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El Real Madrid salvó un punto ante el Borussia Dortmund en el último
momento de un partido nuevamente primoroso, sobre todo en su primera
parte. Y si la clasificación para los merengues sigue encaminada es sólo
gracias a un oportuno gol de falta de Mesut Ozil sobre la bocina,
cuando la derrota ya se mascaba en el ambiente. Y es que el equipo
alemán volvió a demostrar una vez más lo buen equipo que es, ante un
Madrid que por momentos no sólo fue inferior, sino que ni siquiera era
capaz de disimularlo. Mourinho tuvo que hacer un doble cambio al
descanso incluso, con 1-2, deshaciendo una dupla Xabi-Modric que no
funcionó en absoluto. Pero ni con ésas, sólo el corazón aupó al Real
Madrid a un empate que al final encontró casi de casualidad en el último
momento. Reus había adelantado a los amarillos, y el gol de Gotze a las
puertas del descanso anulaba el empate momentáneo de Pepe.
Afortunadamente para el madridismo, entre Ozil y el Manchester City, sus
opciones de clasificación se mantienen intactas.
No está tan claro ya el liderato final. Y es que Real Madrid y
Borussia Dortmund llegaban jugándose la primera posición del bien
llamado grupo de la muerte de la Champions. Y eso sí, desde el primer
minuto de partido, ambos estuvieron a la altura de lo que había en
juego. Con un encuentro de muchos muchos quilates en un Bernabéu tomado
parcialmente por una marea amarilla que acentuaba si cabe un poco más el
pulso de poder a poder que se vivía sobre el césped. Y es que si
alguien esperaba que el miedo escénico pudiera atenazar al Borussia, los
jugadores amarillos se debieron dejar los nervios en Dortmund. Si no,
más lejos aún.
Al igual que ya hicieran en el Westfalenstadion,
los pupilos de Jurgen Klopp miraron directo a los ojos al todopoderoso
Real, al que no le respetaron ni en su feudo. Con un esquema y un
concepto idéntico, parece que el equipo blanco no aprendió nada del
partido de hace quince días, pues con el balón en los pies no encontraba
ni los huecos entre líneas con Ozil e Higuaín, ni el desborde por las
bandas de unos Di María y Ronaldo fallones. Y mientras del otro lado,
los jugadores visitantes demostraban un vigor muy superior, haciendo de
cada balón recuperado un contraataque de los que si no hieren, se quedan
cerca. Ya lo dijo José Mourinho, el Dortmund es un equipo como para
optar a la Champions. Y volvió a demostrarlo en una primera parte
excepcional.
De hecho, no es casualidad que pegara primero en el
marcador, y es más, que se fuera con ventaja de 1-2 al descanso. Con dos
goles casi calcados. Dos balones aéreos al que no aciertan a despejar
ni Pepe, en el primero, ni Varane, en el segundo. El rechace cae en la
banda donde, en el primero Reus le gana la espalda a Arbeloa, y en el
otro es Grosskreutz el que coge el sitio de Ramos. Ambos se cuelan hasta
la cocina con el balón controlado y, mientras que Reus dispara con
virulencia, Grosskreutz decide asistir a Gotze en el centro para que sea
el ‘10’ amarillo el que marque ante la salida de un Casillas que quizás
sí pudo hacer algo más en el primer gol, no tanto en el segundo. Dos
goles idénticos a un Madrid impotente.
Y es que, con una pareja
de mediocentros que parecen inmiscibles, si llegaba a la portería de
Weidenfeller era en acciones aisladas. Lo fue un pase interior a Higuaín
que no alcanzó cuando estaba solo. Lo fue también otro pase profundo a
Higuaín cuyo centro a Ronaldo fue demasiado alto para que el portugués
rematara cómodamente cuando estaba solo dentro del área. Lo fue también
un mano a mano que tuvo Ronaldo, precisamente de un pelotazo de Varane
cuando había salvado in extremis un mano a mano de Reus, y que el luso
también lo falló, como casi todo esta noche. Incluso el gol blanco llegó
en una jugada aislada, un rechace a un córner donde Pepe cabeceó el
centro de Ozil como si hubiera sido el mismo Camacho. Si hubiera tenido
un bisonte enfrente seguro que le habría derribado del mismo testarazo.
Era
entonces el gol del empate momentáneo, de lo poco que logró levantar al
aficionado blanco de su asiento. Y seguramente por ello, Mourinho movió
el banquillo al descanso dando entrada a Essien y Callejón en lugar de
Modric y un Higuaín errático, y parecía que también tocado físicamente.
Quién sabe si con Benzema también lesionado, Mourinho llegó a echar de
menos en algún momento a Morata, al que descartó sin molestia alguna.
Aunque eso sí, Callejón lo puso todo de su parte para que no fuera así,
con tres grandes ocasiones casi seguidas en el primer cuarto de hora de
la segunda mitad. Especialmente, un gol que anularía el turco Çakir por
un fuera de juego de ésos de necesitar ver diez repeticiones.
Ocasiones
que lanzaron al Madrid, pero más por corazón que por disciplina
táctica. Con lo que en cuanto se diluyó ese ímpetu al cuarto de hora, el
partido volvió por sus fueros, con un Borussia muy bien plantado sobre
el césped, sobrado incluso por momentos, frente a un Madrid sin
suficientes ideas ni suficientemente bien ejecutadas como para alcanzar
al área contraria siquiera. Sólo le quedaba abonarse a la épica a los
pupilos de un Mourinho que quiso contribuir a ello dando entrada a Kaká
por Arbeloa. Y casi le sale bien en la primera jugada, donde una
internada de Kaká acabó con un paradón a bocajarro de Weidenfeller a
Ronaldo, y un posterior derribo de Kehl al propio Kaká. Era el segundo
penalti que reclamaba el Bernabéu, unido a unas manos en el área, más un
gol anulado.
Sería un poco más tarde, en el minuto 86 cuando el
Real Madrid lograse el empate merced a un saque de falta directo de
Mesut Ozil que entró pegado al palo corto con la colaboración de un
contemplativo Weidenfeller. Se repetía la historia, de tintes épicos
como ante el Manchester City. De nuevo salvados sobre la bocina, esta
vez en un partido donde nunca terminó de imponer su supuesta
superioridad. El primer puesto del grupo se complica ahora pero, gracias
al gol de Ozil y al despropósito del Manchester City ante el Ajax, la
puerta para la clasificación sigue abierta. Eso sí, estos dos encuentros
deberían hacer encender la alerta amarilla en la Casa Blanca.
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