La Rosaleda recibía con un ambiente espectacular al encuentro de vuelta de octavos de final donde la presión fue el elemento táctico inicial utilizado por ambos conjuntos. El Oporto se mostraba valiente y con gran personalidad, lejos de parecer un equipo replegado con intención de custodiar el resultado traído de casa. De hecho, las posesiones más largas correspondían a los lusos guiados por la brújula de Moutinho. Los dragones echaban fuego en la Rosaleda.
El ritmo era endiablado, muy físico, con idas y venidas hacia ambas porterías; sin descanso. El Málaga parecía tocar el cielo bajo el potente chut de Antunes, a los 35', que encontraba una extraordinaria intervención de Helton, un cancerbero capaz de lo peor y de paradas meritorias. Los andaluces se entonaban, parecían haber perdido el vértigo ante la responsabilidad de la cita.
Joaquín se movía con soltura y precisamente una jugada suya, con participación de Isco, acababa en las botas de Gámez, el centro del lateral creaba incertidumbre en el área y daba con Helton en el suelo, previo contacto con Baptista, el balón quedaba libre y Saviola marcaba. Éxtasis en la grada que se convertía en incomprensión al comprobar que había sido anulado. El equipo parecía contagiarse de la rabia y acto seguido era Isco el que encontraba un hueco en la defensa portuguesa para describir una parábola que besaba las mallas. Ahora sí, éste subía al marcador e igualaba la eliminatoria. La primera parte cerraba con otro color y otro ánimo en el cuadro andaluz.
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El ritmo era endiablado, muy físico, con idas y venidas hacia ambas porterías; sin descanso. El Málaga parecía tocar el cielo bajo el potente chut de Antunes, a los 35', que encontraba una extraordinaria intervención de Helton, un cancerbero capaz de lo peor y de paradas meritorias. Los andaluces se entonaban, parecían haber perdido el vértigo ante la responsabilidad de la cita.
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