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El Real Madrid está ya en los octavos de final de la Copa del Rey
después de, como estaba previsto, deshacerse del Alcoyano y hacer valer
el 1-4 de la ida con un 2-0 en el Santiago Bernabéu con cierto toque de
insulso. Y es que a los blancos no les hizo falta meter la cuarta marcha
siquiera para sumar la victoria en un partido sin ninguna historia a
excepción del desempeño de los cuatro canteranos que puso Mourinho de
inicio. Y sin embargo, el primer gol llegó con la firma de los
titularísimos Di María y Benzema, que salieron tras el descanso.
Callejón maquilló el resultado con dos goles en las postrimerías del
encuentro. Las de arena para el madridismo en una noche supuestamente
para el disfrute llegaron con la lesión de Albiol, y los pitos que buena
parte del Bernabéu dedicó a los aficionados que coreaban el nombre de
José Mourinho. Inequívocos y reiterados, en un momento delicado en las
relaciones del técnico con el club.
El partido no pudo empezar peor para el Real Madrid además, y es que
con un 1-4 de renta de la ida, el fantasma de las lesiones no tardó en
aparecer. Nunca son bienvenidas las lesiones, pero menos en un partido
de este calado. Y tardó en hacer acto de presencia apenas treinta
segundos, el tiempo que tardó David Torres en entrar por detrás a ras
del suelo a un Albiol que estrenaba capitanía y que tuvo que abandonar
el terreno de juego de inmediato. No está teniendo muchos minutos el
central merengue esta temporada, y además de su propio técnico, parece
que el dios del balompié también le ha dado también la espalda. Coentrao
entró en su lugar, y Adán recogió el brazalete de capitán.
Eso
sí, si bien el partido comenzó con el sobresalto de la lesión, poco
tardó en retornar la calma. No una calma tensa, sino una calma total y
absoluta, consecuencia lógica del resultado de la ida, que condicionó
por completo el desarrollo de un partido donde los mayores focos los
concentraron los canteranos a los que dio salida José Mourinho. Un Nacho
muy solvente atrás y que incluso llevó peligro las veces que se
incorporó al ataque. Un Morata al que le hicieron dos posibles penalties
que Iglesias Villanueva no entendió como tales. Un Denis voluntarioso,
pero que no anduvo afortunado de cara a puerta, errando incluso un mano a
mano. Y un José Rodríguez que, como mediocentro, demostró una calma y
un saber estar impropio de un chico que ni ha llegado a la mayoría de
edad.
Los canteranos fueron de lo más llamativo en una primera
parte sin historia, con un Alcoyano dejándose el alma, en ocasiones de
forma desmedida en defensa incluso, y un Madrid que, al ralentí, no le
costaba tener el partido controlado. José Mourinho dijo querer
justificar cada céntimo que hubiera pagado cada aficionado, pero lo
cierto es que el espectáculo no terminaba de colmar las expectativas del
respetable. Y es que no terminaban de llegar los goles. Callejón tuvo
un tiro lejano desde la banda con el portero batido, pero al igual que
los penalties de Morata, y el mano a mano de Denis, la ocasión se fue al
limbo.
En el comienzo de la segunda parte, el guión fue calcado.
José Mourinho fue dosificando la entrada al campo de los Di María y
Benzema, y fue entonces cuando el Real Madrid fue ganando poco a poco
algo más de vértigo. No era difícil tampoco. Así las cosas, en el minuto
setenta llegó por fin el primer gol del partido, y no fue casualidad
que llegara con la firma de Di María y Benzema. Callejón guió un
contraataque, cedió al francés, que a su vez asistió al argentino para
que batiera a Adrián Murcia con un certero tiro cruzado.
Un gol
el del Fideo que sirvió para animar algo la fría noche, aprovechando
también la expulsión de Javi Selvas por reclamarle al árbitro fuera de
juego en la jugada del tanto. Y es que en los veinte minutos finales,
Benzema tuvo oportunidad de marcar un gol más, y Callejón firmaría un
doblete para maquillar el resultado y la goleada. Ambos batiendo al
portero en el mano a mano. El primero, a pase de Ozil, y el segundo,
tras una magnífica jugada individual de Di María. El colorete final a un
partido grisáceo que además dejó la zozobra de los múltiples y
constantes pitos de buena parte del Bernabéu a los que coreaban el
nombre de José Mourinho.
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