el guión con nuevos protagonistas como Moussa Sow, algo más cómodo en el ataque otomano y eternos actores como Cardozo, un peligro constante para el Benfica que confirmaba su clase al rematar raso con la zurda al fondo de las mallas con tres defensores custodiándole. Los lisboetas estaban de nuevo a un gol del objetivo con casi una hora por delante.
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