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El Real Madrid se mantiene en pie en el campeonato español después
de una trabajada victoria en Zorrilla y tras estar muchos minutos con la
rodilla hincada en el césped. Manucho adelantó al Valladolid en dos
ocasiones a balón parado, y el equipo blanco tuvo que sudar tinta para
voltear el resultado. Sobre todo, por la triste imagen y la falta de
recursos que evidenció sobre el césped. Igual que otras veces no había
estado acertado de cara a puerta, en esta ocasión los goles fueron
providenciales, en acciones aisladas. Benzema aprovechó un resbalón de
un defensa para empatar apenas seis minutos después del 1-0, y sólo dos
genialidades más de Ozil rescataron al cuadro blanco, hoy de verde
esperanza. Primero, tras un jugadón individual, y después con un
lanzamiento de falta calcado al que ya anotó ante el Borussia Dortmund, a
veinte minutos del final. Lo mereció por el empeño en la segunda parte,
pero nuevamente el resultado fue prácticamente lo único salvable de un
Madrid que hace aguas con mucha más regularidad de lo que se le
presuponía.
No obstante, llegaba el Real Madrid a Valladolid con la necesidad de
mandar un mensaje de solidez, seguridad y estabilidad en su carrera
contrarreloj hacia el liderato, con la ventaja incluso de poder meter
presión a Atlético y Barcelona, que jugaban un día más tarde. Y sin
embargo, el inicio del partido no fue sino una exhibición de fragilidad e
inoperancia. Sólo Manchester City, Barcelona, Borussia Dortmund y
Getafe habían marcado dos goles al Real Madrid en la más de una veintena
de partidos disputados, y a Manucho, un armario camuflado de
futbolista, le hicieron falta apenas veinte minutos para firmar su
doblete. Y lo que es más sangrante para un equipo que supuestamente
lucha por todo, ambos llegaron de manera similar, y a balón parado, la
suerte más primitiva en el mundo del fútbol.
El primer gol llegó a
los seis minutos, cuando el angoleño aprovechó el desajuste defensivo
al saque de un córner para fusilar a Casillas desde el área pequeña
después de que dos de sus compañeros tocaran el balón previamente. Y
cuarto de hora más tarde, el ariete blanquivioleta cabeceó desde el
balcón del área pequeña al saque de otro córner, haciendo inertes los
intentos de Ramos por defenderle, y aprovechando que Casillas se quedó
paralizado bajo el larguero. Paradójicamente, un equipo con un fútbol
elaborado como el Valladolid no le pudo sacar más rendimiento a unas
acciones tan simples.
Afortunadamente para el Real Madrid, pudo
marcharse al descanso con empate a dos, equilibrando las fuerzas en el
marcador. Muy afortunadamente. Y es que durante la primera mitad se pudo
ver a un Madrid desorientado, errático, incapaz de llegar con claridad
al área contraria, exhibiendo la misma versión que ya se vio en Getafe,
el Sánchez Pizjuán o el Benito Villamarín, y que todos sabemos para lo
que sirvió. Callejón desaprovechó un mano a mano con Dani Hernández, y
Ronaldo tuvo dos potentes tiros lejanos. Y poco más de cara a puerta.
Sin embargo, al contrario de lo que había sucedido en anteriores
partidos, esta vez sí que se mostró efectivo para los pocos
acercamientos de los que gozó. Primero Benzema, y luego Mesut Ozil.
El
galo marcó apenas seis minutos después de que el Valladolid anotara el
1-0, con un Callejón que aprovechó un resbalón de Valiente para asistir
al propio Benzema, que marcó sin oposición. Y justo en la última jugada
antes del descanso, Ozil se sacó de la manga un jugadón individual,
adornado con una pared de tacón con Benzema, para batir a Dani Hernández
en el mano a mano. Espectacular. Dos goles oportunos por la desventaja
en el marcador, pero sobre todo por los momentos en los que llegaron,
dando vida a un Madrid sin vigor ninguno.
De hecho, el gol de
Ozil y el paso por los vestuarios aportaron algo de ímpetu al Real
Madrid en la segunda mitad. Por eso, o simplemente por la agitación que
provocó Mourinho, que como ya sucediera en los campos de Getafe y
Sevilla, revolucionó por completo el dibujo táctico y la alineación.
Primero, colocando a Callejón como lateral izquierdo quitando a Nacho,
hoy titular y para nada el culpable de lo que sucedía. Y después,
sacando a Modric por Arbeloa en el minuto sesenta para dejar una defensa
de tres con Sergio Ramos, Pepe y ¡Xabi Alonso! Y sea como fuere, al
contrario que anteriormente, le dio réditos inmediatos a los blancos.
Primero con un gol de Sergio Ramos que Pérez Montero anuló por fuera de
juego inexistente. Y después, con otro gol que esta vez ya sí subió al
marcador.
Fue Ozil el que puso de nuevo su firma, con un
lanzamiento de falta desde el borde del área plásticamente bellísimo,
además de efectivo. Como ya hiciera ante el Borussia Dortmund, el
lanzamiento con la zurda pasó por encima de la barrera y se coló pegado a
la escuadra del palo corto. Y como ya sucediera ante el Borussia
Dortmund, un lanzamiento providencial para los intereses del madridismo,
que veía ya cómo se escapaba la Liga, y una jugada aislada a balón
parado le volvía a introducir en el campeonato. El balón parado, que le
había dejado con el corazón en un puño fue el mismo que reactivó la
circulación. Ahora con ese gol, y a pesar de los muchos aprietos y la
zozobra en el juego, la presión es para el Barcelona, que juega este
domingo en el Benito Villamarín con ‘sólo’ ocho puntos de distancia
respecto a los pupilos de Mourinho. La Liga sigue viva. Por los pelos,
pero sigue igual de viva al fin y al cabo.
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