En nuestra serie explorando la historia de los Grandes Premios a través de una selección de imágenes icónicas, dirigimos nuestra atención a Italia, y en particular al histórico circuito de Monza. Esta mirada al pasado a través de los archivos nos deja una famosa victoria de John Surtees, uno de los finales más apretados de todos los tiempos, un emotivo doblete para Ferrari, la angustia de Mika Hakkinen, la impresionante primera victoria de Sebastian Vettel, y más. Comenzamos…
Juan Manuel Fangio no cometía errores muy a menudo, pero un error inducido por el cansancio mientras competía en una carrera fuera del campeonato en Monza en 1952, casi le cuesta al legendario piloto argentino su vida. Después de un largo período de recuperación el piloto de Maserati (el número 50 en esta foto) regresó a la acción en 1953, sólo para sufrir otro momento peligroso en la sede italiana cuando un fallo del neumático trasero le propinó un trompo a unos 220 km/h en la Curva Grande durante las prácticas para el Gran Premio de ese año. Es una medida del hombre que Fangio no sólo volvería a la cabina del piloto, sino que también iba a derrotar a los dominantes Ferrari de Alberto Ascari (coche 4) y Nino Farina (coche 6), después de una larga carrera con una batalla intensa. El orden sólo se resolvió en la última curva de la última vuelta, cuando Ascari perdió el liderato y posteriormente fue golpeado por el Maserati de Onofre Marimon (coche 54), lo que permite a Fangio (quien acababa de pasar a Farina) colarse entre ambos, logrando una victoria psicológicamente significativa.
En un total de cuatro ocasiones, entre 1955 y 1961, el Gran Premio de Italia se llevó a cabo en un circuito combinado de 10 kilómetros de longitud peligrosamente rápido, con el ya rápido autódromo de Monza unido a circuito oval de alta velocidad. Decir que el diseño no cumplía con la aprobación universal sería un eufemismo, los equipos británicos boicotearon la carrera de 1955 y sólo accedieron a participar en el evento de 1956 después de las pruebas correspondientes para asegurarse que sus coches podrían soportar las altas velocidades y la superficie llena de baches de ese circuito combinado. Pero las carreras de F1 abandonaron el circuito oval, para bien, a raíz de los trágicos acontecimientos que se produjeron durante la carrera del campeonato de 1961, cuando el líder de la carrera, Wolfgang von Trips, falleciese junto con 13 espectadores después de que su Ferrari se enganchara con el Lotus de Jim Clark en la Parabólica y que se fuese contra el público. Esta foto, tomada durante esa carrera, muestra parte del circuito oval al entrar en la Curva Nord, que comenzaba cerca de donde hoy en día se encuentra la primera chicane del circuito.
Con sólo una victoria en su haber desde su llegada a la Fórmula 1 en 1964, Honda fue persuadida a cambiar de rumbo en 1967, con el asesoramiento del piloto estrella John Surtees, al unirse con la firma británica Lola para ayudar a construir un nuevo desafío, el RA300. El coche, conocido como el 'Hondola' debido a su ascendencia mixta, conservaba el mismo motor V12 que su antecesor coche del fabricante japonés, el RA273; llegando justo a tiempo para el Gran Premio de Italia de 1967.
Poco se esperaba cuando Surtees sólo podía calificar noveno, 1.8 segundos por debajo del tiempo de la pole de Jim Clark con Lotus. Pero la carrera del campeón del mundo de 1964 subió gradualmente, ganando posiciones gracias a un ritmo sólido y la desgracia de los demás. Aun así, cuando Clark, que había perdido anteriormente una vuelta completa debido a un pinchazo, volvía de nuevo a liderar la carrera a siete vueltas del final, parecía que el escocés estaba destinado a conseguir una victoria épica. Pero el destino tenía otros planes y cuando Clark entró en la última vuelta, su Lotus 49 se desaceleró por un problema en la bomba de combustible. De repente Surtees se encontró a la cabeza, y a pesar de los mejores esfuerzos de Jack Brabham, que lanzaba su BT24 por el interior del Honda blanco en la Parabólica, el británico se aferró a la victoria superando al australiano en la misma línea de meta por tan sólo 0,2 segundos. Honda fueron los ganadores de nuevo, pero sería casi 40 años antes de que Jenson Button les diese su tercera victoria como fabricante de pleno derecho.
No ha habido muchas ocasiones en la historia de la Fórmula Uno en las que cinco coches hayan entrado en la última vuelta con posibilidades reales de victoria, pero eso es exactamente lo que sucedió en la carrera celebrada en Monza en 1971. Por primera vez en el clásico trazado de la sede italiana, se introdujeron las pre-chicane -una configuración que animó positivamente los rebufos-. La carrera contó con ocho líderes diferentes y la impresionante cifra de 26 cambios oficiales de líder, el último de los cuales sucedió a pocos metros de la meta. Francois Cevert con Tyrrell (coche 2) logró meter la nariz de su monoplaza por delante al entrar en la última curva, pero a medida que los coches esprintaron hacia la bandera a cuadros fue Peter Gethin con BRM (coche blanco, a la derecha de la imagen) y Ronnie Peterson con March (coche 25) quienes tomaron la delantera, con el británico finalmente imponiéndose al sueco por solo 0,1 segundos. A 0.61 segundos Cevert, Mike Hailwood con Surtees (coche blanco, parcialmente oscurecido) y Howden Ganley con BRM cruzarón todos por la línea, completando el final más apretado en la historia de este deporte y garantizando la primera y única victoria de Gran Premio a Gethin, que nunca sería olvidada.
Esta es una de las historias más asombrosas en todo el deporte, no sólo de las carreras de Fórmula Uno. Apenas seis semanas después de serle administrada la extrema unción a raíz de su terrorífico accidente en Nurburgring, Niki Lauda no sólo fue capaz de ponerse en pie, sino que estaba dispuesto a conducir en el Gran Premio de Italia. Tal y como muestra esta imagen, las cicatrices físicas del austríaco eran todavía muy crudas cuando llegó a Monza, pero también lo eran las mentales. A pesar de haber regresado a la cabina del piloto en Fiorano antes del fin de semana, Lauda se vio incapaz de pilotar en la sesión de prácticas del viernes. "Estaba rígido y con miedo", admitiría más tarde. Pero después de una noche de búsqueda del alma y de admitir que él mismo se ponía bajo demasiada presión, la estrella de Ferrari decidió intentarlo de nuevo, y al día siguiente se clasificó quinto, sólo 0.74 milésimas por debajo del tiempo de la pole de Jacques Laffite, y más rápido que sus compaleros de equipo Carlos Reutemann y Clay Regazzoni. Al día siguiente, en otra asombrosa muestra de fuerza de voluntad, Lauda deleitó a los tifosi logrando un cuarto puesto final en la carrera de casa. "Para estar prácticamente fuera de la tumba, seis semanas después regresar cuarto en un Gran Premio es un logro realmente sorprendente", dijo el rival por el título de Lauda, James Hunt, quien se retiró en la carrera de Italia. "Acababa de subirse al coche y tenía un ir, pilotó la típico carrera de Niki: bien contenido dentro de sí mismo y dentro de las limitaciones de su condición física hizo un súper, súper trabajo".
Algunas victorias, al parecer, no son lo que parecen ser. En el año 1988 la carrera italiana era la primera de Ferrari en su feudo desde la muerte de su ilustre fundador Enzo Ferrari, pero incluso el “hombre viejo” no habría imaginado las posibilidades de la Scudería de derrotar a los dominantes McLaren-Honda de Ayrton Senna y Alain Prost en Monza. Los coches rojos y blancos habían ganado todas y cada una de las 11 rondas anteriores a la cita italiana y aunque Prost había abandonado prematuramente con un fallo de motor inusual, con dos vueltas para el final Senna administraba una cómoda ventaja sobre los Ferrari de Gerhard Berger y Michele Alboreto. Jean-Louis Schlesser, piloto francés, participó como suplente de un enfermizo Nigel Mansell en Williams, y se encontraba circulando en un discreto puesto 11 cuando Senna hizo un intento fallido de doblaje en la primera chicane. El dúo se golpeó en las ruedas y en un instante el McLaren quedó varado en la grava de la escapatoria, mirando en la dirección equivocada. Los Ferrari vieron como ese incidente les proporcionaba un magnífico doblete, y en cuestión de minutos Berger se adjudicó la victoria por delante de un Alboreto lleno de júbilo después de haber logrado una victoria verdaderamente inesperada. No había seguidor que no derramase alguna lágrima en casa.
Pese a ser el último ganador y doble campeón del mundo de Fórmula 1, la llegada de Michael Schumacher a Ferrari en 1996 no fue recibida con elogios generalizados por parte de los tifosi italianos, muchos de los cuales veían al alemán muy pragmático, frío y carente de cierto “je ne sais quoi” que tanto habían estimado en Gilles Villeneuve y Jean Alesi. Pero Schumacher se ganaría a los más excépticos con sus impresionantes victorias. “Schumi” cogió un desgarbado F310 y logró la victoria en España y en Bélgica, antes de poner el broche de oro al lograr la primera victoria para Ferrari en Monza después de 7 años de sequía. Las posibilidades de Schumacher para el título se vieron reforzadas cuando los Williams de Damon Hill y Jacques Villeneuve se fueron a estrellar contra las barreras de neumáticos de la primera chicane, pero lo que realmente le hicieron ganar la carrera fueron sus “dentro/afuera” devastadoramente rápidos, así como sus paradas en boxes, que le permitieron convertir un déficit de 0,6 segundos sobre el Benetton de Jean Alesi en unos cinco segundos de ventaja. "Nunca he visto tanta emoción", dijo Schumacher después. "Es una locura. Sólo es posible en Italia". En esta imagen, el alemán pasa delante de una tribuna llena camino de la Parabólica.
Raramente un piloto ha mostrado tal abatimiento con las aclamaciones de júbilo de miles de fanáticos partidistas de Ferrari zumbando en sus oídos, Mika Hakkinen arrojó sus guantes con disgusto al suelo, y se retiró al refugio del bosque de Monza, cayó de rodillas y lloró. El finlandés sólo había tenido un error elemental en la primera chicane, trompeando su McLaren con una cómoda ventaja teniendo que retirarse de inmediato. A medida que su coche se detuvo en la grava, la magnitud de lo que acababa de ocurrir golpeó repentinamente el vigente campeón del mundo: no sólo había perdido una victoria en una carrera casi segura, sino que también había volado una oportunidad de oro para ampliar su ventaja en el campeonato con el líder del equipo Ferrari, Eddie Irvine.
La lluvia, dicen, es un gran nivelador del rendimiento, pero pese a todo, nadie esperaba que un Toro Rosso pudiese luchar por la victoria en la carrera de 2008 en Monza, con ADN de Red Bull o no. Pero Sebastian Vettel lo probaría, con un conductor precoz de talento al volante, todo es posible. El alemán, por entonces con 21 años de edad, que ya tuvo el honor de ser el piloto más joven en anotar puntos en carreras de F1, se convirtió en el ganador más joven de la pole de un Gran Premio de carreras con un gran rendimiento y mucho aplomo en condiciones resbaladizas en la sesión de clasificación del sábado. Pero a pesar de ese resultado, la mayoría del paddock todavía se imaginaba que Heikki Kovalainen con el McLaren (había clasificado segundo) podría ganar la carrera del domingo. Vettel, sin embargo, tenía otras ideas, corriendo casi dos segundos por vuelta más rápido que el finlandés en la primera parte de la carrera, cuando la pista todavía estaba húmeda, para establecer una ventaja a la que nunca renunciaría. "Este es el mejor día de mi vida", dijo Vettel tras una sensacional victoria. "Nunca olvidaré estos sentimientos. Es increíble". Kovalainen, que finalmente terminó en segundo lugar, acompaña a Vettel en esta imagen en su ducha con champán.
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Fangio logra un dramático triunfo, en el último suspiro, Monza-1953.
Fangio logra un dramático triunfo, en el último suspiro, Monza-1953.
Juan Manuel Fangio no cometía errores muy a menudo, pero un error inducido por el cansancio mientras competía en una carrera fuera del campeonato en Monza en 1952, casi le cuesta al legendario piloto argentino su vida. Después de un largo período de recuperación el piloto de Maserati (el número 50 en esta foto) regresó a la acción en 1953, sólo para sufrir otro momento peligroso en la sede italiana cuando un fallo del neumático trasero le propinó un trompo a unos 220 km/h en la Curva Grande durante las prácticas para el Gran Premio de ese año. Es una medida del hombre que Fangio no sólo volvería a la cabina del piloto, sino que también iba a derrotar a los dominantes Ferrari de Alberto Ascari (coche 4) y Nino Farina (coche 6), después de una larga carrera con una batalla intensa. El orden sólo se resolvió en la última curva de la última vuelta, cuando Ascari perdió el liderato y posteriormente fue golpeado por el Maserati de Onofre Marimon (coche 54), lo que permite a Fangio (quien acababa de pasar a Farina) colarse entre ambos, logrando una victoria psicológicamente significativa.
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El circuito oval de Monza dejó de usarse después de la tragedia de 1961.
El circuito oval de Monza dejó de usarse después de la tragedia de 1961.
En un total de cuatro ocasiones, entre 1955 y 1961, el Gran Premio de Italia se llevó a cabo en un circuito combinado de 10 kilómetros de longitud peligrosamente rápido, con el ya rápido autódromo de Monza unido a circuito oval de alta velocidad. Decir que el diseño no cumplía con la aprobación universal sería un eufemismo, los equipos británicos boicotearon la carrera de 1955 y sólo accedieron a participar en el evento de 1956 después de las pruebas correspondientes para asegurarse que sus coches podrían soportar las altas velocidades y la superficie llena de baches de ese circuito combinado. Pero las carreras de F1 abandonaron el circuito oval, para bien, a raíz de los trágicos acontecimientos que se produjeron durante la carrera del campeonato de 1961, cuando el líder de la carrera, Wolfgang von Trips, falleciese junto con 13 espectadores después de que su Ferrari se enganchara con el Lotus de Jim Clark en la Parabólica y que se fuese contra el público. Esta foto, tomada durante esa carrera, muestra parte del circuito oval al entrar en la Curva Nord, que comenzaba cerca de donde hoy en día se encuentra la primera chicane del circuito.
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Surtees consigue la victoria después de un increíble final, Monza-1967.
Surtees consigue la victoria después de un increíble final, Monza-1967.
Con sólo una victoria en su haber desde su llegada a la Fórmula 1 en 1964, Honda fue persuadida a cambiar de rumbo en 1967, con el asesoramiento del piloto estrella John Surtees, al unirse con la firma británica Lola para ayudar a construir un nuevo desafío, el RA300. El coche, conocido como el 'Hondola' debido a su ascendencia mixta, conservaba el mismo motor V12 que su antecesor coche del fabricante japonés, el RA273; llegando justo a tiempo para el Gran Premio de Italia de 1967.
Poco se esperaba cuando Surtees sólo podía calificar noveno, 1.8 segundos por debajo del tiempo de la pole de Jim Clark con Lotus. Pero la carrera del campeón del mundo de 1964 subió gradualmente, ganando posiciones gracias a un ritmo sólido y la desgracia de los demás. Aun así, cuando Clark, que había perdido anteriormente una vuelta completa debido a un pinchazo, volvía de nuevo a liderar la carrera a siete vueltas del final, parecía que el escocés estaba destinado a conseguir una victoria épica. Pero el destino tenía otros planes y cuando Clark entró en la última vuelta, su Lotus 49 se desaceleró por un problema en la bomba de combustible. De repente Surtees se encontró a la cabeza, y a pesar de los mejores esfuerzos de Jack Brabham, que lanzaba su BT24 por el interior del Honda blanco en la Parabólica, el británico se aferró a la victoria superando al australiano en la misma línea de meta por tan sólo 0,2 segundos. Honda fueron los ganadores de nuevo, pero sería casi 40 años antes de que Jenson Button les diese su tercera victoria como fabricante de pleno derecho.
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Gethin gana, pero por muy poco. Monza-1971.
Gethin gana, pero por muy poco. Monza-1971.
No ha habido muchas ocasiones en la historia de la Fórmula Uno en las que cinco coches hayan entrado en la última vuelta con posibilidades reales de victoria, pero eso es exactamente lo que sucedió en la carrera celebrada en Monza en 1971. Por primera vez en el clásico trazado de la sede italiana, se introdujeron las pre-chicane -una configuración que animó positivamente los rebufos-. La carrera contó con ocho líderes diferentes y la impresionante cifra de 26 cambios oficiales de líder, el último de los cuales sucedió a pocos metros de la meta. Francois Cevert con Tyrrell (coche 2) logró meter la nariz de su monoplaza por delante al entrar en la última curva, pero a medida que los coches esprintaron hacia la bandera a cuadros fue Peter Gethin con BRM (coche blanco, a la derecha de la imagen) y Ronnie Peterson con March (coche 25) quienes tomaron la delantera, con el británico finalmente imponiéndose al sueco por solo 0,1 segundos. A 0.61 segundos Cevert, Mike Hailwood con Surtees (coche blanco, parcialmente oscurecido) y Howden Ganley con BRM cruzarón todos por la línea, completando el final más apretado en la historia de este deporte y garantizando la primera y única victoria de Gran Premio a Gethin, que nunca sería olvidada.
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Un valiente Lauda tiene una reaparición sensacional, Monza-1976.
Un valiente Lauda tiene una reaparición sensacional, Monza-1976.
Esta es una de las historias más asombrosas en todo el deporte, no sólo de las carreras de Fórmula Uno. Apenas seis semanas después de serle administrada la extrema unción a raíz de su terrorífico accidente en Nurburgring, Niki Lauda no sólo fue capaz de ponerse en pie, sino que estaba dispuesto a conducir en el Gran Premio de Italia. Tal y como muestra esta imagen, las cicatrices físicas del austríaco eran todavía muy crudas cuando llegó a Monza, pero también lo eran las mentales. A pesar de haber regresado a la cabina del piloto en Fiorano antes del fin de semana, Lauda se vio incapaz de pilotar en la sesión de prácticas del viernes. "Estaba rígido y con miedo", admitiría más tarde. Pero después de una noche de búsqueda del alma y de admitir que él mismo se ponía bajo demasiada presión, la estrella de Ferrari decidió intentarlo de nuevo, y al día siguiente se clasificó quinto, sólo 0.74 milésimas por debajo del tiempo de la pole de Jacques Laffite, y más rápido que sus compaleros de equipo Carlos Reutemann y Clay Regazzoni. Al día siguiente, en otra asombrosa muestra de fuerza de voluntad, Lauda deleitó a los tifosi logrando un cuarto puesto final en la carrera de casa. "Para estar prácticamente fuera de la tumba, seis semanas después regresar cuarto en un Gran Premio es un logro realmente sorprendente", dijo el rival por el título de Lauda, James Hunt, quien se retiró en la carrera de Italia. "Acababa de subirse al coche y tenía un ir, pilotó la típico carrera de Niki: bien contenido dentro de sí mismo y dentro de las limitaciones de su condición física hizo un súper, súper trabajo".
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Senna regaló a Ferrari un conmovedor doblete en su feudo, Monza-1988.
Senna regaló a Ferrari un conmovedor doblete en su feudo, Monza-1988.
Algunas victorias, al parecer, no son lo que parecen ser. En el año 1988 la carrera italiana era la primera de Ferrari en su feudo desde la muerte de su ilustre fundador Enzo Ferrari, pero incluso el “hombre viejo” no habría imaginado las posibilidades de la Scudería de derrotar a los dominantes McLaren-Honda de Ayrton Senna y Alain Prost en Monza. Los coches rojos y blancos habían ganado todas y cada una de las 11 rondas anteriores a la cita italiana y aunque Prost había abandonado prematuramente con un fallo de motor inusual, con dos vueltas para el final Senna administraba una cómoda ventaja sobre los Ferrari de Gerhard Berger y Michele Alboreto. Jean-Louis Schlesser, piloto francés, participó como suplente de un enfermizo Nigel Mansell en Williams, y se encontraba circulando en un discreto puesto 11 cuando Senna hizo un intento fallido de doblaje en la primera chicane. El dúo se golpeó en las ruedas y en un instante el McLaren quedó varado en la grava de la escapatoria, mirando en la dirección equivocada. Los Ferrari vieron como ese incidente les proporcionaba un magnífico doblete, y en cuestión de minutos Berger se adjudicó la victoria por delante de un Alboreto lleno de júbilo después de haber logrado una victoria verdaderamente inesperada. No había seguidor que no derramase alguna lágrima en casa.
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Los Tifosi llevan a Schumacher en sus corazones, Monza-1996.
Los Tifosi llevan a Schumacher en sus corazones, Monza-1996.
Pese a ser el último ganador y doble campeón del mundo de Fórmula 1, la llegada de Michael Schumacher a Ferrari en 1996 no fue recibida con elogios generalizados por parte de los tifosi italianos, muchos de los cuales veían al alemán muy pragmático, frío y carente de cierto “je ne sais quoi” que tanto habían estimado en Gilles Villeneuve y Jean Alesi. Pero Schumacher se ganaría a los más excépticos con sus impresionantes victorias. “Schumi” cogió un desgarbado F310 y logró la victoria en España y en Bélgica, antes de poner el broche de oro al lograr la primera victoria para Ferrari en Monza después de 7 años de sequía. Las posibilidades de Schumacher para el título se vieron reforzadas cuando los Williams de Damon Hill y Jacques Villeneuve se fueron a estrellar contra las barreras de neumáticos de la primera chicane, pero lo que realmente le hicieron ganar la carrera fueron sus “dentro/afuera” devastadoramente rápidos, así como sus paradas en boxes, que le permitieron convertir un déficit de 0,6 segundos sobre el Benetton de Jean Alesi en unos cinco segundos de ventaja. "Nunca he visto tanta emoción", dijo Schumacher después. "Es una locura. Sólo es posible en Italia". En esta imagen, el alemán pasa delante de una tribuna llena camino de la Parabólica.
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Angustiado, Hakkinen tiene el solo un trompo. Monza-1999.
Angustiado, Hakkinen tiene el solo un trompo. Monza-1999.
Raramente un piloto ha mostrado tal abatimiento con las aclamaciones de júbilo de miles de fanáticos partidistas de Ferrari zumbando en sus oídos, Mika Hakkinen arrojó sus guantes con disgusto al suelo, y se retiró al refugio del bosque de Monza, cayó de rodillas y lloró. El finlandés sólo había tenido un error elemental en la primera chicane, trompeando su McLaren con una cómoda ventaja teniendo que retirarse de inmediato. A medida que su coche se detuvo en la grava, la magnitud de lo que acababa de ocurrir golpeó repentinamente el vigente campeón del mundo: no sólo había perdido una victoria en una carrera casi segura, sino que también había volado una oportunidad de oro para ampliar su ventaja en el campeonato con el líder del equipo Ferrari, Eddie Irvine.
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Vettel muestra sus credenciales de superestrella, Monza-2008.
Vettel muestra sus credenciales de superestrella, Monza-2008.
La lluvia, dicen, es un gran nivelador del rendimiento, pero pese a todo, nadie esperaba que un Toro Rosso pudiese luchar por la victoria en la carrera de 2008 en Monza, con ADN de Red Bull o no. Pero Sebastian Vettel lo probaría, con un conductor precoz de talento al volante, todo es posible. El alemán, por entonces con 21 años de edad, que ya tuvo el honor de ser el piloto más joven en anotar puntos en carreras de F1, se convirtió en el ganador más joven de la pole de un Gran Premio de carreras con un gran rendimiento y mucho aplomo en condiciones resbaladizas en la sesión de clasificación del sábado. Pero a pesar de ese resultado, la mayoría del paddock todavía se imaginaba que Heikki Kovalainen con el McLaren (había clasificado segundo) podría ganar la carrera del domingo. Vettel, sin embargo, tenía otras ideas, corriendo casi dos segundos por vuelta más rápido que el finlandés en la primera parte de la carrera, cuando la pista todavía estaba húmeda, para establecer una ventaja a la que nunca renunciaría. "Este es el mejor día de mi vida", dijo Vettel tras una sensacional victoria. "Nunca olvidaré estos sentimientos. Es increíble". Kovalainen, que finalmente terminó en segundo lugar, acompaña a Vettel en esta imagen en su ducha con champán.