El Atlético de Madrid certificó su pase a la final de la Copa del Rey después de un ejercicio principalmente de disuasión. Apenas le tomó media hora al equipo de Simeone plasmar la diferencia que hoy en día le separa del Sevilla. Los rojiblancos interpretaron perfectamente el papel de sargento. Poco espacio para la broma. Abrumado por la intensidad y determinación con la que asomó el Atlético al partido, sólo le quedó un ramalazo de orgullo al noble conjunto de Emery para no salir trasquilado. Antes había quedado cerrada la eliminatoria gracias a un gol de Diego Costa, el Pichichi del torneo, y otro de Falcao.
No se concedió ni un lapso para especular con el botín conseguido en la ida el Atlético. Ya la alineación mostraba las pistas del partido que Simeone tenía en la cabeza. Eligió otra vez a Costa sobre Adrián y promocionó a Raúl García, un jugador de pierna dura, por delante de uno como Koke, mejor para tener el balón pero más liviano en el trabajo de abnegación que propuso el Cholo. Como un acordeón funcionó el bloque de presión alta del Atlético, que encharcó la salida de pelota del Sevilla.
Con las cosas sucediendo a un palmo de Beto, era cuestión de tiempo que la centrifugadora de Diego Costa se inventara una ocasión de la nada. No da un balón por perdido el brasileño, alguien que hace de cada lance una cuestión poco menos que vital. Porfió con Fazio un balón de nadie en la frontal, lo ganó con la obstinación de los que pelean cada milímetro y luego tiró de calidad para dibujar un recorte seco y un disparo cruzado preciso desde la frontal del área.
El gol dibujó el paisaje ideal para el Atlético de Madrid. Aunque mostró bravura el Sevilla, estirado por el lateral Alberto Moreno en la izquierda, con Reyes intentando incidir por los carriles centrales y Navas poniendo en juego su velocidad. No cedió un palmo el Atlético. En todo momento se sintió en control ante las generosas pero ciertamente ingenuas acometidas locales. Todo lo contrario que los colchoneros, que en un rayo de jugada mostraron su veneno. Falcao, desde el círculo central lanzó a Diego Costa, que se impuso en la carrera en la izquierda y puso un balón que el colombiano remachó adelantándose a Botía. Un movimiento genuino de delantero centro que se topó con la pueril quietud de Botía, que todavía está por reaccionar al arrastre del colombiano.
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No se concedió ni un lapso para especular con el botín conseguido en la ida el Atlético. Ya la alineación mostraba las pistas del partido que Simeone tenía en la cabeza. Eligió otra vez a Costa sobre Adrián y promocionó a Raúl García, un jugador de pierna dura, por delante de uno como Koke, mejor para tener el balón pero más liviano en el trabajo de abnegación que propuso el Cholo. Como un acordeón funcionó el bloque de presión alta del Atlético, que encharcó la salida de pelota del Sevilla.
Con las cosas sucediendo a un palmo de Beto, era cuestión de tiempo que la centrifugadora de Diego Costa se inventara una ocasión de la nada. No da un balón por perdido el brasileño, alguien que hace de cada lance una cuestión poco menos que vital. Porfió con Fazio un balón de nadie en la frontal, lo ganó con la obstinación de los que pelean cada milímetro y luego tiró de calidad para dibujar un recorte seco y un disparo cruzado preciso desde la frontal del área.
El gol dibujó el paisaje ideal para el Atlético de Madrid. Aunque mostró bravura el Sevilla, estirado por el lateral Alberto Moreno en la izquierda, con Reyes intentando incidir por los carriles centrales y Navas poniendo en juego su velocidad. No cedió un palmo el Atlético. En todo momento se sintió en control ante las generosas pero ciertamente ingenuas acometidas locales. Todo lo contrario que los colchoneros, que en un rayo de jugada mostraron su veneno. Falcao, desde el círculo central lanzó a Diego Costa, que se impuso en la carrera en la izquierda y puso un balón que el colombiano remachó adelantándose a Botía. Un movimiento genuino de delantero centro que se topó con la pueril quietud de Botía, que todavía está por reaccionar al arrastre del colombiano.
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